Está usted entre quienes piensan que ha llegado el momento de acabar con la doctrina friedman, con eso del beneficio por encima de todo.

Sin duda. Esa idea que expresó el por otra parte gran economista Milton Friedman tuvo mucho que ver con el cambio de la cultura empresarial y económica de los años finales de los sesenta y setenta. Un escenario que coincide con la fase de las llamadas políticas neoliberales, cuando la cultura empresarial comenzó a orientarse hacia un solo objetivo, la maximización del beneficio, y un solo actor económico, el accionista. Esa cultura empresarial ha producido a lo largo de las tres últimas décadas una quiebra moral de la empresa, especialmente de la gran empresa, de la corporación, y no hace falta referirse a tantos casos de actualidad. Pero creo que estamos comenzando a ser conscientes de que hay que cambiar esa cultura corporativa y de que el buen directivo no es aquel que maximiza el valor para solo uno de los actores económicos, sino ese otro que sabe integrar en la gestión de la empresa objetivos más amplios y más diversos que la simple cuenta financiera, ese otro que trata de crear valor no solo para un actor, sino para el conjunto de actores que están interesados en la buena marcha de la empresa: trabajadores, clientes, proveedores? Estamos volviendo a ver la sociedad como un objetivo no retórico, sino real, de la gestión de las empresas. Pero este cambio de un modelo de ética a otro es una tarea grandiosa.

Decía en su toma de posesión el nuevo presidente del Gobierno de Canarias que intentará poner su granito de arena para que la sociedad deje de servir a la economía y que sea esta la que sirva a la sociedad. ¿Está el capitalismo de nuestros días tan enfermo?

Está enfermo moralmente. La economía no funciona mal en términos de crear riqueza, de crecimiento del PIB. Lo que ocurre es que funciona muy mal en términos de repartir esa prosperidad de forma justa.

En la redistribución.

Mmmm... Introduzco un matiz. No solo funciona mal en la redistribución, que es esa palabra que utilizamos para hacer referencia al efecto que tienen los impuestos y el gasto social en la distribución de la riqueza, e insisto, distribución, que hacen la empresa y el mercado. En las próximas décadas tendremos que conseguir mejorar no solo esa redistribución mediante impuestos y gastos, sino también la propia distribución de la riqueza entre salarios, beneficios y si usted quiere también los sueldos de directivos. Esta es, a mi juicio, la gran tarea, porque solo con los impuestos y el gasto social no bastará para arreglar los grandes problemas de desigualdad, de pobreza y hasta de depauperación.

El nuevo Ejecutivo regional tiene como medida estrella de su programa de gobierno la implantación de una renta ciudadana que garantice a todo canario unos ingresos que le permitan no cruzar el umbral de la pobreza. La idea es complementar las pensiones no contributivas, los salarios de los trabajadores en precario, los subsidios de desempleo? ¿Qué le parece?

Una sociedad decente tiene que garantizar la capacidad de llevar una vida igualmente decente a todos aquellos miembros que por diferentes motivos no tienen suficientes ingresos para ello. Por lo tanto, naturalmente que soy partidario de rentas a ciudadanos que como mínimo, insisto, les permitan llegar a ese límite. Otra cosa sería hablar de una renta universal, es decir, una renta para todos los ciudadanos canarios, porque ahí mi objeción sería que los gobiernos, y la propia sociedad en general, deberían ir con cuidado, porque creo que nuestras energías y nuestros esfuerzos deben orientarse prioritariamente a crear empleos con buenos salarios.

Porque ese fue, además, el origen de las clases medias.

Exactamente. A partir de los años cuarenta y cincuenta, nuestras economías fueron capaces de crear empleos estables con salarios que no daban para hacerse ricos pero sí para construir unas condiciones de vida decentes. Esa prosperidad vino del empleo y de los salarios. Hoy tenemos, por un lado, que dar suficientes ingresos, rentas de inserción, a ciudadanos que no tienen otros ingresos, pero, por otro, los Gobiernos no deben olvidar que el principal objetivo es conseguir empleos con buenos salarios.

