Las pernoctaciones de turistas en los hoteles, apartamentos y resto de oferta alojativa canaria durante el pasado año cayeron el pasado año un 69,7%. Dentro del desplome, que ya estaba previsto por el archiprotagonismo del factor desencadenante, los cierres por el coronavirus, las Islas pueden aún sacar pecho: fueron el destino preferido del país, superando los 29 millones de pernoctaciones, y los hoteleros lograron mantener los precios a pesar de la caída de la rentabilidad por habitación, que fue del 56,27%.

El mayor volumen de clientela propicia también que el desplome de los réditos que aporta el negocio sea también menor en el Archipiélago que en el conjunto del Estado, donde el conocido como RevPar se hundió un 65,88%. No obstante, la mejor noticia es la posibilidad que hasta la fecha han tenido los empresarios de evitar un desplome de los precios.

La leve corrección, de tan solo medio punto (-0,5%), según los datos publicados ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE) está muy lejos de la devaluación del 6% que han padecido en conjunto los hoteles de todo el país. ¿Tiene alguna ventaja este diferente modo de proceder de los hoteleros canarios en comparación con los de la Península? La historia reciente dice que sí.

Cuando a partir de 2007 reventaron, por este orden, el sistema financiero mundial, la burbuja inmobiliaria, el sistema financiero español y a punto estuvo de hacerlo el euro ante los ataques de los mercados a la deuda soberana de los países cuyas economías quedaron maltrechas, los turoperadores apretaron las clavijas a los hoteleros. A estos no les quedó más remedio que aceptar las exigencias que se les impusieron.

Los apartamentos pierden solo en diciembre un 81,7% del negocio gestado doce meses antes

Sin embargo, el estallido de la Primavera Árabe propició el cierre de destinos competidores de Canarias en la temporada de invierno; Egipto o Túnez, entre ellos. De tal manera que la tortilla se viró y fueron los turoperadores quienes prácticamente tuvieron que mendigar una cama para colocar a una clientela que en plena época de frío continental no tenía otra evasión de media distancia que no fuera el Archipiélago.

¿Hora de ajustar cuentas? En el sentido más contable de la expresión, claro. Resultó que los empresarios hoteleros se encontraron con la reticencia de los turoperadores, que se aferraban a la supuesta coyunturalidad de las revueltas en los países musulmanes para no aceptar el retorno de los precios a la situación precrisis. La lección aprendida entonces por los hoteleros fue la de apuntalar los precios durante todo el tiempo que sea posible ante la evidente dificultad de recuperarlos con la misma rapidez con que caen.

Por contar aquella historia reciente hasta el final, resultó que los problemas de seguridad que derivaron de la Primavera Árabe duraron más de lo previsto y, entonces sí, los empresarios del sector alojativo tuvieron oportunidad de conquistar cotas de rentabilidad año tras año nunca antes vistas. Que los precios se mantengan sin caer garantizan un nivel de ingresos óptimo para sostener el empleo o crear más puestos de trabajo desde el momento en que se consiga doblegar, al menos en buena parte, la pandemia global.

En lo que respecta particularmente a los apartamentos, la caída de las pernoctaciones se situó casi a la par con el con el conjunto del sector (-69,4%). El cierre sobrevenido en diciembre por el avance del coronavirus en los principales países emisores deja claro el impacto, ya que solo en el último mes del año, los apartamentos perdieron un 81,7% de las pernoctaciones que facturaron en diciembre de 2019.

Eso sí, de nuevo el destino fue el que mejor mantuvo el tipo de toda España, cerrando con una ocupación del 46,2%. El dinamismo del mercado canario, sobre todo en los meses de verano, y el mantenimiento de las largas estancias por parte de los extranjeros que se sienten aquí más seguros atenuaron el batacazo.