La economía canaria va a peor. Es un hecho. Cae el número de turistas, se reducen el consumo de las familias y la inversión de las empresas, se contrae el mercado inmobiliario, se ralentiza la creación de empleo... La gran mayoría de los indicadores que reflejan la salud socioeconómica de un territorio está peor que en 2018. Y la situación no mejorará en 2020. Es más, el próximo será un ejercicio aún más duro que el actual para los hogares y los negocios del Archipiélago. Pero, con todo, y pese a los múltiples riesgos que amenazan en el horizonte ?con el brexit, la inestabilidad política nacional y la sombra de la recesión que se cierne sobre Alemania como principales temores?, las Islas no solo están muy lejos de un desplome como el que siguió a la crisis financiera de 2008, sino que el PIB incluso seguirá creciendo. Crecerá menos pero será capaz de crecer. Al menos en 2020. La economía se ha resfriado pero todavía no tiene fiebre; o lo que es lo mismo: va cuesta abajo pero sin riesgo de accidente mortal. Eso sí, los expertos hacen hincapié en que las decisiones que tome el Gobierno regional, en especial las que tengan que ver con los impuestos, tendrán también efecto en la mayor o menor resistencia del PIB.

La economía canaria tenía que desacelerar antes o después. En 2013-2014 comenzó lo que se denomina un ciclo expansivo. Había quedado atrás lo peor de la crisis que se inició en octubre de 2007 con el crac de las hipotecas subprime o basura. Fue en esos años cuando se empezó a crear empleo, primero tímidamente y luego con más fuerza; cuando las familias comenzaron a perder el miedo a consumir; cuando las empresas iniciaron la ejecución de las inversiones durante tanto tiempo paralizadas; cuando la banca abrió algo el grifo del crédito... Y después vendrían los últimos años de récords turísticos, con cada vez más visitantes y más ingresos para beneficio del principal sector de la economía. Pero a todo ciclo expansivo lo sigue un ciclo recesivo, que es el que ya está en desarrollo. La buena noticia es que el ciclo recesivo, es decir, ese en que se contrae la economía, o lo que es lo mismo, en que se reduce el ritmo en la producción de bienes y servicios y, por tanto, se ralentiza o destruye empleo, ha tardado en llegar a las Islas más tiempo de lo previsto. Lo que está ocurriendo en 2019 "llevábamos dos años esperándolo", resume el economista José Miguel González, ex director general de Trabajo del Ejecutivo autonómico.

Las cifras corroboran que, efectivamente, está en proceso esa fase decreciente del ciclo económico, y en ello tiene mucho que ver lo que está ocurriendo en Europa. Si al Reino Unido y a Alemania les va mal, en general le irá mal al resto del continente ?ambos países son clientes y proveedores fundamentales de los demás países de su entorno?, pero especialmente dañino será para un territorio como Canarias. ¿Por qué? Porque británicos y alemanes son los turistas más numerosos en el Archipiélago. Gran Bretaña e Irlanda del Norte están inmersos en el vodevil del brexit y padeciendo las consecuencias de la devaluación de la libra. Y la pujante Alemania está sufriendo como nadie la guerra comercial entre Estados Unidos y China y el divorcio entre Bruselas y Londres. La economía de la locomotora germana depende como pocas de las exportaciones, de modo que el encarecimiento del comercio internacional la golpea sobremanera. Así que aumenta el número de británicos y alemanes que ven en riesgo sus empleos o temen un recorte salarial. O simplemente se extiende el miedo a lo que está por venir. Y si hay que recortar, se recorta del presupuesto para las vacaciones. Es ahí donde empieza a dibujarse el círculo vicioso que poco a poco vacía los hoteles y apartamentos de Canarias.

Algo más de 7,6 millones de turistas extranjeros visitaron Canarias entre enero y julio, 279.000 menos que en el mismo período de 2018. Una reducción que alimenta el ciclo decreciente de la economía pero que en ningún caso es alarmante. Siguen siendo 1,8 millones más que en 2012, cuando la gran crisis aún hacía estragos. Este comportamiento del turismo representa bien lo que está ocurriendo. Por un lado, que se ha dejado de crecer y hay que prepararse para años más difíciles; por otro, que un derrumbamiento no llega siquiera a vislumbrarse.

