Vuelven a finales de los sesenta a Gran Canaria tras una larga etapa de estudios y trabajo en Madrid y en el extranjero. En sus maletas llevan algo poco habitual entre los jóvenes de la España franquista: conjugan en su currículum las carreras de Derecho, Economía y Sociología. La experiencia en el exterior y sus conocimientos desembocan en Desarrollo y subdesarrollo en la economía canaria (Guadiana 1969), un libro que constituye todo un reto a la dictadura y que con el tiempo se convierte en un clásico. Cincuenta años después hay que volver al texto de Óscar Bergasa Perdomo y Antonio González Viéitez para desentrañar el proceso socioeconómico del Archipiélago.

¿El libro se cuaja durante la etapa del Centro de Investigación Económica y Social de la Caja Insular (CIES) de Ahorros de Canarias?

González Viéitez: Sí, nosotros previamente habíamos trabajado en el CIES con publicaciones muy relacionadas con todo esto...

Óscar Bergasa: La primera publicación que existió sobre la economía canaria era el informe anual, en 1966...

G. V: En 1967, fue el Boletín del CIES... El primero fue el tuyo, sobre la devaluación, pero que tenía un carácter global. Ya sobre Canarias fue, en efecto, Economía Canaria 1967.

O. B.: Lo curioso es que publiqué un pequeño trabajo, lo que los redichos llaman un opúsculo, sobre la crisis internacional del año 1967, que se llamó La devaluación de la peseta.

¿Pero digamos que la consecuencia de esta actividad fue el libro?

G. V.: Óscar y yo estuvimos trabajando en Madrid durante un montón de tiempo, también habíamos estado fuera: a él lo había becado la OCDE en París, y a mi la OIT en Italia. De vuelta a Canarias, ya yo militando en el PCE, los dos íbamos a por tres cosas: reconquistar la democracia, por conseguir un gobierno canario y por cambiar las relaciones de la sociedad canaria para hacerlas más justas y más modernas. Y en ese escenario hacemos, un par de años después de publicarse el libro, el estatuto del IUDE, que no era otra cosa que la expresión, aunque a otro nivel, con Antonio Carballo Cotanda y Jerónimo Saavedra, de la oportunidad para tantear en la sociedad isleña lo que veíamos como la etapa democrática; en el segundo ámbito, la gobernabilidad, establecemos la Junta Democrática y, con respecto al tercer aspecto, están nuestros libros en el CIES de la Caja de Ahorros, con Marrero Portugués en la dirección, hasta que nos echan. Pero no fue él, que siempre nos dio carta blanca para trabajar, sino Juan Pulido Castro. Son trabajos en el ámbito de la aparcería, del transporte con Aicasa y Guaguas, movimientos vecinales en La Isleta, conferencias, coloquios, seminarios...

O. B.: Nosotros entramos en el CIES en el 68 y nos echan en el 72. Pero me parece importante resaltar que su idea originaria [la del CIES] es una paradoja, una contradicción, porque lo menos que le interesaba al régimen político de la dictadura es la investigación. ¿Qué ocurre? Que hay una serie de personas, entre ellas Marrero Portugués, que imitan la tendencia general de crear servicios estudios por parte de bancos y fundaciones , algo de nuevos ricos.

¿Cómo surge el contacto con la editorial Guadiana?

G. V.: Por Ramón Tamames, profesor, amigo y camarada...

O. B.: Sí, en Madrid.

¿Ustedes dicen en la reedición de la Colección La Memoria, en 1995, que había muchos tópicos sobre Canarias en la Península?

