La idea de que el turismo es una industria sin chimeneas, como se ha venido repitiendo de forma recurrente desde hace lustros, ha pasado a la historia. Es un concepto añejo, como tantos otros relacionados con una actividad que se ha construido y gestionado durante más de 40 años sobre un modelo económico que, a día de hoy, ya no garantiza otros 40 años de éxito turístico: "Tenemos que empezar a entender que el turismo de masas es muy sofisticado. Y que, como sociedad, nos enfrentamos al reto de saber si somos capaces de generar una metodología que nos diga qué cantidad de turistas podemos gestionar de forma sostenible", reflexionó el arquitecto y urbanista Juan Palop ante los asistentes a la tercera edición del Foro de Turismo Sostenible Verode.

Entiende Palop-Casado que "lo fácil es ponerle a dos ricos dos platos de ostras en una isla desierta, porque esa industria es muy sencilla y genera pocos residuos, de forma que la propia naturaleza puede hacer el trabajo de reciclarlos". No es el caso de Canarias, un destino de masas que sigue entendiendo el concepto de capacidad de carga desde un modelo de economía industrializada. Es decir, contando turistas. Por lo que el debate sobre el futuro del sector turístico en las Islas sigue girando en torno a la especulación sobre dónde está el límite. Si en más o menos de 15 millones de turistas, la cifra actual.

"Deberíamos imponernos no hablar de cifras", puntualiza el que también fuera coordinador de las mesas técnicas del Plan Estratégico 2025 de Turismo de Canarias. Y explica que "el propio modelo ha generado esta manera de entender la actividad turística, cuando en realidad la capacidad de carga poco tiene que ver con el aforo. Por la sencilla razón de que podemos caber de manera literal, pero no caber de manera ecológica".

Y de acuerdo a este razonamiento, reconoce Juan Palop que si bien con la llegada de 16 millones de turistas no llegamos a notar un impacto social inasumible, "sin embargo el metabolismo de esa industria sí se está demostrando inviable". Y ofrece cifras ilustrativas. La primera, que cada turista que llega a Canarias carga en su maleta entre 20 y 30 kilos de huella de carbono, teniendo en cuenta las emisiones que genera tanto en su viaje de ida y vuelta como en su estancia en el destino. O que un visitante consume 400 litros diarios de agua frente a los 120 que consume un residente. También que para mantener a un turista, hacen falta cinco personas trabajando. Por lo que concluye que "el turismo es una industria que emite mucho CO2. De hecho, cada turista es una chimenea".

Pero el hecho de que el turismo sea una industria con un elevado nivel de impacto ecológico, y que a Canarias se llegue mayoritariamente en avión, no quiere decir que no pueda mitigarse en destino la huella de carbono de quienes las visitan. ¿Cómo? El Foro Verode, organizado por la consultora Ecotouristing y la Dirección General de Ordenación Turística esta semana en el municipio de Pájara, apuntó algunas fórmulas para devolver el turista a sus orígenes sin generar huella de carbono.

De hecho ya hay iniciativas que apuntan caminos, si bien siguen siendo aún aisladas. Así, hay cadenas hoteleras que ya han optado por climatizar sus piscinas con placas solares; para ello han necesitado la complicidad y comprensión de sus clientes, puesto que la dinámica de esta energía impide que el agua no alcance la temperatura idónea hasta las once de la mañana. "Se lo han explicado a sus huéspedes y lo han entendido, porque la realidad es que tenemos los mejores clientes del mundo en este sentido, los más concienciados desde el punto de vista ecológico".

El propio Juan Palop, y su equipo del Instituto 20 Grados, trabajan en varios proyectos para acelerar la aplicación de todos estos conceptos relacionados con el turismo sostenible. Entre ellos, la posibilidad de depurar las aguas grises que genera un hotel utilizando sus piscinas como depuradoras naturales. O recreando el ambiente de una cueva en los hoteles, si se logra generar con suficiente inercia térmica el frescor necesario para sustituir el aire acondicionado. Ofreciendo, en definitiva, soluciones basadas en el ingenio y no en la industrialización. "Este es el sentido del lujo que podemos ofrecer en Canarias", concluye el experto en sostenibilidad. Aunque reconoce que "además de estas iniciativas, necesitamos nuevas políticas para invertir los modelos centralizados con los que venimos trabajando". Por ejemplo en lo que respecta a la gestión de residuos, donde uno los genera y la administración los retira y gestiona.

