La transición a una economía más sostenible no solo requiere una hoja de ruta clara; supone también una cifra de dinero que, a veces, es muy abultada. ¿De dónde sale ese capital? Una de las formas de conseguir financiación que tienen tanto las empresas como los Gobiernos e instituciones públicas es acudir al mercado y emitir títulos de deuda, los llamados bonos. Aunque cuando hablamos de endeudarse para invertir en esta transición, hay que añadirles la coletilla ‘verdes’.

Los bonos verdes son títulos de renta fija “cuyo importe se destina exclusivamente a financiar proyectos sostenibles que contribuyan a mitigar el cambio climático o ayuden a adaptarnos al mismo”, explica Jordi Mercader, CEO de InbestMe. Esos proyectos sostenibles se concretan en los Principios de los bonos verdes que publica la ICMA (International Capital Market Association), “que definen el uso de los fondos y las categorías elegibles de proyectos verdes”, que tienen que ver con energías renovables; la prevención de la contaminación; el transporte limpio; los productos adaptados a la economía circular o los edificios ecológicos, entre otros.

Por ejemplo, ADIF cerró a finales de enero de 2020 su cuarta emisión de bonos verdes a 10 años, con un cupón anual del 0,55%. Una rentabilidad que contrasta, por ejemplo, con la que da el bono español a 10 años, referencia en el mercado de renta fija, que está en torno al 0,05%. El motivo de la colocación fue seguir financiando la ampliación de líneas de alta velocidad, para fomentar alternativas al tráfico rodado y aéreo y hacer inversiones para mejorar el mantenimiento y la eficiencia energética de la red.

ADIF no está sola en este camino. Hay muchas empresas con bonos verdes en circulación: Bankinter, Kutxabank, BBVA, Audax, Greenalia o Pikolin, por ejemplo. Y también organismos públicos, ciudades o regiones, “como el primer bono social sanitario de Europa, que emitió la Comunidad de Madrid en mayo (de 2020), para dar respuesta a la crisis del Covid-19», señalan desde Bolsas y Mercados Españoles (BME). Desde su creación en 2007, el mercado de bonos verdes mundial ha crecido con el avance en la regulación y las políticas medioambientales. De hecho, “la sostenibilidad está profundamente arraigada en el plan de recuperación económica de la Unión Europea. Así, la UE se va a convertir en el mayor emisor de bonos verdes y sociales, con colocaciones previstas por alrededor de 325.000 millones de euros en los próximos años, que suponen alrededor de un tercio del citado plan”, señala Susan Joho, economista del banco privado suizo Julius Baer.

Johann Plé, estratega jefe de bonos verdes de la gestora de AXA Investment Managers coincide con Joho y añade que no solo veremos un mayor número de países emitir bonos verdes soberanos en 2021 (entre ellos Italia, Reino Unido y España), sino que cada vez hay más diversificación en el tipo de proyectos, “que se están alejando progresivamente de las energías renovables” y un efecto contagio entre las empresas: “un nuevo emisor de un nuevo sector que se une al mercado, allana el camino para que otros lo sigan. Esto es alentador para sectores como el automotor, telecos o el inmobiliario”.

Dos alternativas

A la hora de invertir en este tipo de títulos, hay dos alternativas para los inversores de a pie: invertir directamente en una emisión de bonos o elegir un fondo de inversión o cotizado (ETF) que haga una selección.

En España, la inversión directa en renta fija por parte de los inversores minoritarios es escasa y son los inversores institucionales, como los fondos o planes de pensiones, los que mueven más volumen. Quien quiera hacerlo directamente, deberá acudir a su intermediario (banco, agencia de valores…) y consultar las opciones posibles, además de tener en cuenta las comisiones que tendrá que pagar por la operación, comunes a cualquier otra inversión en bonos: por contratación, custodia...

Otra opción es hacerlo a través de productos que, o bien invierten en emisiones de bonos verdes, o bien replican alguno de los índices de bonos verdes que existen en el mercado. Jordi Mercader señala que, en este caso, “puede ser más interesante invertir en ellos en el marco de una cartera ISR o sostenible, donde la diversificación nos ayuda a reducir algo el riesgo combinado de todos los activos y hacerlo de una forma adaptada a nuestro perfil”. InbestMe utiliza precisamente esa aproximación en sus carteras de ETF y próximamente en las de planes de pensiones. Por el lado de los fondos de inversión más tradicionales, la oferta es cada vez más extensa, con productos tan específicos como el Amundi Responsible Investing - Green Bonds R Euro, que es el que mejor calificación recibe por parte de la consultora Morningstar.