Los Estados Unidos (EE UU) de Donald Trump se están empleando a fondo para impedir que Huawei, el gigante chino de las telecomunicaciones, participe en el desarrollo e implantación en Europa del 5G, la revolucionaria quinta generación de telefonía móvil. Washington lleva meses enfrascado en una guerra con Huawei que libra en un doble frente: el judicial, en el interior del país, y el de las abiertas amenazas a los aliados europeos. La ofensiva alcanzó su cenit en la Conferencia de Seguridad de Múnich, los pasados días 15 y 16, y se prolongó esta última semana con la visita a Europa de un alto cargo del departamento de Estado. La cita de Múnich dejó el amargo sabor de que la brecha trasatlántica abierta por el acceso de Trump a la Casa Blanca sigue agrandándose. Ya no se trata de que Europa pague más por su Defensa. Lo que Washington pide ahora es un cierre de filas en su choque multifrontal con China que, tras la frágil tregua alcanzada en el terreno comercial, se focaliza en Huawei y el 5G, tecnología cuyos primeros pasos plenos se esperan en España para el segundo semestre de este año.

En Múnich, el secretario de Defensa de EE UU, Mark Esper, expuso el conflicto en tres fases. Primera, o marco geopolítico: "Tenemos que despertar ante el desafío chino y su manipulación de las reglas del orden internacional, ya que el Partido Comunista chino avanza cada vez más deprisa en la dirección incorrecta, con más represión interna, más prácticas económicas depredadoras, más mano dura, y una postura militar más agresiva". Segunda fase, o caso particular: "La colaboración con Huawei hará vulnerables los sistemas estratégicos de nuestros aliados a ataques, manipulación y espionaje". Tercera, o seria amenaza: "Si no comprendemos el riesgo que supone Huawei y no hacemos algo al respecto, al final la OTAN, la alianza militar más exitosa de la historia, se verá comprometida". El epílogo lo puso el secretario de Estado, Mike Pompeo, con trompetería apocalíptica: Huawei es "el caballo de Troya de China" en las campañas de desinformación que condicionan los procesos electorales occidentales. Una acusación que enlaza directamente con las denuncias de Washington de que Huawei ha sido dopada por Pekín con hasta 68.000 millones de euros en los últimos diez años.

La pasada semana, Robert Strayer, subsecretario de Estado adjunto de EE UU, estuvo en Madrid, dentro de una gira europea que le ha reunido con autoridades y responsables de empresas del sector para transmitirles un mensaje nítido: Washington quiere a Huawei fuera del 5G europeo y ya no le vale su exclusión del corazón de la nueva red, una precaución estratégica de Seguridad que muchos Estados aceptan. La quiere ausente de todas las etapas del despliegue. De lo contrario, sugirió Strayer, EE UU se reserva la posibilidad de dejar de compartir con sus aliados información de inteligencia militar o policial, como la que, en el caso de España, se dirige a prevenir atentados terroristas.

La respuesta del Gobierno español llegó apenas un día después: no hay "ninguna posibilidad" de que se aplique ese tipo de represalia si España decide contar con Huawei. Da la impresión de que Madrid sabe lo que dice, ya que mientras Esper y Strayer lanzaban sus rayos, fuentes solventes de la Casa Blanca descartaban interrupciones en la información de Seguridad, aunque sí dejaban entrever que habría que revisar a fondo los protocolos.

En realidad, la situación parece ser la siguiente. Las firmas estadounidenses y europeas, a cuya cabeza están la finlandesa Nokia y la sueca Ericsson, llevan notable retraso respecto a Huawei y otras empresas chinas en el desarrollo de la tecnología 5G. Además, Europa no quiere esperar, por lo que no puede prescindir de Huawei. De modo que todos los llamamientos de Washington han caído en saco roto. En particular, el lanzado por Trump al británico Johnson, quien pese a todas las demostraciones de mutua amistad y brillante futuro compartido tras el brexit ha admitido que el retraso de Reino Unido es muy acusado y, en consecuencia, dio luz verde a Huawei a fines de enero.

Solo restricciones

Londres sólo ha impuesto algunas restricciones sobre cuotas de mercado y la exclusión estratégica de centros militares y centrales nucleares.

Dentro de la Unión Europea, que ha dado libertad de elecciones a los países miembros, Alemania y Francia marcan el paso a los demás socios y han optado por una solución en parte alineada con la de Johnson: protegerán sus instalaciones sensibles, darán preferencia a las empresas europeas, pero tendrán en cuenta a Huawei cuando, y eso lo que hoy por hoy ocurre, ofrezca mejores y más baratas soluciones.

En cuanto a Estados Unidos, que ha demandado a Huawei en sus propios tribunales por crimen organizado, robo de secretos comerciales, blanqueo, obstrucción a la justicia y violación de sanciones, el país está en todo un callejón sin salida. Necesita que Europa dé alas a firmas como Ericsson y Nokia, para que empresas estadounidenses como Dell, Cisco, Juniper o VMware puedan asociarse con ellas y desarrollar el 5G en EE UU. Esa es la clave de sus alharacas.