Desde la crisis de 2008, la prioridad por maximizar los beneficios para los accionistas, como si las empresas fueran un ente aislado del resto de la sociedad, ha perdido fuerza y la ha ganado el interés por su impacto social y en el planeta. Y la crisis del COVID-19, del que no se puede culpar a ningún sector en concreto -a diferencia de lo sucedido hace una década con la banca y el inmobiliario- ha acelerado el proceso, según Franz Heukamp, director general del IESE, escuela de negocios que retiene un año tras otro el liderazgo mundial en formación de directivos basándose en una combinación de concienciación social y ética desde su fundación.

Aunque más lento, el Business Roundtable, que agrupa a más de 180 multinacionales de EEUU, optó hace dos años por variar lo que entienden como propósito de la empresa. Y dieron un giro radical, que va mucho más allá del balance o la cuenta de resultados. La idea anterior de limitarse a maximizar el beneficio era "pobre y reduccionista", asegura.

El cambio, que ya había comenzado, ha cobrado fuerza con las nuevas generaciones, que vienen "con ideas muy avanzadas que tienen en cuenta la justicia, la sostenibilidad...Y el tiempo hará que se apliquen porque van llegando a puestos de responsabilidad".

Se muestra crítico con la tendencia de inflación de la remuneración de los altos directivos. "Creo que nos hemos dejado llevar por confundir la importancia de un trabajo con el valor económico". A su entender ha calado la idea de que "una contribución importante no necesariamente se tiene que traducir en remuneraciones". Heukamp defiende el rol de las empresas que, a su entender, "son el camino en la solución para gestionar el cambio".

La situación económica "se resolverá con ideas de empresarios que van a crear empleo", sentencia. Y cada vez más con una visión "sostenible, no con iniciativas que sabemos que después de un tiempo se vuelven en contra por ser abusivas con las personas, con el planeta, etc", afirma. "En general, la gran mayoría de empresarios y directivos quieren hacer las cosas muy bien: forman parte de la misma sociedad, tienen hijos e hijas que por la mañana en el desayuno les preguntan: ¿Qué vas a hacer hoy por la sociedad? E incluso les critican", explica.

Acuden a formarse porque tienen esas inquietudes. Y la mejor forma es aprendiendo a tomar decisiones, que son siempre "multidimensionales" y afectan no solo a las cuentas de la empresa sino al entorno, a la sociedad... En el IESE lo consiguen "analizando conjuntamente muchas decisiones, casos prácticos, casos reales, poniendo a los directivos en la posición de tomar decisiones buscando un reto continuo. Y eso así se convierte en costumbre y en hábito".

Iniciativa emprendedora

Heukamp, que lleva en el cargo cuatro años, insiste en que "la iniciativa emprendedora es la base de todo". Y por ello el IESE dedica tanto a esa disciplina. No solo en la parte de formación, sino "ayudando a personas que puedan crear empresas". Esta misma semana han celebrado el 20 aniversario de Finaves, el fondo que tienen para invertir en proyectos de sus graduados. Insiste en que "hay que ayudar a los que están pasándolo mal", pero eso solo será posible si se facilita el marco para que las empresas puedan seguir creando empleo.

Para afianzar un capitalismo más inclusivo afirma que "lo mejor es empezar por la propia organización para determinar cómo impacta la actividad en una serie de grupos de personas, entidades o en la sociedad. Este avance a pequeña escala, si lo hacen muchas, se notará en seguida más que si se espera a que alguien proponga una gran iniciativa para todo el mundo", explica.

Es un proceso de abajo a arriba. Y recuerda acciones como las de compañías de gran consumo con el aceite de palma. "Es más caro producir de otra manera y hace perder ventaja competitiva, salvo que todos se pongan de acuerdo para hacer lo que es bueno para todos".