Es uno de los mayores expertos en energía en España, tanto desde el punto de vista de la gestión por su paso por la Secretaría de Estado para el sector, como de la parte más práctica tras llevar las riendas de Red Eléctrica de España (REE). Participó en la comisión de expertos que formó el anterior Gobierno sobre la transición energética y está convencido de que el cambio de paradigma en la energía traerá muchas oportunidades. "¿Qué preferimos, el impacto paisajístico de alguna línea o el derivado del cambio climático?", es la pregunta que Luis Atienza lanza a la sociedad.

La transición energética y sobre todo la velocidad que le quiere imprimir el Gobierno gusta a todo el mundo.

Es un proceso imparable y no solo por la voluntad política de luchar contra el cambio climático, sino porque de fondo hay un cambio tecnológico que ha abierto vías muy potentes para hacer una parte muy relevante de esa transición energética. Hace diez años, las renovables costaban seis, ocho o diez veces lo que costaba la energía térmica a la que sustituían. Hoy en día, la fotovoltaica, por ejemplo, produce en un país como España más barato que el coste variable de la energía térmica. Si añadimos las mejoras en las baterías, la digitalización, las redes inteligentes... Hay tantas tecnologías que están trabajando para cambiar nuestro entorno energético que quien no lo entienda corre el riesgo de no aprovechar las oportunidades que se presentan.

¿Cuáles?

Por una vez en España estamos en mejor posición relativa que la mayoría de los países del entorno. En las tecnologías que se revelan como las más competitivas, que son la eólica y la fotovoltaica, estamos mejor dotados de mayores recursos que la media. En segundo lugar, somos un país mucho más dependiente de los combustibles fósiles importados que la media. Y dentro de Europa somos de los países más afectados por el cambio climático. Tenemos también una oportunidad porque en muchas de estas tecnologías no estamos por detrás de nuestros socios europeos. Estamos por tanto en condiciones de desarrollar una estrategia de industrialización que acompañe a unos objetivos ambiciosos, y tienen sentido que éstos lo sean porque, por una vez, nos van a colocar en una posición relativa mejor que la de nuestros socios europeos en materia energética. Pero, aunque la tecnología y los recursos juegan a nuestro favor, eso no quiere decir que se justifique ni cualquier decisión ni cualquier senda. Hay que buscar la más adecuada.

¿Es adecuada la senda elegida por el Gobierno, con objetivos de reducción de emisiones y energías renovables que exceden las metas de la UE?

Comparto que seamos ambiciosos en los objetivos y pragmáticos y flexibles en la senda. Hay todavía muchas cosas que tienen que ir evolucionando.

El Gobierno prevé que las térmicas de carbón no lleguen más allá de 2030, mientras hay países como Alemania que las mantendrán hasta 2038. ¿Qué plazo es más oportuno?

Mi impresión es que la evolución de la tecnología, el precio de la tonelada de CO2 y el desarrollo de las renovables van a expulsar a las térmicas de forma natural del funcionamiento ordinario del sistema, sin necesidad de una voluntad política. Lo estamos viendo ya y se va a producir más intensamente en los próximos años. Con el tiempo ese debate va a perder intensidad. ¿Es necesario fijar una fecha categórica para el cierre? Seguramente, no, pero sí es importante indicar que el mix (dieta energética) va a evolucionar en otra dirección. Es un debate que puede ser importante desde el punto de vista territorial o social y que hay que gestionarlo, pero no debe evitar que la gente entienda por dónde van las cosas. Desde el punto de vista social, territorial e industrial es importante también ver dónde queremos situarnos en el nuevo futuro.

¿Cómo hacerlo?

No recurriendo solo a la estrategia defensiva de decir "ya que tengo esto, por qué no lo estiro al máximo". Puede tener sentido, pero si por estirar al máximo algo que está llamado a desaparecer gastas las energías que debieras dedicar a aprovechar todas las oportunidades...

¿Qué estrategia sugiere?

Es fundamental que España identifique y se plantee participar en las cadenas de valor del sistema energético del futuro, como la eólica, la fotovoltaica, las redes inteligentes, de las ingenierías de sistemas o del almacenamiento de energía, otro de los grandes temas pendientes. Las planificaciones energéticas del último cuarto de siglo condujeron a una deuda en el sistema (déficit tarifario) de más de 20.000 millones que seguimos pagando en el recibo. ¿Puede repetirse la historia con la transición energética? Creo que no. El desarrollo eólico es una historia de éxito. Pagamos un sobreprecio durante un tiempo, pero ha permitido una maduración de una tecnología y la aparición un tejido empresarial relevante y unos actores que también lo son en el ámbito internacional. En cambio, la experiencia fotovoltaica fue frustrante. Nos encontramos en los años 2007 y 2008 con cuatro mil megavatios de potencia instalada a un coste diez veces más alto que el actual, cuando lo lógico hubiera sido establecer sistemas de control y un despliegue más pausado. Seguramente ocurrió así por mala regulación. Todavía hoy, en mucha gente se ha quedado la idea de que esto de las renovables conduce a una burbuja, a la especulación, a los aprovechateguis y a un sobrecoste que terminamos pagando todos. Pero el escenario ha cambiado ahora totalmente, ya no es cierto que desarrollar renovables sea más caro que las energías a las que sustituye. Y por una vez en el ámbito energético hemos caído de pie. Por una vez, tenemos una posición relativa más favorable en los recursos energéticos más competitivos que se vislumbran para los próximos treinta años. Ahora tenemos que convertir eso en una historia de éxito, sin cometer errores como los que condujeron a la burbuja fotovoltaica. Adicionalmente, debemos atender los problemas redistributivos que esta transformación pueda tener.

¿Cuáles son esos problemas?

Aunque soy muy optimista, y creo que el balance va ser muy positivo a medio y largo plazo para España, porque creo que estamos ante una palanca de desarrollo industrial muy potente, puede haber ganadores y perdedores. Hay que gestionar el proceso de manera que no haya perdedores.

¿Qué pasará con el precio de la electricidad?

Todas las simulaciones que se hacen sobre el precio de la electricidad en la segunda parte de la próxima década indican que, a medida que nos vayamos acercando a 2030, nuestro precio medio va a estar por debajo del precio medio europeo. Será gracias al desarrollo de las renovables, a las energías fotovoltaica y eólica, en las que estamos mucho mejor que Alemania, Reino Unido o Francia. Lo que ahora es un diferencial en sentido contrario, porque el precio medio de los mercados europeos es más bajo que el español, se va a invertir en el horizonte de la próxima década. El tema está en cómo llegamos allí sin perder tejido industrial, porque ahora tenemos esa desventaja.

La gran industria electrointensiva dice que su futuro está comprometido.

Cuando hablo de que hay que hacer una estrategia industrial me refiero a una estrategia que tenga dos visiones. Una de ellas supone resolver el tránsito de los consumidores electrointensivos. El proceso conduce hacia unas perspectivas en las que esas industrias van a estar en mejores condiciones que sus competidores en el futuro, pero como ahora están en peores condiciones hay que establecer mecanismos transitorios de compensación para no perder tejido. Tenemos que compensar a nuestra industria que compite en los mercados internacionales para que no se encuentre en desventaja. ¿Cómo lo hacemos? Con el estatuto de la industria electrointesiva, dotándolo de contenido y haciéndolo compatible con las reglas europeas de competencia. Haciendo por ejemplo que la compensación por los costes indirectos de CO2 sea una compensación asegurada, permanente, sin incertidumbre presupuestaria.