"La empresa va bien". Lo asegura José Sánchez Rodríguez, el emblemático empresario grancanario que comanda el no menos conocido grupo empresarial cuya matriz es José Sánchez Peñate. Asido a un plan de viabilidad, el negocio lucha por enderezar el rumbo que había torcido un endeudamiento excesivo. Desde hace dos años y medio, dato que aporta el propio Sánchez, las riendas del negocio las sostiene la consultora KPMG.

¿Hasta qué punto va bien la compañía? Desde luego ha vivido tiempos mejores. El beneficio bruto de explotación (Ebitda) declarado en las últimas cuentas depositadas en el registro, las correspondientes a 2018, es de -6.003.864 euros. El espacio para el consuelo se abre al echar la vista un poco más atrás y comprobar que en 2017 esa misma variable se situó en los -9.457.657. La mejoría del panorama en un año fue, por tanto, del 36,5%.

No es suficiente, sin embargo, para atender cuestiones tan perentorias como el normal pago de las nóminas. A pesar de que José Sánchez Rodríguez asegura que los trabajadores -374 en el año 2018- "pueden estar tranquilos", lo cierto es que durante el año pasado, la empresa solo abonó una de las cuatro pagas que contempla el convenio colectivo.

En febrero, la plantilla percibió sus salarios en dos entregas, los días 4 y 11. En el mes en curso, el primer plazo se atendió el día 2, el segundo se espera también para el día 11. "Por operativa de caja", resta importancia Sánchez, propietario en primera persona del 9% de los títulos del grupo. De todas estas irregularidades tiene constancia el Tribunal Laboral de Canarias.

Falta de transparencia

A pesar de todo ello, los empleados que quisieron trasladar su testimonio coinciden en mostrar un deseo inequívoco de que se terminen todos los problemas cuanto antes. A cambio, les gustaría que se les hiciera partícipes o, por lo menos, conocedores de las decisiones que les atañen. Por ejemplo, que también ocurre, para saber por qué un mes se encuentran con recortes que van desde los 85 hasta los 125 euros en función del nivel salarial que ostentan.

En 2018 las ventas crecieron un 5,6% con respecto al ejercicio anterior hasta alcanzar los 55,5 millones de euros. "Todavía no podemos decir nada, pero en breve tendremos buenas noticias", asegura Sánchez Rodríguez, administrador único de Josilac SL, mercantil que preside JSP.

De concretarse, no será la primera campana salvadora que suene in extremis en favor del grupo empresarial. En octubre de 2018, el Juzgado de lo Mercantil número 2 de Las Palmas de Gran Canaria bendijo la refinanciación del pasivo acumulado con los bancos. Pero sepamos primero cómo se llegó hasta ese punto de máxima tensión.

La deuda a corto plazo, que en un primer momento se convirtió en un lastre, terminó por suponer una verdadera amenaza para la continuidad del negocio. En 2014, JSP se encontró con que debía hacer frente a obligaciones de pago por valor de 34,31 millones de euros en el corto plazo.

Ese mismo año, el grupo decidió desprenderse del 42,46% de las participaciones de Industria Panificadora José Sánchez Peñate SL para dar entrada a un socio industrial como Berlys Corporación Alimentaria SA, del navarro grupo Monbake. La operación supuso la llegada de 2,5 millones de euros y dejó abierta la puerta al ingreso de otros 1,5 millones en función de la marcha del Ebitda.

Otra vía para captar liquidez fue la venta de activos ajenos a la actividad principal de JSP. Entre ellos, los 101 apartamentos que integraban el complejo Sun Royal. El comprador fue Hotel Royal Playa Blanca SL, que desembolsó 2,2 millones de euros y 101 participaciones de Explobeach SL (824.665 euros más). Después, deshizo posiciones en Inversiones Turísticas Playa Blanca SL, operación que reportó otro millón de euros a sus cuentas.

Sin embargo, el apalancamiento continuaba siendo excesivo. Sobre todo teniendo en cuenta el escaso periodo de tiempo con que se contaba para su amortización. Las estrategias para captar capital no supusieron más que un lifting. Los 34,3 millones de euros que se debían en 2014, tan solo se lograron reducir a 27,7 millones (2016).

Con el añadido de que el camino tomado no conducía sino al desierto a juzgar por el espejismo que generó. Los intereses financieros y la ausencia de nuevos desprendimientos de patrimonio provocaron que en 2017 las circunstancias fueran aún peores -36 millones de euros de deuda a corto plazo- que las existentes tres años antes.

José Sánchez Rodríguez decidió apostar entonces por abrir las ventanas y permitir así la entrada de la consultora KPMG para gobernar el timón. Y con ella llegó un acuerdo marco de refinanciación que terminó por reducir la deuda a corto a 5,9 millones de euros y engordar la de largo plazo hasta los 32,1 millones.

Fue necesaria la intervención de la Justicia para homologar la operación, ya que no todos los bancos aceptaron motu proprio el aplazamiento de los pagos. En cualquier caso, el hecho es susceptible de anotarse en el epígrafe de éxitos. Incluso sirvió para contar con financiación adicional por valor de 3,9 millones de euros, que tuvieron que devolverse en otoño del año pasado, para dar forma a la reestructuración operativa diseñada para el grupo.

"Solo resta una financiación complementaria", explica Sánchez Rodríguez sin detallar cuál será la procedencia de esos nuevos fondos. Los rumores de la llegada de nuevos socios se suceden y, a juzgar por la descripción que hace del negocio su principal valedor, novias no deben faltarle.

Tres cuartas partes (73,3%) de las ventas de JSP tienen por escenario el Archipiélago. "Somos la primera industria alimentaria de Canarias, pero vendemos también en la Península", detalla el principal representante de la empresa, que además explica que su producción llega hasta Alemania de la mano de Lidl, de la que son proveedores. "En África estamos solo en Mauritania, pero estudiamos ir a Senegal", relata Sánchez.