Empezó la semana con la ministra de Economía en funciones, Nadia Calviño, en Barcelona, en la gala de los premios Ferrer Salat de Foment del Treball. Era el primer encuentro entre un miembro destacado del Gobierno y el mundo empresarial después del anuncio de un preacuerdo de coalición entre Pedro Sánchez (PSOE) y Pablo Iglesias (Unidas Podemos) el 12 de noviembre. Había mucha inquietud y desconcierto entre la clase empresarial y Calviño aprovechó su intervención para prometer que ese futuro Gobierno, si suma las mayorías necesarias para constituirse, se guiará por el "realismo", el "equilibrio presupuestario" y no se perderá en "sobreactuaciones".

Dos días después, el miércoles fue el propio presidente en funciones, Pedro Sánchez, quien aprovechó su intervención en el VI Congreso de la Empresa Familiar Europea para intentar tranquilizar a los empresarios tras su pacto con Iglesias. De nuevo prometió "estabilidad presupuestaria y disciplina fiscal" el mismo día en que la Comisión Europea dio un toque de atención a España por su elevado nivel de deuda y le exigió un plan presupuestario para el 2020 lo antes posible. El chorreo internacional siguió el jueves, con la advertencia de la organización de países desarrollados OCDE por el retraso en la adopción de reformas y de ajustes presupuestarios como consecuencia de la incertidumbre política.

En su intervención frente al foro empresarial, Sánchez también habló de combinar protección a los trabajadores y flexibilidad en la empresa y de luchar contra la precariedad laboral sin que nadie pudiera extraer una conclusión clara sobre si un hipotético Gobierno del PSOE tiraría hacia la derogación completa de la reforma laboral, que propugnan los morads, o hacia la correción parcial que propugna la ministra Calviño.

Impuestos y reforma laboral

El presidente en funciones no hizo mención a la posible subida de impuestos que, junto a una hipotética derogación de la reforma laboral, constituyen las dos principales fuentes de preocupación de la clase empresarial. Así lo ha podido constatar 'El Periódico' y varios diarios del grupo Prensa Ibérica en una ronda de conversaciones con más de una docena empresarios y representantes patronales de diferentes comunidades autónomas, en un intento de abrir el foco en el rastreo de las preocupaciones del colectivo.

En la mayoría de las conversaciones se detecta que hay ganas de Gobierno, pero no de cualquiera, sino de uno que sea "estable y predecible", según el presidente de la Confederación de Empresarios de Pontevedra, Jorge Cebreiros. Aunque la palabra más repetida es "incertidumbre" a la hora de describir el estado de ánimo del mundo de los negocios ante la posibilidad de que Podemos entre en el Consejo de Ministros.

"Es hora de tener ya un Gobierno", le dijo el president de Foment, Josep Sánchez Llibre a la ministra Calviño en Barcelona y como resumen de sus demandas pidió "un Gobierno que mime a las empresas". Dos días después fue el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, quien pidió "un Gobierno estable y moderado" sin poder evitar deslizar la preferencia del mundo empresarial por un 'gran coalición' de Gobierno entre PP y PSOE.

Algunos de los empresarios entrevistados lo reconocen abiertamente, como el director del Circulo de Empresarios Vascos, Enrique Portocarrero, o el director general de HM Hotels, Antoni Horrach, en Baleares.

La preocupación nace sobre todo de discurso empleado por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, y algunos empresarios, como los asturianos subrayan su preocupación por las consecuencias de una posible aceleración de la transición energética, aunque otros ven en ello una oportunidad, como el director general de Alusin Solar, Javier Fernández-Font. Ante todo, como siempre, prima la cautela --"no hay que ponerse la venda antes de la herida", dice el presidente de Instituto de la Empresa Familar, Francisco Ribera-- y el pragmatismo de la clase empresarial.