La política de mano dura de Donald Trump contra el régimen castrista ha dado la puntilla a las relaciones comerciales entre Canarias y Cuba y ha sumido en la incertidumbre a las empresas isleñas con sucursales o delegaciones en La Habana. El revés que el país caribeño sufrió en 2016 por el desplome de Venezuela -su tradicional aliado- provocó que las entidades del Archipiélago comenzaran a retirarse del mercado cubano y a llevarse sus productos a otros destinos. El goteo de empresas canarias que deciden dejar de exportar a La Habana, que atraviesa su peor momento económico desde la gran crisis de los noventa, ha sido constante en los últimos años y prácticamente definitivo desde que Trump llegó a la Casa Blanca.

Solo una quincena de firmas isleñas siguen teniendo a Cuba como destino de sus productos. Es más, la factura de las ventas de Canarias al país caribeño se ha hundido un 86% desde los máximos de 2012, con Barack Obama en la Presidencia de los Estados Unidos (EE UU). Por si fuera poco, las empresas de la Comunidad Autónoma con delegación física en La Habana ven con temor la reactivación de la polémica Ley Helms-Burton, la última vuelta de tuerca de Trump en su ataque contra el castrismo y que ha terminado de instalar un clima de sospecha generalizada en el país caribeño.

El 11 de octubre, el vicepresidente ejecutivo y consejero delegado de Meliá, Gabriel Escarrer, recibió una misiva de la Administración estadounidense para avisarle que en 45 días tendría prohibida la entrada al país. ¿Por qué? Porque los hoteles de Meliá en Cuba se asientan, supuestamente, sobre terrenos que en su día fueron expropiados a estadounidenses -nativos o naturalizados- tras la Revolución de 1959. Así lo determina la Ley Helms-Burton, la misma que nació en 1996 en respuesta de EE UU al derribo de dos avionetas norteamericanas por parte de Cuba y cuyos dos apartados más polémicos -los títulos III y IV- habían quedado en suspenso hasta la llegada de Trump. De momento no hay constancia de que ningún empresario canario haya recibido una advertencia como la enviada a Escarrer, pero la reactivación de la Helms-Burton es el último paso de la recuperación de la política de embargo en toda su extensión, lo que ya están notando las empresas canarias que operan en Cuba.

El empresario Israel Bello, administrador único de Ibadesa Canarias (Ibadecan), una de las firmas más veteranas con presencia física en Cuba, explica que no han recibido notificación alguna desde la Administración estadounidense pero confirma que el endurecimiento de las relaciones entre EE UU y el país caribeño es perceptible y preocupante. "Nosotros trabajábamos con bancos españoles con los que no teníamos ningún tipo de problema, y ahora sí nos piden aportar una serie de documentos, justificar cosas que antes no justificábamos, que la procedencia de la mercancía no sea americana, que no estemos haciendo una venta paralela de esos productos...", detalla Bello, que agrega que el miedo ha calado incluso en las grandes compañías. "Multinacionales que operan con Estados Unidos y también con Cuba y que de repente dicen que no pueden actuar, no pueden vender o no pueden suministrar sus productos cuando no son de origen americano, sino de origen europeo", ahonda.

El máximo responsable de Ibadecan, que se dedica a los productos farmacéuticos y que lleva en Cuba desde 2002, expone que hasta un 80% del negocio de su empresa se origina en el país caribeño, de ahí la importancia de la estabilidad para la prosperidad de su negocio. En este sentido, Bello hace un llamamiento a las instituciones nacionales y europeas en defensa del empresariado español en Cuba. España es, de hecho, el segundo inversor mundial en la isla. "Esperamos que nos apoyen para no perder esa posición, porque en solo unos años hemos pasado de Obama, de la apertura, de casi suspenderse la Ley Helms-Burton a, de nuevo, la época dura, a cosas que no ocurrían desde hacía 30 años", enfatiza.

Ese cambio radical de Obama a Trump queda de manifiesto en la evolución de la relación comercial entre Cuba y Canarias, que floreció con el primero para casi morir con el segundo.

Cuando Obama llegó a la Presidencia de los EE UU, apenas ocho empresas canarias vendían sus productos en Cuba regularmente, es decir, que no se limitaban a uno o dos envíos, sino que se jugaban en La Habana parte de su cuenta de resultados anual. La facturación conjunta no llegaba a 6,5 millones. Obama aterriza en la Casa Blanca en 2009, y en los años sucesivos el número de empresas canarias con intereses en el país caribeño no deja de crecer: 16, 23, 45... Y tampoco deja de crecer el volumen de los intercambios comerciales: 10,8 millones, 13,8 millones, 17 millones... El máximo se alcanzaba en 2012. Ese año, en el ecuador del doble mandato de Obama, hasta 56 empresas isleñas exportaban a Cuba con asiduidad -lo hacían al menos desde 2009- y los intercambios entre el Archipiélago y el Estado caribeño se disparaban hasta prácticamente 40 millones de euros. Hoy, tras el empeoramiento económico que comenzó en 2016 y el ascenso de Trump, solo siguen apostando por Cuba 15 de aquellas 56 empresas, y aquel negocio de 40 millones se ha quedado en unos 5,5 millones. Es decir, siete de cada diez empresas, exactamente un 73%, han dejado de exportar a Cuba; y el montante de los intercambios comerciales se ha hundido un 86%.