Una vez completada la desescalada e iniciada la denominada nueva normalidad, la gran incógnita es ¿cuánto durará la crisis? El consenso de los expertos era sobre su magnitud -sin precedentes-. Sobre eso puede haber discrepancias, pero están en puntos o décimas, que van desde el 9,2% de caída para todo el año prevista por el Gobierno, hasta el 15,1% estimado por el Banco de España en el peor de los tres escenarios que maneja y que corresponde a un aumento de los brotes del Covid-19.

Cuanto más caiga el PIB más costarán recuperar los niveles anteriores. Si el desplome es el que prevé el Ejecutivo de Pedro Sánchez el descenso sería hasta de 1,13 billones, una cota similar a la del 2016; pero si se registra el peor de los escenarios estimados por el Banco de España, se desplomaría hasta el entorno de los 1,057 billones, el nivel del 2014, poco tiempo después de empezar a salir de la crisis anterior que, hasta ahora, había sido la peor desde los años 20 del siglo pasado.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) adelantó hace unos días el derrumbe registrado por la economía española en el segundo trimestre de este año, una caída intertrimestral del 18,5%, la mayor de las registradas en Europa y en el mundo desarrollado. En España, el confinamiento y las medidas para combatir el Covid-19 han afectado a sectores relacionados con el turismo, como el comercio, los transportes o la hostelería, que tienen un peso mucho mayor en producto interior bruto (PIB) que en otros países.

Lo cierto es que todo lo que se temía que podría pasar en otoño se está produciendo en pleno agosto. Además, la cuarentena impuesta por el Reino Unido a quienes hayan viajado a España y las limitaciones de otros países como Francia o Alemania, otros de los grandes exportadores de visitantes, rematan la campaña de un sector, el turístico, que supone más del 12% de toda la riqueza que se genera en el país -el 35% en en caso de Canarias, con una economía de servicios fuertemente dependiente de este secor-.

Cómo será la recuperación

La cuestión ya no es tanto cuánto sino cuándo y cómo será la recuperación y la salida de la crisis una vez ya metidos en una recesión técnica (caída consecutiva del PIB durante dos trimestres). Y ahí la capacidad de predicción aún es más difusa dado lo variable de la situación como consecuencia de la pandemia y el estallido de brotes por toda la geografía. Los economistas recurren al abecedario: desde la deseada 'V', es decir, caída a plomo y rebote hasta recuperar rápidamente el nivel anterior, hasta la V asimétrica o el símbolo de la raíz cuadrada que prevé el Gobierno y que supondría al menos dos años para recobrar las cotas del Producto Interior Bruto del 2019, unos 1,245 billones de euros.

Hay otras letras que son también temidas por los analistas: la 'W', que supondría una caída, un rebote, otra caída y otro rebote, aunque este segundo descenso, en principio, es de menor intensidad. Tras esta se encuentra la 'U', con la que, tras el descenso, la economía se mantiene un tiempo relativamente largo en la parte baja hasta volver a los niveles anteriores; y la 'L', una situación en la que, después del desplome, se produce un estancamiento por un largo periodo de tiempo. Esta última es una de las que más temen los economistas.

El consumo es una de las claves. Este componente de las macromagnitudes económicas supone casi el 60% del Producto Interior Bruto (PIB) desde la perspectiva de la demanda. Es, de hecho, una de las responsables del desplome sin precedentes que se registró durante el segundo trimestre, coincidiendo con el periodo álgido del estado de alarma. Exceptuando el destinado a alimentos, bebidas y productos básicos, y algunos útiles para el confinamiento, como los electrodomésticos o los dispositivos tecnológicos, el consumo de derrumbó más del 21% con respecto al primer trimestre, muy por encima de la media del 18,5%; y el 25,7% en términos anuales, también muy por encima de la media del 22,1%.

El gasto de los hogares

Dado su peso, el gasto de los hogares debería ser ahora uno de los motores para dar un empujón a la recuperación, explican fuentes del Gobierno. Uno de los objetivos de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) ha sido preservar los puestos de trabajo. Las cifras reflejan que así ha sido hasta ahora porque el 95% de los que han salido de esta situación lo han hecho para volver a su empleo habitual, según el Ministerio de Seguridad Social.

Pero el otro objetivo de esta herramienta que ha reducido el desempleo ha sido mantener las rentas, o una parte de ellas, para que hubiera un cierto nivel de consumo. Es esencial que las familias tengan ingresos y certidumbres. "Nos preocupa mucho el otoño porque si la economía va lenta entonces el consumo se puede retraer", afirman las mismas fuentes. Es preciso acabar con las incertidumbres, pero eso será complicado mientras no haya terapias o vacunas contra el Covid-19. O si hay una segunda ola de contagios.