Cuatro grandes crisis ha atravesado el turismo canario a lo largo de su historia, además de la actual. Aunque quizá nunca con esta dimensión. Cada una ha tenido sus características propias y una remontada más o menos rápida, en función no solo de las circunstancias de cada época sino también de la gestión de la propia crisis.

La primera embestida llegó muy pronto. En realidad cuando el turismo era aún incipiente pero Canarias comenzaba a posicionarse, a principios del pasado siglo, como un destino con futuro. Las Islas eran más conocidas entonces en Europa que en la Península. Y llegaron a convertirse en un lugar exótico que visitaban escritores, artistas, naturalistas, científicos y grandes personalidades políticas procedentes de Gran Bretaña, Alemania, Francia o Bélgica. Pero cuando nadie lo esperaba estalló la gran guerra, allá en el continente, y trajo consigo la primera crisis turística de las Islas. En lenguaje actual, el primer apagón de la historia del turismo en Canarias.

Aquello ocurrió mucho antes de que se produjera la explosión del turismo de masas, que registró otras muchas y profundas crisis. En realidad, casi a una por década, aunque de distinta dimensión. En algunos casos supuso un parón en seco de la actividad turística, que había sacado a las Islas de un retraso socioeconómico secular; mientras en otros se vivió como un decadente proceso de estancamiento, que dejaba a su paso un escenario de alojamientos obsoletos y negocios en ruina. De todos ellos, el destino Islas Canarias salió aún más reforzado. ¿Cómo? Las decisiones políticas, la actitud de la banca y la reacción del propio sector fueron claves para demorar o acelerar los procesos de reconstrucción. Además, por supuesto, de la evolución de los factores externos que provocaron la crisis, como el Covid-19 en este año 2020.

Las guerras. El prometedor y brillante inicio del turismo en Canarias, que estaba suponiendo un importante progreso para su vida económica, comercial y social, se vio truncado por la Primera Guerra Mundial de 1914. Aquel acontecimiento bélico impidió los movimientos en el puerto, y por lo tanto de los viajeros que llegaban entonces sólo por vía marítima. El parón provocó el cierre de algunos hoteles y el envejecimiento de otros, cuyos propietarios no se atrevieron a invertir en modernización por la escasez de clientes y la desconfianza en el futuro.

Parte de la sociedad canaria reaccionó sin embargo frente al histórico traspiés. En Las Palmas de Gran Canaria, por ejemplo, se constituyó en 1915 la Sociedad Fomento y Turismo, con el objetivo de "prepararnos para cuando la guerra termine". Se propusieron medidas concretas toda clase de operaciones bancarias; construir, arrendar y comprar hoteles, sanatorios, balnearios y servicios de transporte terrestres". Pese a ello, el turismo entró en decadencia a consecuencia del empeoramiento de las comunicaciones marítimas: "Cuantas veces se ha tratado de encauzar durante estos últimos años la industria turística de Canarias, se han registrado rotundos fracasos. Y sin embargo antes de la Primera Guerra Mundial constituyó una positiva fuente de riqueza", analizaba el periódico local El País el 14 de febrero de 1928. Ese mismo año se produjo, sin embargo, un hecho turístico significativo: se constituyó el primer Patronato de Turismo. Este organismo puso el acento en la promoción para atraer de nuevo visitantes, destacando "la necesidad de hacerlo de forma organizada a través de navieras o agencias; así como de realizar una política turística encaminada a cuidar nuestros rincones pintorescos". El turismo comenzó así a profesionalizarse, con implicación de la propia sociedad canaria. Fue entonces cuando nació el primer lema de Gran Canaria como "continente en miniatura".

La crisis del petróleo de los 70. Salvo en los años sesenta, cuando el turismo dejó de ser privilegio de unos pocos y, gracias a las vacaciones pagadas y los avances del transporte aéreo, se convirtió en un fenómeno de masas, el turismo moderno ha sufrido crisis de forma cíclica. Las más graves tuvieron lugar en los años setenta y noventa, la primera a consecuencia de la caída del precio del petróleo de 1973 y la segunda por el desfase entre la oferta y la demanda y la irrupción de destinos competidores. El primer boom de la construcción sufrió un parón por la caída del precio del petróleo, que paralizó muchos proyectos. Algunas zonas del Archipiélago se convirtieron en un auténtico "cementerio de grúas", con hoteles y apartamentos a medio construir. Muchos inversores se arruinaron, aunque los más solventes o menos dependientes de la financiación bancaria compraron a buen precio y consolidaron su negocio para el futuro. A ello se sumó "la huelga salvaje" del sector de la hostelería, por la que los trabajadores lograron ampliar sus vacaciones de 30 a 46 días al año, en convenio muy beneficioso pero que condicionó la recuperación empresarial por los elevados costes salariales.

La Guerra del Golfo de los 90. En 1991 estalló otra guerra, la del Golfo Pérsico, y tuvo un impacto importante en el turismo en Canarias, que sufría ya un desfase entre la oferta y la demanda y la presión de la irrupción de destinos competidores. Disminuían turistas e ingresos, debido a un agotamiento del modelo expansionista, cuando muchos de los inversores que estaban apostando firmemente por el sector turístico canario se vieron acorralados. Por un lado por la propia recesión económica y, por otro, por el elevado apalancamiento de sus negocios.

En esta crisis fue nefasto el papel de la banca para contribuir a la recuperación. Y es que no solo se habían lanzado a avalar proyectos turísticos traspasando la prudencia financiera, sino que habían concedido los créditos a tipos de interés altísimos.

Cuando llegó la crisis fueron además implacables en el cobro de las deudas adquiridas, abocando al cierre del negocio a los inversores más solventes. Una herramienta fiscal, la Reserva de Inversiones de Canarias (RIC), jugó un papel muy significativo en la reactivación del sector.

El estancamiento del 2000. El inicio del milenio coincidió con el incierto panorama de la economía mundial, el desarrollo aún más pronunciado de las nuevas tecnologías y la coincidencia de algunos acontecimientos que contribuyeron a cierta inestabilidad global: el 11S y el SARs, entre ellos. Canarias había aprobado las moratorias y el estancamiento turístico se acentuaba año a año.

En 2008, cuando se inició la gran crisis económica, se habían encendido las señales de alarma al caer los visitantes a 8 millones. Pero los atentados terroristas en destinos competidores del norte de África provocaron un desvío de turistas hacia Canarias que reactivó al destino, sacándolo de su decadencia y llevándolo a registrar sus mayores récords de llegadas.