Se llama 5G a la quinta generación de telefonía móvil. Cuando esté del todo desarrollada permitirá transmitir datos cien veces más deprisa que el actual 4G, con descargas a 20 gigas por segundo. El 5G hará realidad tanto el ahora incipiente internet de las cosas como las ciudades inteligentes, pero también el proceso eficaz del big data, con todas sus implicaciones comerciales y políticas. La pega del 5G es que las transmisiones se hacen en ondas de muy alta frecuencia, que permiten más velocidad y caudal de datos, pero tienen dificultad para penetrar paredes, ventanas o tejados, y se vuelven muy débiles a larga distancia. Esto exigirá a las operadoras instalar millones de repetidores en postes de la luz, paredes de edificios e incluso en el interior de las viviendas. De ahí que si la investigación y el desarrollo de la tecnología 5G requiere ya fuertes inversiones, construir la infraestructura tendrá un altísimo coste añadido.

Se estima que llevarla a todos los rincones de EE UU requerirá unos 300.000 millones de dólares. En España, solo Vodafone ofrece de momento cobertura 5G, en quince ciudades. Pero lo hace con la tecnología NSA ( Non Stand Alone) , un paso intermedio hacia la tecnología final, la SA ( Stand Alone). La NSA tiene ya una velocidad de descarga muy similar a la que tendrá la SA, pero su velocidad de transmisión de los datos que luego se descargarán es mucho menor. Las redes SA no llegarán a España hasta que, en el próximo mes de junio, la TDT complete su transición, desplazando de frecuencia los canales televisivos para dejar libre la banda en la que deben operar las nuevas redes.