Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) alerta de los peligros que implicaría no actuar ante la alarmante proliferación de desechos espaciales: se podrían perder aplicaciones y funciones básicas ?servicios de internet, vigilancia del clima, previsión meteorológica, por ejemplo? y se incrementarían los riesgos para los astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS). Para los profanos en la materia, la basura especial se define como cualquier objeto de origen artificial (hecho por humanos) que está en órbita y no funciona.

Su origen, explican desde la Oficina de basura espacial de la Agencia Espacial Europea (ESA), proviene de satélites y etapas superiores de cohetes que se quedan en órbita cuando dejan de funcionar. Bastantes han explotado, y algunos han chocado entre ellos, generando fragmentos de menor tamaño. Otros [mucho más pequeños] provienen de la degradación de la superficie de los satélites, o de los combustibles usados para los cohetes. La mayoría de los objetos se encuentran en órbita baja [menos de 2.000 kilómetros de altura], aunque la órbita geoestacionaria (donde los satélites giran a la misma velocidad que la Tierra, así que desde nuestro planeta un satélite siempre se ve en la misma posición) también acumula muchos objetos (ver gráfico). Para evitar generar nueva basura, la IADC (Inter Agency Space Debris Coordination Committee) publicó en 2002 una serie de recomendaciones, que varios países y agencias espaciales han incluido en sus leyes o reglamentos. Si se cumpliesen estas recomendaciones, "la generación de nueva basura espacial sería muy limitada. Por desgracia, aún estamos lejos de una situación satisfactoria en cuanto al cumplimiento de esas pautas", sostienen en la Oficina de basura espacial de la ESA.

Reducir riesgos

Es evidente que los desechos espaciales "complican y encarecen" las operaciones de los satélites que están en órbita. Desde el lanzamiento hasta el final de una misión, se tiene que controlar que no haya riesgos de colisión con basura espacial, y en caso de un riesgo elevado, se tiene que realizar una maniobra, indican desde la ESA. De ese modo se reduce la cantidad de combustible ?con lo que la vida útil del satélite se acorta? y los instrumentos se tienen que desconectar, con lo que el satélite no puede dar el servicio para el cual está en el espacio. En el peor de los casos, subrayan, si un satélite no pudiese hacer ninguna maniobra y chocase con otro objeto, es probable que se perdiera completamente la funcionalidad del satélite, además de generar nuevos desechos que afectarían a todos los demás satélites. Para reducir el riesgo de colisiones futuras entre satélites y escombros, algunos expertos proponen implantar tarifas de uso orbital, aunque desde la Oficina de basura espacial de la ESA apuntan que "antes se tendría que definir un sistema legal e internacional para regularlo, pues aún no existe".

ClearSpace-1

Uno de los objetivos prioritarios de la ESA se centra en desarrollar tecnologías que ayuden a cumplir las recomendaciones de la IADC y a retirar desechos espaciales en las regiones del espacio donde el riesgo de colisiones es más alto. Para ello cuenta con el programa CleanSpace, mediante el cual impulsa la misión ClearSpace-1. ClearSpace-1, cuyo lanzamiento está previsto para el año 2025, consiste en un satélite que pretende atrapar un desecho espacial -en este caso, un adaptador del cohete Vega? que está en una órbita que no cumple con las recomendaciones, y después de atraparlo, bajarlo hasta hacer una reentrada de forma controlada en la atmósfera, para asegurar que no hay riesgo para la población. Hasta el momento, no ha habido ninguna misión espacial cumpliendo esta tarea, por lo que constituiría todo un hito.

Se trata de "una misión de demostración, donde muchas tecnologías aún se están desarrollando y se tienen que probar en el espacio. Una vez realizada la primera misión, la idea es usar el mismo modelo de satélite para quitar otros objetos y ayudar a limpiar el espacio", exponen desde la Agencia Espacial Europea. La mayoría de agencias espaciales y países son conscientes del problema que genera la basura espacial e intentan aplicar las regulaciones necesarias. "En un futuro no muy lejano ?anhelan en la ESA? cabe esperar que los nuevos satélites que se lancen al espacio sigan estas reglas". Sin embargo, "el coste de quitar los desechos que ya están en órbita es muy alto y es probable que no todos ellos sean objeto de misiones para limpiar, con lo cual seguirán en órbita por miles de años", advierten.