Donald Trump no cede. No lo hizo en ocasiones anteriores y menos lo va a hacer ahora cuando cuenta con el aval de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Estados Unidos ha empezado hoy a gravar las importaciones de una serie de productos y mercancías con origen en Europa, especialmente en Francia, Alemania, Reino Unido y España. Y entre esas mercancías está el vino canario. Y gracias, porque el problema es mucho mayor en comunidades autónomas como Andalucía, Castilla-La Mancha o la Comunidad Valenciana, donde los envíos de aceitunas, aceite de oliva o quesos al país norteamericano representan un importante volumen de facturación. Con un encarecimiento de las mercancías de hasta un 25%, difícilmente podrán los exportadores españoles, entre ellos los bodegueros del Archipiélago, seguir introduciendo sus mercancías en el mercado estadounidense. No al menos en la misma cantidad.

Un minuto después de la medianoche en Washington, es decir, un minuto después de las cuatro de la mañana en Canarias, Trump habrá cumplido su venganza contra las cuatro potencias europeas que en su día dieron ayudas de Estado a Airbus. El fabricante europeo de aviones, que compite con la norteamericana Boeing por la supremacía en la industria aeronáutica, recibió unas subvenciones que EE UU consideró ilegales ?las ayudas de Estado están de facto prohibidas porque atentan contra la libre competencia? y que también juzga contrarias a la normativa la propia OMC, que se pronunció definitivamente a principios de este mes. La sentencia de la institución internacional que vela por las buenas prácticas comerciales autoriza a la Administración Trump a aplicar sanciones a Europa por la friolera de 6.900 millones anuales. Una cantidad que comenzará a cobrarse desde hoy en forma de aranceles.

La lista de mercancías y productos que ya soportan un arancel ad valorem de hasta un 25% incluye buena parte de los principales envíos que Londres, París, Berlín y Madrid hacen cada año a EE UU. Es decir, la Administración Trump apuntó directamente a donde más daño podía hacer a las cuatro potencias europeas que subsidiaron ilegalmente a Airbus, perjudicando así a Boeing, una de las firmas especialmente mimadas por los sucesivos gobiernos estadounidenses. Para hacerse una idea de la magnitud del gravamen que ha impuesto EE UU basta con apuntar que una importación de vino canario valorada en 100.000 euros tiene a partir de hoy un coste extra de 25.000 euros más en concepto de arancel solo para que las botellas puedan pasar la aduana. Un sensible incremento de costes que muchos importadores norteamericanos no serán capaces de asumir y que, por tanto, trasladarán a los exportadores.

La ministra Reyes Maroto exhortó ayer a Trump a recapacitar y a "negociar, negociar y negociar". Pero ¿a negociar qué? A negociar el ablandamiento de su venganza para no exponer a la economía norteamericana a una contravenganza de la UE, lo que daría lugar a una guerra comercial sin precedentes. No en vano, y por más que Trump se esfuerce en pasarlo por alto, la OMC está a punto de pronunciarse sobre las ayudas que EE UU dio a su vez a Boeing tras el capítulo de Airbus. Y todo parece que mantendrá la misma postura. Europa tendrá así argumentos para vengarse de la venganza.

De momento, el Gobierno central calcula en unos 841 millones de dólares el impacto de los aranceles en las exportaciones españolas, pero los técnicos de aduanas rebajan la cuantía a solo 120 millones de euros. Andalucía (82 millones) y Cataluña (15) son las regiones más afectadas. En Canarias solamente lo están los bodegueros, pero los envíos no llegan al millón de euros, con lo que el golpe a la economía es mínimo.