La empresa familiar española tiene por delante varios retos. Junto al de la continuidad -menos de la mitad de estos negocios sobrevive a la primera generación-, destaca el de crecer. Ganar tamaño supone avanzar en competitividad y, por ello, un requisito ineludible para mantenerse en el mercado. Canarias no es una excepción en este sentido, pues la mayoría de sus empresas familiares son de pequeñas dimensiones, lo que las hace más vulnerables. Sin embargo, el Archipiélago aventaja a la gran mayoría de las comunidades autónomas en este aspecto.

El Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) ha estudiado el nivel de competitividad de las empresas españolas controladas por familias, clasificándolas en cuatro grupos: superiores, sólidas, modestas y frágiles. Los dos primeros corresponden a las que tienen un tamaño mediano o grande. En Canarias, las de ambas categorías suponen un 17,3% del total -un 15,6% las sólidas y un 1,7% las superiores-, solo por debajo de Madrid, donde representan un 17,9%. Tras las Islas se sitúa Murcia, región en la que las firmas más competitivas son el 15,7% de las de capital familiar. En el otro extremo figuran Cantabria y el País Vasco, con el 10,2% y el 10%, respectivamente.

El Observatorio de Gobierno, Estrategia y Competitividad Empresarial del IVIE -dirigido a analizar la situación de la Comunidad Valenciana pero que incorpora datos de todas las autonomías- recuerda que el tamaño medio de las empresas es "un factor comúnmente asociado" a su competitividad y a su mayor contribución al empleo y a la creación de valor añadido. Canarias cumple con esta regla: las empresas catalogadas como superiores aportan el 44,7% de los puestos de trabajo dentro del global de los negocios familiares -una cifra que únicamente supera la Comunidad Valenciana, con un 52,7%-, mientras que las clasificados como sólidas generan el 26,5% -el séptimo registro más alto del país, tras los de Madrid, Baleares, Galicia, Asturias, Cataluña y Castilla y León-. Además, ambas categorías -superiores y sólidas- crean el 82% del valor añadido que aportan las empresas familiares en las Islas, la segunda proporción más elevada de todo el mapa autonómico después de Baleares (83%).

Pero las dimensiones de la empresa no son el único elemento que explica su nivel de competitividad. La estructura de propiedad y el sistema de gobierno de las firmas también actúan como factores vinculados a sus posibilidades de continuidad y crecimiento. Es en estos aspectos donde las empresas familiares canarias tienen su punto débil. Así, el Archipiélago es la región con una menor proporción de negocios familiares medianos y grandes -sólidos y superiores- que tienen dos o más accionistas, solo un 59,1%, más de trece puntos por debajo de La Rioja, la comunidad que, con un 72,8%, ostenta el liderazgo en este aspecto. Lo mismo ocurre con las empresas pequeñas -modestas y frágiles-, de las que solo un 54,6% tiene el capital en manos de más de una persona, de nuevo a mucha distancia de La Rioja, donde el porcentaje de negocios familiares con una propiedad más dispersa alcanza el 74,4%.

En cuanto a los sistemas de gobierno, la empresa familiar se caracteriza por el escaso uso de órganos de carácter colectivo. Solo el 32,7% de las de tamaño mediano y grande en Canarias cuentan con consejo de administración, la proporción más reducida del país, inferior en más de 17 puntos a la de Navarra, la comunidad en la que más frecuente es el gobierno colectivo de este tipo de entidades. En el caso de las empresas familiares más pequeñas, apenas el 27,9% dispone de consejo de administración, un porcentaje que solo sobrepasa el de la Comunidad Valenciana (26,6%) y que se encuentra casi 16 puntos por debajo de los registros de Castilla y León.

El IVIE aclara que "la figura del administrador único no indica que la empresa esté necesariamente peor gobernada", pero destaca que "estas buenas prácticas facilitan los procesos de sucesión, la perdurabilidad de los modelos de negocio y la adopción de perspectivas más abiertas".