¿Puedo llamar al fontanero o al electricista durante el estado de alarma si tengo una urgencia en casa? ¿Un mecánico podrá reparar mi coche si sufre una avería? La respuesta a ambas preguntas es sí, aunque con muchas condiciones y con todavía más dudas. Las sucesivas normativas que han ido definiendo las condiciones que rigen el estado de anormalidad en la vida constitucional decretado como consecuencia de la pandemia de coronavirus arrojan algo de luz sobre las incertidumbres pero, al mismo tiempo, siguen dejando un amplio margen a la ambigüedad interpretativa. Esa falta de certezas, unida a las restricciones que imperan durante los anómalos momentos que vive España desde que se desató el brote de la nueva enfermedad, han limitado en gran medida la actividad de los profesionales -de la fontanería, la instalación eléctrica, las tecnologías de la comunicación y la información y los talleres de automoción- que tienen como principal cometido encargarse de que nuestro hogar, nuestros medios de transporte y los útiles que necesitamos para el trabajo funcionen como es debido.

Dudas en las normas

La norma no siempre especifica con precisión qué establecimientos pueden abrir y cuáles están obligados a permanecer cerrados -"qué se puede hacer y qué no", en palabras de Alberto Villalobos, presidente de la Federación Provincial de Empresas del Metal y las Nuevas Tecnologías de Santa Cruz de Tenerife (Femete)-, lo que hace que tanto clientes como empresarios duden y que algunos de estos últimos, que además padecen una fuerte caída de su actividad, opten por hacer una pausa, si se lo pueden permitir, hasta que la situación se normalice. En el caso de los talleres mecánicos, estaban excluidos en un principio de la relación de negocios autorizados a abrir, aunque las autoridades dictaran instrucciones que lo permitían en determinados supuestos.

Así, una orden publicada en el Boletín Oficial del Estado (BOE) días después de la declaración del estado de alarma corregía la omisión, aunque solo para los vehículos de transportes de mercancías o los de servicios sanitarios, de emergencias o de las fuerzas de seguridad, entre otras excepciones. Para el "público en general" los talleres deben estar cerrados, pero de nuevo indicaciones posteriores -en este caso del Ministerio del Interior- han dado a entender que pueden atender reparaciones de urgencia de los particulares, sin que estos puedan acceder al interior del establecimiento, solo dejar su coche allí.

Las limitaciones a la movilidad son otro lastre a la hora de plantearse recurrir a los servicios de estas empresas. Un taller puede estar operativo, pero el ciudadano que quiere llegar a él no sabe si podrá conseguirlo (una queja idéntica a la formulada por los mercadillos municipales y del agricultor, que en muchos casos están abiertos pero con un volumen exiguo de consumidores a causa de estas dificultades para moverse).

Desplazamientos

Además, pese a haberse aliviado, las restricciones a la ocupación de los vehículos continúan siendo un obstáculo. Ahora pueden viajar dos personas en un mismo coche, siempre que el desplazamiento se encuentre dentro de los justificados y que la segunda lo haga en el asiento trasero y en el lugar opuesto al del conductor, pero ¿qué ocurre con las grúas de asistencia en carretera, donde no hay dos filas de asientos?

Esta ambigüedad ya produce suficiente confusión y contribuye a disuadir tanto a empresas como clientes, pero hay mucho más. La escasez de equipos de protección individual (EPI) -mascarillas, guantes, viseras, gafas o gel hidroalcohólico- hace que profesionales como los fontaneros o los electricistas no siempre puedan acudir allí donde los llaman debidamente equipados -para evitar contagiar o ser contagiados del Covid-19-, un problema que afecta a la propia clientela, a la que tampoco le resulta fácil hacerse con este material. Tampoco es sencillo acceder a los suministros que precisan estos profesionales, dado que las ferreterías están cerradas y algunos comercios mayoristas del sector han decidido clausurar su actividad temporalmente, lo que, como han alertado las compañías de seguros -por cuya cuenta actúan muchas veces estas pequeñas empresas o autónomos-, puede dar lugar a problemas de abastecimiento.

Lo excepcional de la situación ha obligado a priorizar unos servicios por encima de otros. Lo hace, claro está, quien puede. Los talleres mecánicos, cuya demanda se ha desplomado en algunos casos hasta cero, no están en condiciones de hacerlo. Electricistas o fontaneros -y las aseguradoras para las que trabajen- tienen claro que ahora lo primero son las urgencias y que el resto puede esperar. "El Gobierno no nos ha mandado a cerrar, así que los que podemos mantenemos las puertas abiertas. El problema es cómo llega el cliente", expone Francisco Roca, que regenta un taller mecánico en Santa Cruz de Tenerife y es, además, presidente de la Federación Canaria de Empresas de Tallares de Reparación de Automóviles. A esto se une que encontrar recambios se empieza a convertir en una misión casi imposible porque "las casas oficiales están totalmente cerradas". Así, relata el caso de un taller en Tenerife que tiene "cinco coches averiados y desmontados" pero no puede repararlos porque no tiene dónde adquirir repuestos, el mismo problema al que se enfrenta otro en La Palma que trabaja para aseguradoras, mientras que un tercero, de Gran Canaria, se ha quedado sin cobrar un trabajo importante porque la empresa que se lo había encargado ha tenido que cerrar sus puertas.

