"Las redes sociales son Facebook y Facebook es las redes sociales". Con esta afirmación explicó Marzuki Darusman, miembro de la ONU y encargado de investigar varios casos de abusos de poder por parte de la red social, cómo la magnitud de la compañía de Mark Zuckerberg es un asunto del que preocuparse. Sus más de 2.200 millones de usuarios conforman la mayor base de datos de la humanidad, pública y gratuita. Esto no parecía preocupar demasiado a ningún gobierno hasta que quedó demostrado cómo este inventario de humanos puede ser una herramienta para manipular la opinión pública y cambiar el devenir de unas elecciones -como ocurrió en 2006 en Estados Unidos- difundir mensajes de odio u organizar, como ocurrió este verano, el asalto al Área 51, una base militar en el desierto de Nevada donde supuestamente el Gobierno guarda pruebas de la existencia extraterrestre.

En la necesidad de romper el monopolio de Facebook coinciden políticos, expertos y exempleados de la compañía. La red social tiene varias investigaciones antimonopolio abiertas en Estados Unidos. Pero, ¿por qué no terminan de romper Facebook para mermar su poder? La respuesta podría ser una cuestión de significado: Facebook no es un monopolio al uso y, por lo tanto, no hay leyes específicas para su ejecución.

Nació casi como un juego

La red social que creó Mark Zuckerberg en 2004 casi como un juego en la Universidad conforma un nuevo tipo de empresa que impide catalogarla como un monopolio al uso, según la ley antimonopolio tradicional. "Coloquialmente y en la prensa Facebook es un monopolio", pero al ofrecer un servicio gratuito no es tan fácil demostrar que lo es, tal como explica Dina Srinivasan, autora de un artículo sobre este asunto en Berkeley Business Law Journal que ha dado la vuelta al mundo. "Nunca antes habíamos tenido que lidiar con una de las compañías más valiosas del mundo, que brinda servicios de comunicaciones importantes a más de 2.000 millones de consumidores, pero no cobra precio", apunta.

En su documento, Srinivasan expone la forma en la que Facebook comenzó a atraer a usuarios durante sus inicios bajo unas promesas de calidad que garantizaban la protección de su privacidad; algo que no ocurría en otras plataformas populares en el momento, como MySpace o Yahoo. La falsedad de las promesas de Facebook queda hoy demostrada. Cada semana salen nuevos casos de fugas de datos personales de los usuarios. La última: 419 millones de números de teléfono aparecieron a principios de septiembre en una base de datos sin contraseña en internet y al alcance de cualquiera.

Lo barato sale caro. El usuario nunca pagó por usar Facebook, pero la moneda de cambio fueron sus datos. Desde el inicio, la compañía consiguió terminar con la competencia y comenzó a recolectar y usar datos del consumidor para obtener ganancias, "a veces de manera deshonesta y en contra de la voluntad de los usuarios, y consolidando su poder de monopolio", explica Srinivasan en su escrito. Para ella, el hecho de que haya conseguido su hegemonía a partir de una falsa promesa de privacidad y conseguir así bloquear el mercado y derrotar a la competencia, ya lo convierte en un monopolio, a pesar de ser un servicio gratuito y no encajar en las leyes antimonopolio.

En el momento en que Facebook "está haciendo cosas que ponen a los competidores en desventaja, si está haciendo que sea difícil o imposible para las nuevas empresas ingresar y sacarlo al mercado, si está comprando competidores potenciales antes de que realmente puedan ingresar en el mercado y competir con él, cosas como esas son potencialmente motivo de preocupación", apunta Martin Gaynor, profesor de Economía y execonomista jefe de la Comisión Federal de Comercio en una entrevista a Quartz.

Facebook está siendo investigado al detalle. La fiscal general de Nueva York, Letitia James, y otros siete estados norteamericanos investigan si la popular red social puso en peligro datos privados y realizó prácticas abusivas para dominar el mercado. Este movimiento antimonopolio afecta también a otras tecnológicas: el fiscal general de Texas, Ken Paxton, y otros 40 estados se centran en Google. "Utilizaremos todas las herramientas de investigación a nuestra disposición para determinar si las acciones de Facebook pueden haber puesto en peligro los datos de los consumidores, reducido la calidad de las elecciones de los consumidores o aumentado el precio de la publicidad", afirmó en un comunicado la fiscal general de Nueva York.

Mark Zuckerberg, consciente de estar bajo la lupa, visitó al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hace dos semanas en la Casa Blanca dentro de una ronda de reuniones con legisladores para abordar las nuevas normas que pueden aplicarse a internet y resolver los problemas de la red social en términos de privacidad. Mientras que Trump definió el encuentro como "agradable", el senador republicano Josh Hawley, muy crítico con la compañía, desafió a Mark Zuckerberg a vender Instagram y Whatsapp y someterse a una auditoría para dejar claro que sus prácticas son lícitas. El fundador de Facebook dijo "no".

Sin temor a las consecuencias

La red social no parece temer las consecuencias que puedan traer las investigaciones que tiene abiertas. "Una regulación no va a frenar a Facebook", tal como reconoció Marne Levine, vicepresidenta de Alianzas Globales, Negocios y Desarrollo Corporativo de Facebook en una entrevista al medio estadounidense "Recode". Las multas, única medida tangible que se ha llevado a cabo hasta el momento, no han mermado su actividad. La Comisión Federal de Comercio en Estados Unidos (FTC, de sus siglas en inglés) le impuso este verano a la red social una multa sin precedentes de 5.000 millones de dólares por no proteger los datos de los usuarios y llegó a un acuerdo con Zuckerberg para que no volviese a ocurrir. Desde entonces, la FTC investiga su actividad.

Las acciones de la comisión estadounidense suponen un "nivel completamente nuevo de responsabilidad" para los ejecutivos de Facebook y "realmente cambiará la forma general en que operamos", asegura Levine. Pero reconoce que las fórmulas que se están llevando a cabo para crear nuevas pautas sobre privacidad, seguridad electoral o contenido dañino "no necesariamente responden a los problemas en sí mismos". Ella misma propone la solución: "Lo que sería muy útil es que los encargados de formular políticas aprueben una legislación integral y creasen un nuevo marco para el internet moderno".