"Esta última semana se vio a la gente bastante apagada, porque no había clientes. Prácticamente todo el mundo tuvo que tirar mucho producto". Juan Ramón Lorenzo es un veterano hombre del campo -primero ganadero y ahora agricultor especializado en producción ecológica- que ha vivido muchas situaciones complicadas en su trayectoria, pero ninguna como la que ha supuesto la pandemia de coronavirus "Nunca he visto nada igual", constata. Las medidas adoptadas para tratar de frenar el Covid-19 han taponado muchas de las vías con las que cuenta el sector para comercializar su mercancía, mientras que las que siguen abiertas se estrechan cada vez más, bien sea por las restricciones a la movilidad que afectan a la clientela o por la absoluta prioridad que el mercado -concentrado en las grandes superficies y las cadenas de supermercados- está dando a los productos de primera necesidad.

Lorenzo cultiva sobre todo hoja (lechuga, acelgas, espinacas...), aunque también cebollas o brócoli, y vende el género en el mercadillo del agricultor del municipio tinerfeño de Tegueste. Los mercados de proximidad continúan abiertos si así lo decide el ayuntamiento correspondiente, pero eso no significa que funcionen como hasta hace dos semanas. La mayoría de la clientela procede de otros municipios y, en concreto, de las áreas metropolitanas, y en la situación actual no resulta fácil que lleguen, si bien el recinto teguestero ha aplicado "estrictas" medidas de seguridad. "El gerente nos da las pautas que hay que seguir", explica el agricultor tinerfeño. Los compradores mantienen las distancias, tanto con los agricultores como entre ellos en caso de cola y, además, no pueden tocar la fruta y la verdura. Si en el puesto hay dos personas, una atiende a los clientes y la otra se encarga de manipular el dinero, detalla Lorenzo.

El efecto del confinamiento es que, al permanecer en los lugares donde vive, la mayoría de la población acude a las grandes superficies y supermercados, que tienen sus propios proveedores, y ello deja menos espacio a una parte de los productores. Los dirigentes de las organizaciones agrarias han expuesto la necesidad de que la distribución se reoriente hacia esos canales tras el cierre de hoteles y restaurantes, pero -como advertía el lunes la presidenta de Asaga, Ángela Delgado- este proceso no es sencillo ni rápido y difícilmente puede beneficar a todo el sector, que reclama ayudas -aplazamiento de amortizaciones de préstamos e impuestos- para poder sobrevivir.

Quitar viejo, plantar nuevo

Francisco González, de la firma del sector agrario Agryenca, también da salida a toda su producción de hortalizas y frutas en el mercadillo -en su caso, el de Tacoronte-, y aunque las ventas han caído en un 50%, según sus cálculos, el no depender de los canales que han cerrado permite ir "escapando". Aprovechando la ralentización de la actividad que ha implicado la cuarentena, está retirando las cosechas viejas. "Estamos sembrando nuevas para que en dos o tres meses, si esto cambia, podemos estar preparados", explica. Por el momento, percibe descensos de hasta el 80% de productos ecológicos y ha tenido que suspender las actividades de enoturismo que también lleva a cabo su empresa. "La situación es incierta e insegura", resume.

La crisis del coronavirus ha hecho que todo lo que no sean productos de primera necesidad -"el potaje", en palabras de González- pase a un segundo plano. De ahí los problemas que están pasado las flores y plantas o el aloe vera, aunque en este último caso se detecta una excepción, la del aloe para beber, cuyo consumo normalmente es minoritario pero que ha crecido estos días debido al interés de la población por "reforzar el sistema inmunológico", destaca Carlos Marrero, vicepresidente de Afavecan (Asociación de Fabricantes de Aloe Vera de Canarias). Con el resto de las variedades no ocurre lo mismo, aunque el representante de estos productores -que ejerce su actividad en Gran Canaria- equipara el aloe a los productos de primera necesidad. "Debería ser un producto de botiquín. Sirve prácticamente para cualquier emergencia", defiende Marrero, que considera "básico suspender cualquier carga impositiva" mientras se prolonga esta situación.

Jesús Martín es un joven empresario agrícola de Buenavista del Norte, en la Isla Baja de Tenerife. La crisis del coronavirus le ha sobrevenido cuando todavía está consolidando su negocio y le quedan cargas financieras por liquidar. La pandemia y las restricciones dictadas para controlarla han llegado para él, como para todos, tras las acometidas de la larga sequía -agravadas por las insuficientes infraestructuras hidráulicas- y del temporal del pasado mes. Martín trabaja el plátano, las papas -blancas y de color- y el aguacate. A veces, confiesa, le resulta "desalentador" el panorama del sector. "He pasado por todo: conseguir agua, tierra, ayudas desde cero, hacerme un hueco en el mercado.... Este año, la sequía y la polilla de la papa a causa del calor, ventas por debajo del coste en el plátano... Pero esto de ahora, que el mercado se colapse totalmente, nadie lo ha pasado". En su caso, el haber empezado hace relativamente poco implica que sus rendimientos económicos estén todavía a la mitad de su potencial, pero si los precios continúan bajando ese 50% puede reducirse hasta un 25%.

Los productos que cultiva este agricultor se distribuyen en diferentes canales. Las mayores dificultades las tendrá ahora con la papa de color, dada su condición de producto de calidad. Martín se plantea reducir sus márgenes, pero recela de que grandes superficies y supermercados puedan subir precios y eso repercuta en el consumidor. Con la blanca no habrá tantos obstáculos: se seguirá comprando, aunque tal vez en menos cantidades.

Menos transporte

La disminución de las frecuencias de transporte está motivando que los productos de la Sociedad Agraria de Transformación (SAT) El Jable, de Lanzarote, no estén llegando como solían a otras islas del Archipiélago. En este proyecto colectivo trabaja Ascensión Robayna, quien resalta la paradoja que supone que un sector "estratégico y vital" como el primario esté atravesando tantas dificultades cuando más se lo necesita. "El sector está castigado, y esto es una gota más. A perro flaco, todo son pulgas", expone esta agricultora. La agricultura y la ganadería no solo abastecen de alimentos a la población, sino que ejercen una función de conservación de suelos, por lo que, agrega Robayna, precisan de "más sensibilidad" por parte de administraciones y ciudadanía.