Pues temo que el camino, al menos en Canarias, no le parecerá el correcto, porque el peso de los salarios en el PIB regional se reduce. ¿Es esto tan dramático como puede parecer a simple vista?

Esa visión responde a la realidad. Los salarios y la participación de estos en la renta crecieron desde los años cuarenta y hasta mediados de los setenta. Eso fue lo que dio lugar a la creación de las grandes clases medias. A partir de los años setenta, y hasta hace prácticamente un año, los salarios reales y la participación de los salarios en la renta nacional fueron en continuo descenso, y como el reparto de la renta se hace básicamente entre salarios y beneficios, si los salarios pierden parte en el reparto del pastel, los que ganan esa parte son los beneficios. Esta es una realidad que se acentúa, además, en determinadas comunidades, como puede ser el caso de Canarias. Pero, además, cuando se desciende para ver cuáles son los colectivos a los que más se ha penalizado a lo largo de esta evolución se descubre que se trata de los más jóvenes, tengan o no formación académica. Tenemos un problema muy serio de pobreza de jóvenes, una emergencia nacional, y de hecho deberíamos poner como prioridad en los presupuestos anuales de todos los gobiernos, incluido el de Canarias, la necesidad de revertir la pérdida de prosperidad para el conjunto de la sociedad, orientando el presupuesto no en función del crecimiento del PIB, sino en función del reparto del bienestar entre todos los ciudadanos. Es algo que ya se hace en Dinamarca o Australia.

Volvemos así a la distribución de la riqueza.

Claro. Ya no es una utopía. Esto es una necesidad imperiosa. Por tanto, los datos que se manejan son una fiel fotografía de aquello a lo que estamos asistiendo: que la prosperidad no es compartida. La economía española es una de las que más crecen en el mundo, por encima incluso de Estados Unidos, así que insisto, el problema no es el crecimiento de la economía, sino que no se reparte bien ese crecimiento.

Canarias, con su altísima dependencia del turismo, ha padecido una de las tasas de desempleo juvenil más altas no ya de España, sino del continente. Suele hablarse mucho de la necesidad de diversificar la economía de las Islas en pro de más y mejores oportunidades, pero el monocultivo de los servicios, y sus característicos bajos sueldos, permanece inamovible. Y ello aun cuando los sucesivos gobiernos no han dejado de insistir en esa necesaria diversificación. ¿Es tan complicado o algo se está haciendo rematadamente mal en el Archipiélago?

A ver si puedo, como dicen los parlamentarios, fijar bien mi posición en este tema. Creo que la industria que se mueve alrededor del turismo tiene gran futuro. ¿Por qué? Porque es la industria de la felicidad. ¿Qué es lo que queremos todos los ciudadanos? Viajar, la emoción del viaje, conocer lugares nuevos... Es una industria de la felicidad que tiene un futuro extraordinario, y quizá más que ninguna otra. Por dos motivos. Primero porque las clases medias de países emergentes, como, por ejemplo, china, tienen cada vez mayor renta, y esa mayor renta va asociada siempre al deseo de viajar, de modo que la industria turística tiene una demanda por delante de la que carece, por ejemplo, la industria automovilística. Y segundo, todos los sectores de eso que llamamos las nuevas tecnologías, desde la inteligencia artificial al reconocimiento facial, esto es, absolutamente todos, tienen impacto positivo en la industria turística. ¿Cuál es el problema?...

¿Cuál?

Que aún no hemos sido capaces, ni en Canarias ni en el conjunto de la propia España, de aprovechar esa vía de riqueza que es el turismo para diversificar a partir de ella. Es decir, de vincular otros sectores a la locomotora del turismo. Dicho de otra manera: yo soy de Vigo, y prácticamente nací, de hecho eran terrenos de mis abuelos, donde está la Citroën de Vigo. Casi desde los años cincuenta, cuando se instaló la planta, en Vigo se vive con una ansiedad terrible porque no se vaya la Citroën. Pues mire, con una industria como el turismo, esa ansiedad es menor. En vez de estar criticando continuamente el monocultivo tendríamos que aprovechar esa locomotora excepcional que es la industria turística para a partir de ella, y en ningún caso sustituyéndola, diversificar más los sectores de la economía canaria. Y si me permite le diré algo.

