El uso de cigarrillos electrónicos no mina las intenciones de dejar de fumar, al igual que tampoco normaliza el consumo de tabaco. El mercado del vaping -en el punto de mira por las muertes asociadas al uso ilegal del acetato de vitamina E, una sustancia que se usa como aditivo en algunos productos para cigarrillos electrónicos que contienen THC en EEUU- lucha por una regulación adecuada y contra la desinformación. Los expertos y el sector coinciden en que la prohibición o una reglamentación asfixiante no solo sepultaría una alternativa al humo hasta un 95% menos dañina, sino que también se convertiría en la puerta de bienvenida al mercado negro.

La investigadora del departamento de Salud y Ciencias del Comportamiento de la Universidad College de Londres, Sarah Jackson, se pronunció de forma rotunda sobre este asunto en la séptima cumbre anual sobre el cigarrillo electrónico celebrada recientemente en la Royal Society de la capital británica bajo la denominación Ciencia, Regulación y Salud Pública. Para Jackson, vapear no solo no merma las posibilidades de abandonar el tabaco de combustión, sino que en su exposición concluyó que tampoco está demostrado que los usuarios duales -aquellos que alternan ambas modalidades- tengan menos opciones de abandonarlo.

Jackson no es la única en pronunciarse en este sentido. El profesor de Psicología Clínica de la Universidad Queen Mary de Londres, Peter Hajek, también se sitúa en esta línea e, incluso, va más allá. Hajek sostiene que hay ensayos que apuntan a que los vapeadores, cuando son suministrados de forma proactiva, son efectivos para ayudar a dejar de fumar tanto en entornos clínicos como fuera de ellos. Echa por tierra, además, una de las críticas que más duro golpea al sector: los cigarrillos electrónicos no empujan a comenzar a fumar.

Controversia sobre los jóvenes

Si bien existe bastante controversia sobre si los jóvenes son especialmente vulnerables a este tipo de dispositivos -en ocasiones se señala a los sabores como medio de reclamo para los adolescentes-, el profesor emérito de Psicología de la Salud de la Universidad College de Londres, Martin Jarvis, esgrime que no existe evidencia alguna en la Encuesta Nacional de Tabaco Juvenil de la Food and Drug Administration, la agencia estadounidense encargada de la regulación de alimentos y fármacos, que haga pensar que los vapeadores alientan a los jóvenes al tabaquismo. Jarvis expuso durante su presentación que cuatro de cada cinco estudiantes de secundaria -el 80% de los encuestados- ya habían probado antes el tabaco de combustión.

Tanto el sector como la comunidad de expertos apuntan a la necesidad de apoyarse en evidencias científicas a la hora de regular y por eso llaman a separar la paja del trigo en el caso de EEUU. El país estadounidense acumula decenas de muertes y miles de personas con afecciones pulmonares tras vapear con dispositivos adulterados con acetato de vitamina E, tal y como indicó el propio vicepresidente de la Sociedad Norteamericana contra el Cáncer para el Control del Tabaco, Cliff Douglas. Hay que tener en cuenta, además, que en el continente europeo el volumen de nicotina que lleva el vapeador no puede superar los 20 mililitros, algo que no sucede en EEUU.

El desarrollo de políticas que tengan en cuenta que los cigarrillos electrónicos, aún sin ser inocuas, pueden reducir en un 95% los riesgos, es otra de las banderas del sector y una de las conclusiones del panel de expertos. Precisamente JTI, uno de los líderes mundiales en la producción de tabaco, abrió las puertas de su sede en Weybridge para poner en valor su apuesta por este segmento, un mercado al que se lanzó en España a principios de noviembre con Logic Compact, un vapeador ya presente en 19 mercados.

Revisión de la directiva

En pleno debate sobre la revisión de la directiva europea sobre el tabaco, la compañía apuesta por una reglamentación y tributación proporcionada que no constriña al sector antes incluso de desarrollarse. La razón principal reside en que se daría portazo a las alternativas menos dañinas al humo -que no se presentan como un modo de comenzar a fumar- y, de paso, a la investigación dirigida a la reducción de riesgos.

Leticia Vazquez Santos, gerente de Asuntos Corporativos de JTI, explicó ante un grupo de periodistas llegados de diferentes partes del mundo que la multinacional tabaquera demanda una regulación adecuada basada en evidencias científicas para garantizar la calidad y seguridad del producto, algo que a su vez facilita la elección informada del consumidor. "JTI está lista para cooperar y compartir experiencia relevante durante cada paso del proceso", apuntó.

La comunicación científica y la lucha contra la desinformación se posiciona como otra de las parcelas a conquistar por el sector. La profesora de Salud Pública de la Universidad de Edimburgo, Linda Bauld, resalta que comunicar la investigación y mejorar la comprensión de la regulación "es clave", por lo que invita a no dejarse llevar por las informaciones negativas que enfatizan el riesgo "e ignoran las oportunidades de reducción del daño del tabaco".

La cada vez más cercana desconexión de Reino de la Unión Europea (UE) es vista por la Asociación de la Industria del Vapeo -UKVIA, por sus siglas en inglés- como una oportunidad. La entidad promueve, de hecho, la implicación de la industria en el diseño de un nuevo marco regulatorio para evitar políticas erróneas. Un aumento en el límite del tamaño de la botella del líquido del dispositivo o la flexibilización de las restricciones publicitarias centran algunas de sus demandas. Pero estos aspectos no son los únicos en los que la asociación vuelca su atención. La lucha contra la percepción negativa del vapeo es otro de los caballos de batallas de la entidad -integrada, entre otras compañías, por JTI-. Las muertes y enfermedades pulmonares registradas en EEUU por vapear con dispositivos adulterados han golpeado con dureza al mercado de los cigarrillos electrónicos, que busca poner las tildes sobre las íes para evitar confusiones. Pero queda mucho por hacer en este aspecto. Entre 2013 y 2018, según datos aportados por la propia Asociación de la Industria del Vapeo, el volumen de británicos que consideraban los cigarrillos electrónicos más dañinos que el tabaco tradicional -el de combustión- se ha cuadruplicado prácticamente, al pasar del 7% al 25%.