En la mayoría de los indicadores la tendencia es la misma: peor que en 2018 pero todavía mejor e incluso mucho mejor que en los años más duros de la gran crisis. No obstante, la evolución en el último ejercicio es la que es, y es eminentemente negativa. Canarias compró productos al exterior en el primer semestre del ejercicio por 1.681 millones de euros, esto es, 172 millones menos que en el mismo período de 2018 y hasta 718 millones menos que en 2017. Y cuando las importaciones bajan tan drásticamente es síntoma de que las familias y las empresas consumen menos. La empresa que vende en las Islas un producto con origen en Canadá, por ejemplo, importará menos cantidad si sus clientes le compran menos porque han sufrido un revés económico, como la pérdida del empleo o una bajada de sueldo, o temen sufrirlo. Guarda relación con esto la caída de las compraventas de coches, otro de los indicadores que sirve para medir el consumo interno. Hasta julio se han matriculado en el Archipiélago 33.604 turismos, 4.105 menos que en los siete primeros meses del año pasado. Pero de nuevo hay que precisar que son 18.700 unidades vendidas más que en 2012. La contracción es también evidente en el mercado de la vivienda. En el primer trimestre, que es hasta donde abarcan las estadísticas oficiales, se redujeron tanto el número como el importe de las operaciones de compraventa. Y todo ello se refleja en el empleo. Se siguen creando puestos de trabajo, pero a menor ritmo, y en el primer semestre aumentó el número de parados por primera vez en seis años.

La perspectiva es que esta tendencia a la baja, este ciclo decreciente, continúe tres años más a partir de finales de 2019, explica José Luis Rivero Ceballos, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna (ULL). Las previsiones de instituciones y entidades para este ejercicio coinciden en que el Producto Interior Bruto (PIB) regional crecerá alrededor de un 2,2%, dos décimas menos de lo que lo hizo en 2018 y en consonancia con ese empeoramiento de la mayoría de los indicadores. El horizonte, por tanto, es que la economía siga ralentizando su crecimiento no solamente en 2020, sino también en 2021 y 2022, pero tampoco en estos dos años esa ralentización será necesariamente sinónimo de recesión o crecimiento negativo.

No habrá recesión con toda seguridad el próximo año, y aunque para 2021 y 2022 es más difícil hacer pronósticos, solo el peor de los escenarios posibles pondría al Archipiélago al borde de la recesión. "Habrá menor crecimiento, pero no es probable que la economía canaria entre en recesión", explica el catedrático de la ULL, que calcula que el PIB crecerá el próximo año entre un 1 y un 2%, es decir, entre 1,2 puntos y dos décimas menos que este ejercicio. La mayor o menor ralentización económica dependerá en gran medida de lo que ocurra más allá de las fronteras de la región.

Si se produce el temido brexit duro, con el Reino Unido como país tercero, el consecuente encarecimiento de los intercambios comerciales y una devaluación sostenida de la libra ?lo que dejaría a más británicos sin vacaciones?, el frenazo será mayor y entonces sí se comprometería sobremanera el crecimiento en 2021 y 2022. Y si, además, la guerra comercial continúa lastrando la economía alemana, las cosas se pondrán aún más feas. Sobre todo porque todo ello tiene un efecto multiplicador en las economías y las rentas de otros países. Ese sería el peor escenario para un territorio tan dependiente del exterior como Canarias, pero incluso así sería difícil caer en una crisis de la intensidad de la de 2008. Aquella fue una crisis financiera, y el sector financiero irradia su estado de ánimo a todos los demás sectores. Si el crédito se encarece o sencillamente se vuelve inaccesible, no hay actividad que se salve de la quema. Así que por ahora, y a salvo el sector financiero, "no estamos en medio del naufragio", sino en "la parte natural de decrecimiento del ciclo económico", subraya José Miguel González.

