Una labor tradicional junto al mar, con el sol y el viento como principales aliados. La producción de la sal marina en Canarias, el famoso oro blanco del Archipiélago, mantiene el tipo ante las embestidas de una industria en la que cada vez son menos los productores locales y más los consumidores, pero donde la competencia se mantiene impenetrable. En las Islas existen actualmente seis salinas operando legalmente aunque llegaron a haber más de 60, en su mayoría localizadas en las islas orientales.

Las salinas que perviven en Canarias son: las Salinas de Fuencaliente en La Palma; Salinas de Bufadero en Bañaderos, Arucas, Gran Canaria; Salinas de Bocacangrejo en Agüimes, Salinas de Tenefé en Pozo Izquierdo, Gran Canaria; Salinas del Carmen en Antigua, Fuerteventura; y Salinas de Janubio en Yaiza, Lanzarote.

El Gobierno de Canarias, a través de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca, promueve desde hace dos años el Concurso de Sal Marina Agrocanarias. Una oportunidad para que los productores de las Islas obtengan certificaciones de calidad que les otorguen valor y publicidad a sus sales. En la edición de este año la afortunada fue la Sal Marina Virgen de las Salinas de Tenefé, en Gran Canaria, elegida como la mejor producción.

La consejera de Agricultura, Alicia Vanoostende entregó ayer los galardones y señaló que las salinas "forman parte de nuestra identidad, de nuestra gastronomía y nuestro paisaje, por lo que es fundamental promover el reconocimiento y distinguir las sales marinas producidas en Canarias".

Un oficio tradicional que en muchos casos se mantiene en pie por el esfuerzo de las generaciones familiares que están detrás. Negocios, que a pesar de las dificultades económicas, resisten por "el romanticismo hacia la profesión", según indica Andrés Hernández, gerente de las salinas de Fuencaliente, quien reconoce que si "sumas horas de trabajo" el resultado son "pérdidas". Actualmente la sal que se produce en las salinas de Canarias no representa ni el 4% en la cuota de consumo regional, lo que demuestra la preferencia de los canarios por los productos de fuera, "más económicos". Existen dos tipos de sal. La que procede de la minería y se elabora a través de procesos industriales, y la sal originada de la deshidratación del mar, extraída con procedimientos manuales. Este último es el caso de Canarias. "No podemos industrializarnos más porque perderíamos la esencia de la salina tradicional", explica Hernández.

La mayor parte de las salinas apuestan por el mercado local, lo que les permite mantenerse a flote, ya que la exportación supone gastos que estas empresas no pueden soportar. En el caso de las Salinas de Fuencaliente, esta abarca una cuota de mercado a nivel local del 90%. "Estamos vivos gracias a la concienciación de los ciudadanos de La Palma, si el consumidor local nos hubiera abandonado habríamos desaparecido", aclara el gerente.

Las salinas de Bocacangrejo, en Gran Canaria, también mantienen su producción a nivel local y cuentan con más de 50 puntos de venta en la Isla. "Nos estamos consolidando en Gran Canaria, hacemos pedido puntuales al resto del Archipiélago y tenemos en mente la venta online", explica Nadia Martina, responsable de comercio y marketing de las Salinas de Bocacangrejo.

Algunos dueños de estos negocios han tenido que recurrir a distintas alternativas de ocio para mantener la balanza económica en positivo. Museos, visitas guiadas, restauración, son solo algunas de las ofertas que incluyen. Este es el caso de las Salinas del Carmen, en Fuerteventura, donde los beneficios provienen de las actividades adicionales y de la comercialización del producto en sus instalaciones.

La producción varía en cada caso concreto, pero las salinas canarias producen cantidades mucho menores a las grandes producciones peninsulares. En Fuencaliente se crean al año 500 toneladas de sal, cantidad que se vende en su totalidad, lo que supone en torno a 175.000 euros al año.

Por otro lado, las salinas del Carmen producen 65 toneladas al año lo que se traduce en 23.000 euros anuales. Estos datos quedan en nada al compararse con una multinacional en Alicante (Valencia) que produce 800.000 toneladas anuales que le aportan 228 millones de euros al año.

Las lluvias marcan los tiempos de producción. La temporada alta de es de mayo hasta finales de septiembre, cuando los días comienzan a ser más cortos y los alisios más débiles.