Flexibilización de los ERTE

Ante este panorama, los alrededor de 1.200 talleres asociados a la Federación en las Islas no ven "ninguna luz" y piden que se flexibilicen las condiciones para ejercer su actividad o, al menos, que el sector pueda acogerse a los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) por causas de fuerza mayor.

Alberto Navarro, responsable de Fontanería Navarro, también en la capital tinerfeña, apunta al de los suministros como el principal problema que se ha encontrado estos días. "Como están las ferreterías cerradas, te tienes que desplazar a los mayoristas. Es la única solución", explica. También está encontrando dificultades para obtener el material de protección adecuado. Los problemas que tienen los profesionales en este aspecto son, recalca, "los mismos que los del ciudadano de a pie, que no tenemos dónde conseguirlo". "Cada vez que se tiran -dice- hay que volver a buscarlos por algún lado".

La demanda en estos momentos tan particulares es "bastante poca", pero incluso así las empresas del sector optan por dar prioridad a lo más urgente e inmediato. El resto, "los trabajos para grandes comunidades que no precisan estar en el momento", se está quedando "parado" hasta que pase esta situación. Los clientes están reaccionando bien, asegura, y "por ahora" están siendo comprensivos.

En la otra isla capitalina ejerce su labor Víctor Sánchez, instalador eléctrico. "Nuestra actividad está frenada, como todas", constata. Sánchez, que también preside la Asociación Provincial de Industriales de Electricidad y Telecomunicaciones de Las Palmas (Aielpa), es partidario de que se paren también las grandes obras que aún sigue en ejecución. En ellas, advierte, "hay más de 150 personas trabajando: fontaneros, electricistas, albañiles... Estamos hablando de muchas familias". El problema es que, sin una orden por parte del Gobierno -como la que ha amparado el cierre temporal de los hoteles-, las empresas que participan en estos trabajos incurrirían en incumplimientos de contratos, con las consiguiente responsabilidades legales. Esto podría cambiar después de la decisión del Gobierno de ampliar la limitación del trabajo a las "actividades no esenciales".

"Un problema gordo"

Aunque hasta ahora no ha tenido dificultades para hallar suministros, este empresario sí considera "un problema gordo" la falta de equipos de protección. "Si los hospitales no tienen mascarillas prácticamente para ellos, imagina nosotros", comenta. Todavía hay a quienes les queda "algún guante que otro", pero no ocurre lo mismo con las mascarillas. "No solo nosotros, sino tampoco los clientes. Corres un riesgo, pero no podemos dejar de acudir a las urgencias, no podemos privar a nadie de un bien necesario".

Precisamente a eso, a las urgencias, es a lo que los instaladores de Las Palmas creen que debería limitarse su actividad mientras dure la emergencia sanitaria. Por eso, Víctor Sánchez recomienda a la ciudadanía algo más de "consciencia" sobre la situación que se vive y pide que se eviten las llamadas para trabajos que no sean estrictamente necesarios.

"Tenemos que priorizar los servicios para garantizar los servicios esenciales del sistema eléctrico y de comunicaciones. La sociedad no está en condiciones para soportar que un edificio de viviendas, un centro sanitario, un hospital o supermercado se vean sin suministro porque falle su alimentación de emergencia", añade Sánchez, cuya asociación está integrada en la Federación de la Pyme del Sector del Metal de Las Palmas (Femepa), una entidad en cuyo nombre subraya que "lo imprescindible es que los hospitales y todos aquellos negocios de primera necesidad sigan funcionando". En la situación actual, los principales trabajos que tienden estos profesionales son averías en centros sanitarios, locales de abastecimiento alimentario e instalaciones de servicios esenciales en general.

En cuanto al sector del mantenimiento y reparación de vehículos, los efectos del confinamiento y las restricciones derivadas del estado de alarma están siendo "devastadores", dicen desde Femepa. La falta de clientela es "generalizada" y solo aquellos talleres que tienen concertada la reparación o el mantenimiento de vehículos esenciales para el abastecimiento de la población -mercancías o bienes de primera necesidad- o para garantizar la seguridad, están operativos, pero incluso estos "han visto reducida su actividad a la mínima expresión".

Mantener la actividad

El presidente de la Federación Provincial de Empresas del Metal y las Nuevas Tecnologías de Santa Cruz de Tenerife (Femete), Alberto Villalobos, explica que el sector está "tratando de mantener la actividad". "En la medida en que seamos capaces de hacerlo, a pesar de lo duro que es esta situación, cuando toque arrancar de nuevo será un poco más fácil que si estamos todos prácticamente a cero excepto supermercados y farmacias", apunta el dirigente empresarial. Pero no es sencillo. "Cada uno -puntualiza Villalobos- tiene diferentes escenarios en función de su perfil y su cartera de clientes".

Junto a otras patronales, y "de la mano de la CEOE", Femete ha recurrido a las autoridades laborales para responder a las muchas consultas que formulan los empresarios. "Estamos tratando de ir resolviendo estas dudas, algunas se solucionan y otras no. Pero lo que no hemos conseguido resolver es cómo conseguir las mascarillas, gafas, hidrogeles.... Todas estas cosas que no hay", lamenta el presidente de la Federación del Metal tinerfeña. Las dificultades se acumulan, pero el sector es consciente de la importancia de "mantener el tipo" para que la recuperación sea más rápida. Eso sí, tiene claro que será duro. "Lo pasaremos muy mal".