Adelante, profesor.

Cuando se acaba el curso en la universidad, los alumnos acostumbran a ir a verme al despacho para pedirme consejo. Les pregunto en qué sector quieren trabajar, y me dicen nuevas tecnologías, consultoría? Y usted se preguntará por qué le cuento todo esto?

No, solo estoy expectante.

Pues bien, no veo que mis mejores alumnos digan que quieren trabajar en el sector turístico. Cuando vea que el sector turístico ha sido capaz de crearse una reputación de industria de futuro, de industria de frontera, de industria que da opciones de progreso a la gente joven, entonces estaré convencido de que hemos hecho la transformación por la que usted me pregunta.

Al hilo de su reflexión. En Canarias lleva años discutiéndose sobre la conveniencia o no de implantar una ecotasa o tasa turística. El anterior Gobierno regional nunca estuvo por la labor, pero el nuevo Ejecutivo está dispuesto a ponerla en práctica. Por cierto, con el rechazo generalizado de la patronal, que incluso alerta sobre la posible destrucción de empleo. ¿Qué opina usted de la ecotasa? ¿Sí, no o depende?

Buena parte de mi vida profesional transcurre en el mundo empresarial, soy consejero de varias empresas, alguna de ella cotizada. Y digo esto para que no piense que en el mundo de la empresa tenemos siempre una buena visión de lo que nos conviene a largo plazo. En muchos casos hay en el mundo empresarial un cortoplacismo que es malo para nosotros mismos. Dicho esto, si ustedes en Canarias pretenden tener una industria turística potente, dinámica, innovadora y de largo plazo, la ecotasa no perjudica esa visión de largo plazo de su industria, y no la perjudica porque hasta los propios clientes están dispuestos a pagarla. La ecotasa no es más que una forma de revertir o de financiar aquella externalidad negativa que provoca una actividad económica sobre la comunidad. Si una empresa contamina, hoy nadie discute que esa empresa tiene que hacerse cargo de los costes. Pues bien, si la industria turística provoca alguna externalidad negativa sobre la comunidad y, además, deteriora ese activo en el medio y largo plazo, la solución racional, también desde el punto de vista empresarial, es incorporar esa externalidad al precio del servicio, lo que en definitiva es la ecotasa.

¿Cómo es posible entonces tanta polémica si es una solución racional incluso desde la vertiente estrictamente empresarial?

Ocurre que a veces somos muy cortoplacistas y hay que forzar un poco al mundo empresarial a aceptar innovaciones que ve como una carga a corto plazo y no como un beneficio a largo plazo.

¿Se está equivocando el empresariado canario? ¿Está siendo cortoplacista?

No lo diría en el sentido general de esas palabras. No diría que todos lo son, porque tampoco puedo decir que todos los catedráticos de universidad son buenos. Habrá de todo. Pero en el sentido corporativo de la palabra, en el mundo empresarial a veces dominan aquellos con una visión cortoplacista en lugar de aquellos que son capaces de ver qué es lo mejor para sus intereses y los de la sociedad.

En cualquier caso, antes dijo que la tasa turística no perjudica a largo plazo, pero ¿equivale eso a afirmar que en realidad es un beneficio?

Sí sí, claramente, y hay muchas experiencias. La ecotasa es un impuesto que puede ser utilizado por el Gobierno que recauda de una forma general, para atender cualquier tipo de necesidad, o finalista, destinada a evitar que una determinada actividad deteriore un activo, en este caso el medio ambiente canario, que resulta fundamental. El impuesto puede ser o no finalista, pero esté usted seguro de que en los próximos años veremos muchas ecotasas, muchos impuestos de este tipo.

Otra gran preocupación en Canarias es el brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, y sus repercusiones en el valor de la libra y en la capacidad de los turistas ingleses para seguir viniendo al Archipiélago.

