La recomendación –prohibición, en la práctica– vigente desde el pasado marzo de que los bancos no remuneren a sus accionistas vía dividendo o recompra de acciones encara su recta final. Las autoridades europeas se inclinan por no ampliar el veto una vez venza el actual al cierre de este año, si bien contemplan una recuperación limitada y parcial de estos pagos.

La decisión final no está tomada, pero hoy por hoy la medida solo se extendería si la segunda ola de la pandemia tuviera un impacto aún peor de lo augurado. En dicho escenario, se podría ampliar solo unos meses para analizar el efecto de las incipientes vacunas en la actividad económica o incluso hasta las pruebas de resistencia al sector del próximo julio.

Los principales organismos supervisores del mundo han aconsejado (un eufemismo por razones legales) a las entidades que no remuneren a sus propietarios para que tengan una parte mayor del beneficio disponible para reforzar su capital. Con ello buscan un doble objetivo: que los bancos puedan otorgar más créditos (la normativa obliga a reservar una cantidad de capital por cada préstamo concedido) y, sobre todo, que estén más preparados para el futuro incremento de los impagos y devaluaciones de activos provocado por la crisis del Covid (estas pérdidas se cargan contra capital una vez agotadas las provisiones).

Como efecto adverso, la iniciativa ha contribuido a hundir aún más las ya de por sí maltrechas cotizaciones bursátiles de los bancos, lo que ha provocado amargos lamentos de sus gestores. En un sector ya penalizado por la escasa rentabilidad causada por los tipos de interés oficiales en mínimos históricos, la ausencia de dividendos ha espantado aún más a los inversores.

Los banqueros han alertado de que ello puede provocar que no logren captar capital en el mercado si lo necesitan o se les ofrezca a un precio prohibitivo. “Hace que el sector no sea invertible y a medio plazo puede provocar cierto estrangulamiento del crecimiento económico”, resumió ayer Jaume Guardiola, consejero delegado del Sabadell.

A las autoridades bancarias comunitarias no les ha gustado que las entidades del continente hayan sido tan públicamente beligerantes en este asunto, pero son sensibles a sus argumentos. A ello se suman los pasos dados por varios de sus homólogos.

Presión internacional

La Reserva Federal estadounidense ha prohibido a sus bancos recomprar acciones (una vía de remunerar al accionista al aumentar el valor del resto de títulos) y ha limitado los dividendos mediante una fórmula vinculada a sus ingresos recientes, pero no los ha prohibido del todo, mientras que Alemania va a permitir los pagos a los bancos más pequeños del país que estén bien capitalizados. La autoridad supervisora de Suiza acaba de levantar el veto y el Banco de Inglaterra ha mostrado su intención de seguir sus pasos, igual que los de Dinamarca y Suecia.

En cambio, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Comité de Basilea han abogado por mantener restricciones. Así las cosas, los supervisores de la Unión Europea analizan cómo permitir una recuperación parcial de la retribución al accionista y limitada a las entidades que se lo puedan permitir. Se estudian fórmulas como fijar un pay out bajo (porcentaje del beneficio distribuible a los propietarios, que podría estar entre el 15% y el 30%) y permitir los abonos solo a las entidades que tengan amplios colchones de capital sobre los requisitos mínimos regulatorios. Para evitar estigmatizar a las más débiles, se contempla aprobar una regla general y que luego los inspectores comuniquen discretamente a cada banco que quiera retomar los pagos si puede o no hacerlo.

Las discusiones en los organismos oficiales comenzaron en octubre, pero la decisión se tomará a mediados de diciembre. Entonces se reunirá la Junta Europea de Riesgo Sistémico y emitirá una recomendación general para el supervisor de las grandes entidades, el Banco Central Europeo (BCE), y los de las pequeñas, como el Banco de España. Serán claves las previsiones macroeconómicas que el BCE presente el día 10, los primeros datos de impagos de las moratorias crediticas que van venciendo y las estadísticas sobre provisiones realizadas y perspectivas de capital de las entidades.

Algunos de los máximos responsables del BCE, en cualquier caso, ya han dado pruebas de sus intenciones. “Si existe el mismo grado de incertidumbre [que en marzo], no nos animará a volver demasiado rápidamente a lo que llamaría una situación normal. Pero como siempre en la vida, probablemente tengamos que seguir un camino intermedio, teniendo en cuenta la evolución del mundo que nos rodea”, dijo hace unos días Yves Mersch, miembro del comité ejecutivo del banco central. “En términos de proyecciones macroeconómicas, parece que todavía estamos encaminados al escenario central que parece mantener al sector bancario en condiciones de resiliencia”, abundó Andrea Enria, presidente del consejo de supervisión del BCE.