G. V.: Era uno de los temas de fondo. Para ellos, era venir a coger sol, una maravilla de Islas gracias al Puerto Franco... Bien, pero en el libro había dos objetivos fundamentales: primero, que todos los pueblos de España conocieran lo que pasaba en Canarias y, segundo, aquí había un erial de investigación absoluto, pero si existía, en cambio, una potencia sectorial en determinados ámbitos de la sociedad canaria, fundamentalmente entre los más explotados, donde se comenzaba a respirar y a hacer propuestas. No había, por decirlo de alguna manera, un marco global donde cada propuesta encontrase acomodo. Dentro de las limitaciones del momento, nosotros hablamos al final del libro de la necesidad de un Plan de Desarrollo, en el que intentamos que la mayor parte de las posibilidades de movilización, conflicto, prosperidad y progreso tuviesen una cierta cohesión. Claro, hay que tener en cuenta que en estos años aparece todo el debate del REF. Es a partir de ahí cuando nosotros entramos a saco y nos echan. Nos expulsan del CIES por el enfoque. Estaba el IUDE, que es una apuesta... Fuimos la primera autonomía, antes que los catalanes, que plantea en 1971 un estatuto de autonomía, es decir, la transformación en términos institucionales y políticos de todo lo que habíamos estado planteando y discutiendo. Y ahí, claro, fue donde la cuerda se rompió.

O. B.: Pero además hay un hecho que fue determinante. En el 69 el Estado franquista había ido al límite de sus posibilidades, se encontraba estancado en la crisis económica del 67, que lo había golpeado duramente y había sido sometido al rescate del FMI, o sea, se encontraba intervenido. En el Ministerio de Hacienda se crea una comisión para la reforma de los Puertos Francos de Canarias, presidida por Fernández Ordóñez, luego ministro con Adolfo Suárez y Felipe González, y que tenía como objetivo actualizar, según ellos, el régimen de franquicias, que había chocado siempre con la posición ministerial de Madrid. Ellos empiezan a redactar, como dije, las bases de la reforma del REF, un documento que alarma a los cabildos, a instituciones isleñas en general, al conocerse su contenido. De hecho, los dos publicamos un artículo en LA PROVINCIA en el que denunciábamos el intento de destruir todo el foro histórico de las franquicias en Canarias. Probablemente, ese artículo fue el más que influyó en los jerifaltes madrileños para que nos despidieran. En este mismo contexto, en el setenta, pusimos en marcha en La Laguna un movimiento muy amplio, con representantes de todos lados...

G. V.: Eran 34 instituciones las que apoyaban la revisión...

¿Cuál era la propuesta de esta rebelión?

G. V.: Queríamos que se devolviera, y que el documento no se planteara por parte de Hacienda sino por el Gobierno para darle toda la dimensión que debía tener. Pero en el fondo era una manera de agrupar a un montón de gente en torno a un asunto necesitado, claramente, de impronta política.

¿Cómo superó el libro los filtros de la censura?

G. V.: Hubo censura previa, es decir...

¿Autocensura?

G V. : Sí, Ramón Tamames nos recomendaba aflojar sobre determinados aspectos, un pizco por aquí, un pizco por allá (Risas). Entonces, ¿qué ocurre? Hay cosas que al leerlas no se entienden, de lo que deduces que fueron cambiadas, no se entienden...

En uno de los textos que acompaña a la edición de la colección La Memoria ustedes subrayan la metodología marxista del libro. Una auténtica bomba de relojería, o lo mismo los censores ni se dieron cuenta, ¿no?

O. B.: Había mucho analfabetismo científico... El texto que escribimos era totalmente normal, se podía publicar en Inglaterra o Alemania, pero el problema, claro, estaba aquí, donde todavía se vivía de los mitos y de las actitudes fanáticas, algo que por desgracia aún persiste como vemos en el día a día.

G. V.: Sí, pero pasamos por todos los filtros habidos y por haber, Fraga vigilaba todo lo que se publicaba, evidentemente.

¿Pero Guadiana era una editorial identificada como democristiana por el Régimen?

G. V.: En aquel entonces era progre...

O. B.: Ignacio Camuñas quería ofrecer una editorial de ideas progresistas, no había una ideología...

¿Progresista o reformista?