Creo que las consecuencias del brexit serán bastante menores de lo que presumimos en un primer momento. No veo a los británicos dejando de viajar para tener vacaciones. No digo que una parte de la sociedad británica no tenga mayores dificultades, pero en la cesta de bienes de consumo de la familia que sufre una devaluación de su moneda, y por tanto le resulta más caro comprar fuera, hay una serie de gastos que sufren de forma más inmediata esa devaluación. Un ejemplo es el vestido y el calzado, que experimenta reducciones inmediatas, pero el viaje y el ocio, el gasto para ese viaje a Canarias, es una partida del presupuesto familiar muy poco elástica a la caída.

Pues qué tranquilidad, dirían algunos.

Sí sí. Pero en segundo lugar, ustedes, y hablo de los operadores privados y las instituciones de las Islas, han de pensar en que están apareciendo nuevas corrientes y demandas turísticas en Asia, y ahí habría que hacer una política estratégica de medio y largo plazo para ir posicionando a las Islas de cara a un turismo que no es como el británico, fundamentalmente de sol y playa, sino más cultural. Ese plan estratégico de las Islas tiene que incorporar, y estoy convencido de que ya lo están haciendo?

No lo dé por seguro.

Pues hay que incorporar en la oferta turística, en mayor medida de lo que puedan estar haciéndolo ahora, el componente cultural, y eso es muy bueno tanto para las zonas rurales como para las propias ciudades. Dicho todo esto, no veo en el brexit una catástrofe, sino un incentivo tanto para el sector privado como para el sector público de las Islas, para elaborar un plan estratégico para esa industria de la felicidad a diez o 20 años.

Quienes leen habitualmente sus artículos sabrán que lleva usted años exigiendo un nuevo contrato social.

El contrato social tiene que dirigirse siempre, como aquel de la posguerra, a producir mejores oportunidades para todos, especialmente para los que más las necesitan, y a repartir bien la prosperidad que crea la economía. El contrato social es una metáfora de ese pegamento invisible que tiene que existir en toda sociedad, ese que le permite mantenerse unida, que fomenta la cooperación entre todas sus partes y que evita los conflictos extremos, los conflictos divisivos. Por tanto, el contrato social se relaciona con políticas para distribuir mejor la prosperidad, pero quiero remarcar algo: es ante todo un contrato moral.

¿Entre quiénes?

Un contrato moral entre aquellos a los que les va bien en la vida, en la economía de mercado, en el capitalismo, y aquellos que tienen el riesgo de quedarse atrás o en la cuneta o que ya se han quedado. Es ese pegamento. Y cuando ese pegamento se disuelve, aparecen los conflictos en las sociedades y el caos político se apodera de nuestras democracias. Hay que reconstruir ese contrato social como se hizo a la salida de la Segunda Guerra Mundial, cuando a los que les iba bien en la economía estuvieron dispuestos a pagar más impuestos para desarrollar una serie de políticas sociales que garantizaran las mismas oportunidades para todos los ciudadanos y acabar así con lo que entonces se llamaba la pobreza de los mayores. Pobreza porque en tanto perdías el empleo no había cobertura de ingresos salariales, cuando tenías que dejar de trabajar, no había cobertura de pensiones? Y se hizo creando tres grandes instituciones con tres grandes políticas: los seguros públicos de desempleo, la sanidad pública universal y las pensiones. Hemos erradicado esa pobreza de mayores, y obviamente no digo que no haya pobreza, pero la hemos erradicado. Hoy el gran problema social es la pobreza de jóvenes, y tenemos que volver a construir un contrato social que mime especialmente a los jóvenes.

Un contrato social que evite conflictos divisorios, ha dicho. ¿Para evitar crisis como la que atraviesa Cataluña?

Sin duda.

¿Estamos más cerca de la solución a la fractura social que se ha producido?

Estamos más cerca de la solución en Cataluña de lo que estábamos en 2015 o en 2017, pero será lento. Si mis conciudadanos catalanes no lo ven mal y me lo permiten, le diría a usted que el independentismo unilateral, el independentismo a las bravas, ha muerto, pero que el funeral por esa muerte será largo.