Habían advertido los analistas de las patronales canarias que la economía de las Islas iba a encajar un golpe mucho más fuerte que la estatal por la pandemia del coronavirus. Dijeron que el producto interior bruto del Archipiélago (PIB) puede anotarse al final del ejercicio un retroceso que multiplique por dos el del español y las cifras superan sus más nefastas previsiones. En el tercer trimestre, la caída fue en el Archipiélago del 19,8% en comparación con el mismo periodo del año pasado; en todo el país, del 8,7%.

Otra muestra de la enorme dependencia que Canarias tiene de un sector turístico gravemente herido por los vaivenes que se derivan de la incertidumbre sanitaria con la que el covid hostiga a los principales mercados emisores. Y eso que, según la Contabilidad Trimestral de la Comunidad Autónoma hecha pública ayer por el Instituto Canario de Estadística (Istac), en los meses de verano, el avance con respecto al periodo abril-junio (22,4%) superó con creces el nacional (16,7%).

El motivo de esa buena noticia –espejismo más bien vistos los datos globales– es “la pequeña apertura hotelera que hubo en verano”, apunta el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna (ULL), José Ángel Rodríguez. Un efímero repunte de la actividad alojativa que, además, alimentaron en gran medida los muchos canarios que este año decidieron quedarse cerca de casa para disfrutar sus vacaciones.

De la normalidad solo se salvaron los dos meses y medio de 2020 que habían transcurrido cuando el presidente Pedro Sánchez decretó el confinamiento de la población. A partir del 14 de marzo comenzaron a acumularse las pérdidas, y al paso por el noveno mes del año ya se ha volatilizado uno de cada cinco euros que integraban el PIB canario el 1 de enero. Ese desplome del 20% vuelve a rebasar con creces el retroceso del 11,5% que se anota el país.

En mitad de este páramo productivo es lógico que ningún sector logre esquivar el golpe. Tan previsible como que los servicios sean los principales perjudicados, con una contracción del nicho que ocupan en el PIB canario del 24,8%. A continuación se colocaron, por este orden, construcción (-16,3%), industria (-9,3%) y agricultura, ganadería y pesca (-4,8%).

El catedrático José Ángel Rodríguez apunta una serie de evidencias para comprender el porqué del especial padecimiento de las Islas. En lo que respecta a la demanda interior, establece una diferenciación entre residentes y no residentes. En el caso de los primeros, “los ERTE y el paro” provocan una fuerte caída de las rentas, por lo que las compras se reducen.

El capítulo de no residentes lo integran, por un lado los turistas –“sostienen casi el 40% del total de la demanda”, apunta el catedrático– y, por el otro, el tráfico portuario, con las labores de avituallamiento y repostaje (bunkering) como principales dinamizadoras. No hay visitantes y la llegada de barcos se ha reducido.

El segundo órgano vital del PIB canario seriamente afectado es “la formación bruta de capital”, señala Rodríguez, es decir, las inversiones. Ante la incertidumbre, el capital privado se pone a cubierto y espera a mejor ocasión. “Siguen su curso las obras públicas que ya estaban activadas y parece que el nuevo presupuesto contempla, por ejemplo, vivienda pública”, reseña el catedrático.

Vías de agua que tampoco tapan los saldos exteriores. Se importa menos teniendo en cuenta que gran parte de las compras se destinan a unos turistas que se han ausentado, pero la escasa intensidad de exportación impide siquiera hablar de un movimiento hacia el equilibrio de la balanza.