¿Qué hace alguien como usted en el confinamiento doméstico?

Cocinar. Mi especialidad son las comidas exóticas. Platos de Oriente Próximo, India, Tailandia. Mis sopas thai son fantásticas.

¡M.A.F.O. entre fogones!

El acrónimo me lo puso Francisco Fernández Marugán, el Defensor del Pueblo, al que sigo tratando pese a esto. A mí no me hace gracia.

Es un privilegio de influyentes.

He estado en puestos de responsabilidad [ocupó las secretarías de Economía, Hacienda, Presupuestos y Comercio], sí; pero nunca he sido ministro.

Tiene autoridad para aventurar qué nos depara la pandemia.

Vamos a pasarlo mal, pero no terriblemente mal.

Consolador, pero poco.

Disminuirá el PIB, habrá pérdida de competitividad y de empleo, caídas en bolsa y sufrirán sectores como el turismo. Pero mientras el virus no contamine a los bancos, la crisis no tendrá nada que ver con la del 2008. No nos encontraremos con la economía parada 10 años, con un 42% de paro juvenil ni con aumentos de deuda pública tremendos.

Dichosos bancos.

Si los bancos centrales dan liquidez suficiente, la máquina no parará y el coste será asumible. De lo contrario, volveremos a tener una crisis muy seria. Aunque, de momento, no parece.

La del 2008 no parecía, y fue.

Muy pocos economistas españoles escribimos que iba a haber una crisis económica. Yo alerté del legado de Rato, de que le iba a estallar a Rajoy y Zapatero. Aun así, en el Banco de España recibimos una carta de unos inspectores que decían que Jaime Caruana, mi antecesor, lo había hecho muy mal, pero acababan afirmando que había que estar tranquilos porque la banca estaba bien.

Usted fue responsable de dar luz verde a un rescate que pagamos todos.

Lo irresponsable era no rescatar. Fue intolerable tener a un presidente como Rajoy que dijo que no metería ni un euro, lo que alarmó a los mercados. En el sistema actual, si no salvas a los bancos, colapsa la economía. ¿Qué son 20.000 millones al lado de la parálisis de la economía?

Hubo economistas que abogaban por dejar caer a los bancos.

Solo se dejó quebrar a Lehman y la que se organizó.

Sin embargo, ahora sostiene que no hay que proteger a los bancos.

Yo digo que si uno tiene un sistema de dinero público y seguro -que los depósitos estén en el banco central, como pasó con la emisión de billetes-, el Estado no necesita gastarse 20.000 millones, ni dar liquidez a los bancos, ni hacer un seguro de depósitos. En el sistema de mercado, al tener dinero público, se le puede decir a los bancos privados: “Hagan lo que quieran”. Liberalizar la banca me parece socialdemócrata.

Del Banco de España, ¿salió con dolor o con sentimiento de culpa?

De culpa, cero. Hice lo que había que hacer. UPyD acusó al Banco de España de haber hecho las cosas mal en el asunto de Bankia. Hubo ocho personas investigadas, el juicio duró casi un año y al final la justicia dijo que el Banco de España no había tenido nada que ver.

Zapatero le dejó de lado, después de encajar puyas por ser socialista.

Yo dejé el partido en el 2000 para poder escribir artículos con libertad. Pero la socialdemocracia me sigue pareciendo la mejor solución para un país: tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario.

¿Su progresismo por dónde pasa?

Soy socialdemócrata en lo económico y liberal, en los temas personales. Hoy lo que más me preocupa es la desigualdad infantil. Una de las cosas buenas del Gobierno de Pedro Sánchez -y no me gusta nada eso de derogar la reforma laboral- es haber creado un comisionado para la pobreza infantil. Es la más difícil de corregir.

¿Tuvo usted una infancia plácida?

Sí. Mi abuelo llegó a Madrid, empezó por abajo y acabó dirigiendo un hotel. Yo nací en una burguesía ilustrada.