Ramón Hernando de Larramendi (Madrid, 1965) es un aventurero y explorador español que, con solo 24 años, protagonizó un hito sin precedentes y que nadie ha conseguido repetir: durante tres años, entre febrero de 1990 y marzo de 1993, recorrió 14.000 kilómetros entre Groenlandia y Alaska, a través del llamado Paso del Noroeste, con la única ayuda de un kayak y de un trineo tirado por perros. Se bautizó como Expedición Circumpolar y catapultó a Ramón Larramendi a la élite internacional del mundo de la exploración. Pero Larramendi es también investigador, diseñador (es el inventor del trineo de viento, un vehículo específicamente pensado para la exploración científica en zonas polares que se mueve con energía eólica) y empresario. Fundador de la agencia de viajes Tierras Polares, Larramendi es uno de los invitados al foro Economía circular: oportunidades de negocio para Canarias, que organiza la Asociación Española de Directivos (AED) y acogerá mañana el Aula Magna del Campus de Guajara de la Universidad de La Laguna.

Aventurero, explorador, investigador... Y empresario.

Exactamente.

Estas son páginas de la sección de Economía, pero es difícil resistirse a la tentación de preguntarle qué se siente estando solo en una remota zona polar.

Debe de ser lo más parecido a estar en otro planeta. Te sientes alejado y desconectado de todo el mundo, en la nada más absoluta. A mí me da paz, una sensación de relajación. Si no fuera así, si me pusiera nervioso, no me dedicaría a esto, obviamente. Pero me gusta esa sensación de desconectar; es casi un viaje espacial, me siento como si estuviera en la Luna, viéndolo todo desde fuera. Es aislamiento, paz y reencuentro con la Naturaleza y con la vida. La esencia de la vida y de la propia existencia.

Uno de los objetivos del debate de mañana es poner de manifiesto que la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente no están reñidos con el negocio. Al menos no necesariamente. ¿Está el empresariado un paso por detrás en esto de la concienciación ambiental?

Es un tema largo, y quizá habría que preguntarse por detrás de quién, o quién va delante. ¿Los Gobiernos? En fin...

¿Van por delante los ciudadanos? Es decir, ¿hay más conciencia en la población que en las empresas?

Mmm..., yo creo que vamos bastante parejos, la verdad. No tengo esa sensación. Hay que tener en cuenta que existe una fase de toma de conciencia sobre la necesidad de hacer todo lo que puedas hacer, y luego otra sobre el qué hacer, sobre cómo tomar medidas efectivas. En definitiva, hay cosas que están al alcance del ciudadano y de la empresa, y que son inexcusables, y otras muchas en las que no es tan sencillo. No hay respuestas fáciles. Estamos en un despertar general, hay una concienciación cada vez mayor, sí, pero estamos en la fase de hacer aquello que nos es posible hacer. Y de primeras hagamos al menos eso: todo lo que nos sea posible.

Y ¿está la empresa haciéndolo? Lo inexcusable, digo.

No, por supuesto que no. Ni de broma. Ni la empresa ni ninguno de los otros ámbitos. Pero sí creo que ha habido una toma de conciencia y que las cosas se están empezando a mover. Va a ser lento, pero el proceso de cambio ya se ha iniciado, al menos para eso que decíamos: para hacer lo que es posible hacer. Pero queda mucho camino por delante. Estamos muy muy lejos. Podrá haber alguna empresa ejemplar por ahí, pero nos queda mucho.

Antes de ser empresario, usted fue, y es, explorador. La Expedición Circumpolar debió de cambiarlo todo, ¿no?

Siempre digo que es, de lejos, la experiencia más importante de mi vida. Sin comparación. Está en otro nivel, en otra escala respecto de todo lo demás que he hecho. No creo ser una persona que haya estado demasiado parada, pero eso fue otra cosa. Fueron tres años en el Ártico, con veintipocos años de edad, en el fin de una era, es decir, antes de que hubiera teléfono satélite, Internet y toda la información y la comunicación que tanto han evolucionado en estos casi 30 años. Pero sí, por la concepción del viaje, por la falta de recursos y de comunicaciones, porque yo era alguien nacido en Madrid que se iba tres años al Ártico, porque viví situaciones de riesgo, situaciones extremas? Sí, fue algo colosal, la mayor experiencia de mi vida, y claro, me cambió para siempre.

Fue a la vuelta de la histórica Expedición Circumpolar cuando decidió establecer su agencia de viajes, Tierras Polares.

A la vuelta de la Expedición Circumpolar, al cabo de unos años, comencé los dos proyectos en que me he enfocado desde entonces. Tierras Polares, la empresa que dirijo y de la que vivo, en definitiva mi faceta empresarial, y el trineo de viento.

Así que es usted uno de esos afortunados capaces de trasladar su pasión al mundo de la empresa, donde, además, ayuda a cumplir los sueños de otras personas.

He seguido mi pasión en todo lo que he hecho. Somos la empresa especializada en viajes polares más importante de España, muy especialmente en Groenlandia, donde paso gran parte del año y donde incluso operamos a nivel internacional. Sí, me considero una persona afortunada por haber conseguido volcar y convertir mi vocación y mi pasión en mi trabajo.

¿Qué son exactamente los clientes de Tierras Polares? ¿Turistas? ¿Expedicionarios?

Es un viajero, turista? Lo cierto es que la batalla de los términos siempre es un poco confusa, pero me gusta usar la palabra viajero, porque es alguien que busca algo distinto, nuevo, alguien que tiene una inquietud que quizá se sale de lo normal. Son personas que quieren vivir la gran experiencia de descubrir ese otro mundo gigantesco que está ahí mismo, ese que aparece en los mapas y ocupa millones de kilómetros cuadrados de extensión, personas que quieren ver que hay otro planeta dentro de este planeta, algo desconocido, salvaje, colosal.

¿En qué consiste el trineo de viento? ¿Por qué es necesario?

El trineo de viento es ante todo un sistema de exploración limpio, y no hay ningún otro en el mundo. Tratamos de demostrar, y este era el objetivo de la expedición que llevamos a cabo el año pasado, su utilidad como sistema de exploración limpio también en la investigación científica. La idea final es que la investigación en todo el continente Antártico y en la parte norte de Groenlandia se pueda llevar a cabo con este sistema, que desde un punto de vista ecológico no tiene comparación con ningún otro y que, además, es mucho más sencillo. Es, en resumen, una base polar móvil y, además, barata y limpia. Tiene un potencial enorme, y de hecho ya nos hemos reunido con el ministro Pedro Duque para su incorporación al Programa Polar Español, algo que está bien encaminado y que sería para mí el desenlace lógico y natural.

¿Hasta qué punto se han alterado las zonas polares por el cambio climático?

Los efectos del cambio climático son absolutamente perceptibles. La retirada de los glaciales es el efecto tal vez más conocido, más icónico, pero donde más se nota es en la extensión de la banquisa, de la capa de hielo. Hay zonas que yo recorrí en la Expedición Circumpolar que hoy son zonas de agua, cubiertas completamente de agua. Están cambiando las corrientes marinas, están cambiando las temperaturas del agua? Y todo ello implica que los animales estén a su vez cambiando de pautas. Hay animales que hasta hace muy poco no iban al Ártico o a Groenlandia, por ejemplo, y a los que no se veía en lugares a los que ahora están llegando; hay zonas donde antes había pesca y ya no hay; otras donde aparecen nuevas especies; es decir, están sucediéndose muchas transformaciones totalmente evidentes.