Jill lleva dos días haciendo frente prácticamente sola a miles de quejas de pasajeros que han visto truncadas sus vacaciones por la caída del turoperador británico Thomas Cook. Lo hace con una sonrisa, a pesar de las incesantes y duras protestas que le propinan los recién llegados al aeropuerto de Tenerife Sur, que se quejan de tener que pagar complementos adicionales a sus vacaciones.

Pero en los pocos momentos de tranquilidad y reposo, la realidad vuelve a golpearle: ha perdido el trabajo al que ha dedicado más de la mitad de su vida. Los días que continúe abriendo la oficina del turoperador en el aeropuerto tinerfeño serán los últimos. Ante el pensamiento fugaz pero recurrente, Jill saca discretamente un pañuelo del bolsillo delantero de su falda negra (parte del uniforme de su extinguida empresa) y se seca las pocas lágrimas que le ha sido imposible contener.

Sus compañeras dejaron de ir a trabajar tan pronto como se enteraron de que el gran turoperador había entrado en quiebra, pero Jill no ha podido seguirlas. Le perseguiría la culpa y se lo debe a los clientes de la empresa. Tras 29 años trabajando en Thomas Cook, Jill ahora se ve en la calle, a más de 3.600 kilómetros de casa y con un conocimiento muy básico del idioma del país en el que reside actualmente.

Jill no pierde los nervios

A pesar de todo, Jill no pierde los estribos o la sonrisa ni una vez al intentar explicar a los clientes qué está sucediendo. Tampoco los pocos trabajadores de Thomas Cook que han decidido, como Jill, seguir al pie del cañón de la empresa ya extinta. Ellos, junto a los representantes del consulado británico, se han alejado del puesto de Jill -ubicado en la terminal de llegadas- para recorrer de punta a punta el aeropuerto tinerfeño. ¿Su objetivo? Encontrar a los clientes que llegan a Tenerife o vuelven a Reino Unido para intentar darles una respuesta inmediata a sus problemas. Aunque esta no siempre sea satisfactoria.

Los pasajeros que llegan a Tenerife se muestran más preocupados y enfadados por la situación que se han encontrado. Son ellos los que han visto, nada más tocar tierra, que la reserva de su paquete de vacaciones -que puede incluir vuelos, transporte y alojamiento- ha sido una pérdida de dinero. Al llegar al aeropuerto, Jill les señala que la solución más rápida para llegar a su hotel es coger un taxi y pagar allí por sus habitaciones. Algo que exaspera tremendamente a los recién llegados, que arremeten directamente contra la única trabajadora que sigue dando la cara por una empresa que nunca más la dará por ella.

Los que volvían a su país ayer eran menos beligerantes y comprensivos con los trabajadores. "Es una situación muy triste para la gente que trabaja para Thomas Cook, porque se encuentran en una posición vergonzosa en la que tienen que lidiar con los pasajeros muy enfadados, y encima lo hacen sin cobrar", afirmó Percy, uno de los pasajeros que ayer volvía a Newcastle, eso sí, pasando por Manchester y con cinco horas de retraso respecto a lo que en un momento había reservado.

Como él, Lindsey y su grupo de amigas están de acuerdo en que la peor parte de este desaguisado se lo están llevando los trabajadores. El grupo, que debía haber llegado a las cuatro de la tarde de ayer a su casa, lo hizo a las dos de la madrugada tras coger un vuelo más tardío a una ciudad que no era la suya y estar obligadas a trasladarse en guagua hasta su pueblo.

Los turistas que ayer pudieron volver a su país se sentían, ante todo, "afortunados" por la rápida respuesta del Gobierno inglés a la problemática situación. "Sentimos pánico al conocer las noticias", admitió Alan, que viajaba a Bristol en un vuelo programado a la misma hora que el original, pero fletado por Titan Airways, uno de los principales aliados del Reino Unido en la repatriación masiva. Por eso, cuando supieron que su situación era de las mejores que han vivido los turistas británicos hasta el momento, no se atrevieron a rechistar.

Ida y vuelta inmediata

"Nosotros podríamos haber tenido un poco de retraso en el vuelo, pero otros ni siquiera han podido disfrutar de sus vacaciones", concretó el pasajero haciendo alusión a aquellos turistas que, nada más bajar del avión en Canarias, decidieron aprovechar la oportunidad de ocupar una plaza vacía para volver a su país de inmediato. Y es que, si por algún casual sus vacaciones se demoran más de dos semanas, el Gobierno inglés ya no se hará cargo de ellos. El programa de repatriación impulsada por la Autoridad Civil de Aviación británica (CAA) se extenderá hasta el 6 de octubre. Después de esa fecha, tendrá que ser el propio pasajero el que reserve nuevos pasajes y estos solo serán reembolsados si el pasajero cuenta con un seguro expedido por la CAA.

Pero salvando la problemática más inmediata, muchos pasajeros se preguntan cómo no se tomaron medidas previas para evitar la lenta muerte de la empresa. "Es un desastre, no entiendo cómo el Gobierno no intervino antes", afirma Vicky, otra de los, al menos, 300 turistas británicos que ayer viajaron hacia Bristol desde Tenerife Sur.

Porque las alertas ya se habían encendido hace meses. Algunos pasajeros incluso recuerdan el momento en el que empezaron a escuchar que la viabilidad de Thomas Cook corría peligro. "En ese momento tampoco lo tomamos muy en serio", explicó Alan, que decidió, a pesar de todo, reservar sus vacaciones con el turoperador centenario.

Sin información

Realmente, para los británicos, la caída de esta gran aerolínea ha resultado ser todo un shock. "Nunca supimos lo que estaba pasando hasta que quebró", afirmó el pasajero británico, que jamás concibió, al igual que otros turistas, que la situación por la que estaba pasando Thomas Cook pudiera derivar en el cierre total.

Los 10 vuelos programados hacia Reino Unido desde Tenerife salieron ayer finalmente sin demasiado problema y, si todo sigue en la misma línea, el que tiene que salir hoy hacia Manchester lo hará también. Hoy Jill volverá a abrir de nuevo la oficina porque para ella lo más importante es velar por los clientes. Y así, al menos ellos, no se sientan totalmente desamparados.