No hay mal que cien años dure, y menos para los mercados. A la sacudida inicial que ha supuesto la entrada y rápida propagación del coronavirus en Europa, le siguieron ayer los primeros números verdes de la semana. Tímidos en la mayoría de los casos, excepción hecha del MIB italiano, que recuperó un 1,32%.

Con todas las precauciones que exige el desconocimiento de la evolución futura, el capital comienza a digerir el "cisne negro", como ayer se refirió al impacto que ha generado la propagación del virus el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna, José Ángel Rodríguez, citando la teoría desarrollada por el libanés Nassim Taleb. "Además afecta a algo tan sensible como la salud", enfatizó.

La paradoja de Milán

Resulta paradójico que fuera Milán el escenario del cambio de sentido más sólido de la bolsa. Es la capital de Lombardía, la región que, junto al Véneto, se ha intentado sellar con mayor ahínco para poner puertas al monte del mundo globalizado. En cualquier caso, tan solo una paradoja que sucede a la principal: Italia fue el primer país europeo que suspendió las conexiones aéreas con China.

El presidente de la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo (FEHT) de la provincia de Las Palmas, José María Mañaricua, recomendó ayer apartarse de la querencia por situar la responsabilidad en un lugar concreto. "Primero señalamos a China y después, a Italia; abogaría por no hacer esto, porque antes o después alguien acabará por señalarnos a nosotros", expuso.

El IBEX 35 español logró crecer un 0,71% tras acumular un 6,43% de caída en las dos primeras sesiones de la semana. Y eso que el inicio de la jornada amenazó con colocar al selectivo por debajo de los 9.000 puntos. Sin embargo, el récord de beneficio comunicado por Iberdrola -un 13% más que en el ejercicio anterior¬- se convirtió en la motivación que aguardaban los inversores.

La energética lideró las alzas en el parqué con un 5,11%. Le siguieron Mediaset (3,8%) y Sabadell (2,76%). En el lado contrario, Cellnex (-2,04%) fue la compañía que peor parada salió, tras dar a conocer pérdidas por nueve millones de euros en 2018.

Otras dos grandes plazas europeas como Londres (0,34%) y París (0,07%) se sumaron a las ganancias, camino que no pudo seguir Fráncfort, que cerró con pérdidas del 0,12%. En esa misma senda negativa se mantuvieron todos los mercados asiáticos: Corea del Sur (-1,28%), Shanghái

(-0,83%), Tokio (-0,79%) y Hong Kong (-0,73%).

Otros "cisnes negros"

"Hemos asistido a la aparición de otros cisnes negros", relato Rodríguez, "y pasaron". Es decir, por grandes que sean el golpe y la sorpresa los mercados terminan por entender que el miedo y la paralización no les conduce a nada bueno. Ahí están la sacudida que supuso la irrupción del terrorismo internacional, por ejemplo, con ataques a grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Nueva York, Londres o París, entre otras.

No obstante, los ligeros avances registrados ayer merecen también una cuarentena. No puede colegirse que los inversores hayan amortiguado ya el golpe totalmente -"capacidad de digestión hay", aseguró el catedrático de la Universidad de La Laguna-, pero sí que tienen enormes deseos de ver el final del túnel. "El miedo acompaña la aparición de nuevos casos y se multiplican comportamientos irracionales como el encierro en casa para no contagiarse o la acaparación de bienes; sirva como muestra el caso de las mascarillas", señaló José Ángel Rodríguez. Sobre todo porque la información "no es buena" -crecen los bulos- y a ello se une "la inexistencia de una experiencia anterior".

¿Cuándo se podrá dar por superada económicamente la minicrisis? "Cuando se generalice la sensatez", continuó. Es decir, cuando la razón se imponga por encima de los movimientos poco reflexivos de la masa. Entonces los mercados dejarán de temer potenciales reducciones drásticas del consumo o cualquier otra amenaza.

Tampoco hace falta acudir a las bolsas para comprobar la inquietud del capital. Es más, los parqués no son sino el reflejo de lo que sucede en el seno de las empresas. Un ejemplo claro lo constituye Lufthansa, aerolínea que ayer dio a conocer un programa de acciones para aminorar los efectos del coronavirus.

Vacaciones no pagadas

Entre las iniciativas, la compañía aérea alemana incluyó vacaciones no pagadas a sus empleados. Es decir, los manda a casa por un tiempo reduciendo la masa salarial. Además, "todas las nuevas contrataciones serán reevaluadas, suspendidas o diferidas para una fecha posterior", detalló ayer la empresa a través de un comunicado.

Ahora bien, ¿hasta qué punto merece esa estrategia el calificativo de sobrerreacción? ¿Cómo puede distinguirse entre si constituye una actuación lógica para mantener el buen estado de la empresa o se trata del aprovechamiento de una circunstancia para meter en cintura las cuentas en un sector como el transporte aéreo en el que la rentabilidad se ha encarecido notablemente en los últimos diez años?

La cuestión también merece una parada en el análisis del contexto en que se produce la aparición de la posible pandemia. No es lo mismo que el cisne negro surja en un escenario de robusta solidez a que lo haga en un momento en el que las amenazas de inestabilidad son muchas. Los efectos del brexit, la falta de un acuerdo para cerrar el presupuesto de la Unión Europea 2021-2027, la guerra comercial Estados Unidos-China, la carrera por el 5G... Todos estos factores mantenían en constante alerta a los inversores.

Había una agenda establecida en la que se marcaban las prioridades y las urgencias. La irrupción del coronavirus "la trastoca diariamente", explicó el catedrático de Economía Aplicada. La clasificación de los asuntos por la atención que requieren merece una revisión prácticamente diaria.Los protocolos, desbordados

No obstante, el propio catedrático expuso la ausencia de miedo a la que se refieren algunos teóricos de la complejidad. La aparición de fenómenos como el coronavirus conforman un estado de opinión que desborda los protocolos convencionales y eso trasciende al comportamiento de los ciudadanos; consumidores en última instancia. "Todas las soluciones simples son catastróficas", relatan esos pensadores, recordó Rodríguez, y la complejidad también trae algunas oportunidades.