Un tratamiento ya inviable por el volumen de residuos que genera el turismo de masas, "por lo que se están empezando a plantear que solo vamos a poder ser sostenibles si vamos a un modelo en que cada unidad generadora se gestione a sí misma".

Las dos universidades canarias, y otros tantos expertos de diversos organismos públicos y privados, trabajan en propuestas multidisciplinares para mitigar las emisiones contaminantes que genera el turismo. El propio Plan Estratégico habla de la necesidad de avanzar en la creación de "ciudades turísticas carbón cero". Un reto propio de la cultura y economía postindustriales en que nos hayamos inmersos, y el único camino para garantizar otros 40 años de excelencia turística.

Pero estas ciudades solo serán posibles si se sabe, en primer lugar, cuáles son que las emisiones con las que viene el turista y cuánta energía se puede ahorrar una vez que están en el destino. Por tanto, concluye Juan Palop que si el problema es gestionar de manera sostenible esta industria de masas, "lo primero que habría que hacer es destinar el mismo dinero que ponemos en promoción a investigación, i+D e innovación". También modificar unas ordenanzas que están desfasadas y copiar las que ya se han ensayado en otros destinos estableciendo límites de consumo energético: "El territorio no puede seguir anclado en los métodos y maneras de la economía industrial cuando el cliente sea ya sostenible.

Sería un trauma que vengan, por ejemplo, desde ciudades donde no hay coches y se encuentren con un parque natural convertido casi en un aparcamiento". El uso masivo de los espacios naturales de las Islas es, sin duda, otra de las grandes cuestiones a replantear en la búsqueda de un modelo turístico sostenible. Un concepto en torno al cual los organizadores del Foro Verode vienen congregando cada edición a un amplísimo grupo de emprendedores que ya gestionan sus empresas, actividades o servicios desde un perspectiva no intensiva y de alta especialización.

Así, en el turismo de inclusión Canarias ofrece en casi todas sus islas experiencias para que personas con diferentes discapacidades puedan disfrutar de actividades de las que les excluye el modelo de masas, desde senderismo hasta submarinismo por citar solo dos ejemplos. La redefinición de los centros expositivos, públicos o privados, o la complementariedad de rentas agrarias a través de iniciativas turísticas en fincas rurales fueron otros de los caminos explorados por la treintena de ponentes que participó en el foro de sostenibilidad de Pájara, al que asistió más de un centenar de asistentes y tuvo un amplio seguimiento en streaming.

¿Un pacto con la naturaleza?

El "turismo sostenible" apela a la toma de conciencia sobre los impactos negativos que causa la actividad turística en el medio ambiente, así como el entorno social y económico en el que tiene lugar, y sobre todo a la voluntad de reducir estos efectos. Es, sin embargo, un concepto que se usa para cualquier cosa y presenta el riesgo de desdibujarse fácilmente.

El arquitecto y urbanista Juan Palop cree que hay que comenzar a definir estas dos palabras a través de un pacto entre los empresarios, la clase política y la sociedad civil: "Urge que todos, de manera pactada, empecemos a centrar el marco teórico desde el que abordar este debate". Aunque al tiempo advierte que "en un tiempo en que ya no se impone nada y hay que negociarlo todo, ojo con el alcance y contenido que se le vaya a dar a un acuerdo de esta índole, porque la realidad es que con la naturaleza no se negocia. El oxígeno que nos da, es el que es".

De ahí que la incorporación de los valores de la naturaleza, "no humana y humana", sea la clave a la hora de definir los futuros modelos de gestión, en un tiempo en que la economía se está rehaciendo y el turismo se desliga de la industrialización. Y en el que la administración debe pasar de ser un mero gestor de flujos a convertirse en una institución emprendedora que gestiona desde la innovación.