G. V.: Esa era un poco la manera de explicarlo por la prensa. Nosotros no podíamos decir que éramos comunistas y decíamos que éramos progresistas.

El turismo es uno de los asuntos estrellas de la obra, mejor dicho la prospectiva que ustedes hacen a partir de los primeros movimientos de la industria en las Islas

G. V.: En el libro está expuesto que nuestra generación es protagonista en aquellos años del inicio del turismo y de toda la mutación que originó. Pero creo que no llegamos a darnos cuenta de todo, es decir, que nos encontrábamos ante el segundo gran cambio importante en la historia de Canarias. Yo digo y mantengo que después de la Conquista. Y claro, a partir de ahí empezamos a estudiar los ciclos, de manera que llegamos a la conclusión de que el Archipiélago tenía muchos, siempre como especialización en exportables. Ya en 1520 ya hay en Gran Canaria veinte y tantos ingenios azucareros, con lo cual ya estábamos en el inicio del capitalismo comercial en el Atlántico con conexiones con América, Flandes, Génova. ¿Qué pasa? Al ver lo que empieza a suceder con el ciclo del turismo quisimos dar una alerta, estábamos ante un nuevo modelo, pero mientras antes nos demandaban lo que producíamos, tomate, plátano o cochinilla, ahora no se trata de los productos que fabricamos con nuestros factores, sino los factores en sí: nos demandan suelo, agua, paisaje y muchas cuestiones... Antes con los exportables nos teledirigían desde fuera, pero ahora vienen aquí y nos dirigen sobre el territorio. Esto es lo que todavía sigue funcionando, aunque, repito, no fuimos conscientes de que sufríamos una mutación al mismo nivel que la de Pedro de Vera.

O. B.: Pero no podíamos verlo, porque eso sólo empiezas a visualizarlo cuando transcurre el tiempo y reflexionas sobre el proceso de cambio y transformación de la sociedad. Entonces es cuando ves que el impacto del turismo va más allá del propio ciclo. Pero es muy relevante señalar, como dice Antonio, que hay una dependencia, que somos dependientes porque son otros los que toman las decisiones, ya fuese con la caña de azúcar, el plátano o los tomates.

¿Se podría hablar del hallazgo de la estructura económica de Canarias?

G. V.: Sobre todo basada en una situación de dependencia, que inmediatamente es dependencia política, social. Y, curiosamente, con la navegación, con el cambio de la vela al vapor, Canarias siempre fue centro de todas las transacciones y los tráficos del Atlántico.

La fijación de la educación es otro aspecto clave del libro, tanto que pronostican que su evolución se va a ver afectada por un atraso importante.

G. V.: Alertábamos para que no lo hubiera, puesto que en la sociedad de servicios la clave es la calidad del personal que lo presta. Y veíamos que en Canarias, con un pirámide poblacional formidable, se estaba metiendo a la gente en la construcción o en el sector hotelero sin tener en cuenta estos parámetros educativos.

O. B.: Hay una cosa que en Desarrollo y Subdesarrollo dijimos y explicamos. Y es que la sociedad canaria tenía un desagüe, que no era otro que la inmigración, de manera que si lo intereses dominantes entraban en crisis la única escapatoria era emigrar. Pero eso desaparece, y se establece el turismo como única vía de escape.

¿Una influencia a destacar?

O. B.: El gran economista de nuestra época era Celso Furtado, que fue el padre de la economía del subdesarrollo. Nosotros lo que hicimos fue escribir el libro en función de nuestra capacidad de percepción, basándonos en los conocimientos que habíamos adquirido en el ámbito universitario y lo que habíamos discutido con los profesores más inteligentes de nuestra época, José Luis Sampedro, Ramón Tamames o el propio Velarde

G. V.: Este libro se escribe al año de volver de una estadía muy larga fuera de Canarias. Y cuando llegamos aquí, en un año, sentimos la necesidad de implicarnos al máximo.