Al margen de todos esos condicionantes externos, también factores internos influirán en el PIB. Fundamentalmente las decisiones que en política fiscal y presupuestaria adopten los Gobiernos: el central, pendiente de que haya que celebrar o no nuevas elecciones ?lo que sería otro factor desestabilizador?, y sobre todo el autonómico. Subidas desmesuradas del gasto público o cambios en el sistema tributario deben medirse bajo criterios de "oportunidad", enfatiza González, para no poner más trabas al consumo y la inversión.

El también economista José Cristóbal García, secretario general de la Confederación Canaria de Empresarios (CCE), ahonda en la advertencia del ex director general de Trabajo y pide "máximo rigor" en la política económica, un rigor que a su juicio no es compatible con una subida de impuestos o la implantación de tributos como la tasa turística. "No es el momento de generar incertidumbre", menos aún en un sector con el peso del turismo en la economía regional, agrega.

Todo lo anterior coincide, además, con un momento en que la Unión Europea ha de empezar a definir su proyecto de futuro, acaso el más importante que haya diseñado el club comunitario desde su fundación precisamente por el adiós del Reino Unido. Habrá menos presupuesto para repartir entre las regiones, y las ultraperiféricas, como Canarias, se juegan el mantenimiento, por ejemplo, de los fondos agrícolas. El programa comunitario Posei supone 205 millones de euros en ayudas al sector primario insular, y mantener esa suma ya sería todo un éxito. El nuevo marco presupuestario europeo ha de atender nuevas políticas, como la migratoria o la de seguridad, y ello hará necesario redistribuir el dinero. Fernando Redondo, también economista y expresidente del Consejo Económico y Social, recomienda al Ejecutivo prestar especial atención a las negociaciones en Bruselas, en las que España, que es quien realmente negocia, debe tener bien presentes las necesidades de las Islas. "Canarias debe lanzarse, y no solo en el asunto de las ayudas agrícolas, sino absolutamente en todo, porque todo va a afectar a las políticas de solidaridad y compensación", subraya.

Unos 10.000 puestos de trabajo dependen de que se mantenga el PIB bajo control

Unos 10.000 puestos de trabajo dependen de que la desaceleración de la economía regional se mantenga dentro de los márgenes previstos. Cada punto del PIB equivale a esa cifra aproximada de 10.000 empleos, de ahí que mantenerlo en números lo más positivos que sea posible ?aun dentro del ciclo decreciente? será vital para muchas familias y empresas.

Para este ejercicio, casi todas las previsiones de instituciones, analistas y expertos apuntan a que el PIB crecerá entre dos y tres décimas menos que el año pasado, pero lo que pase en 2020 es un misterio por la imprevisibilidad de los acontecimientos que pueden afectar a la economía canaria ?brexit, Alemania, política nacional... Es esta la razón de que los expertos tengan más difícil ajustar sus cálculos para el próximo ejercicio, y ni que decir para los dos siguientes más allá de la certeza de que el ciclo decreciente alcanzará hasta 2022. El catedrático José Luis Rivero Ceballos vaticina esa subida del PIB de entre 1,2 puntos y dos décimas por debajo del 2,2% previsto para este año. Es decir, que la economía canaria crecería en 2020, de acuerdo con el vaticinio del economista, entre un 1% y un 2%. Y la diferencia entre que lo haga un 1% o un 2% son 10.000 puestos de trabajo. Esto explica las advertencias sobre la importancia de que el Gobierno analice con detenimiento eventuales subidas de impuestos o del gasto público que pudieran influir en mayor o menor medida en la economía. Porque cualquier décima cuenta.

"El dinero es miedoso", recuerda García, una frase que hacen buena los datos de inversión extranjera. Si bien es cierto que Canarias nunca ha sido un destino preferente para el inversor foráneo, los menos de 1,3 millones que recibieron las Islas en el arranque de 2019 son el peor dato de la historia. Solo dos comunidades autónomas, Extremadura y Cantabria, captaron menos capital extranjero en el primer trimestre. El Archipiélago está así en el podio por la cola del país.