Hasta hace poco menos de 60 años, dos horas y media en barco separaban la isla principal de Madeira del reducto paradisíaco de Porto Santo, una isla de poco más de 42 kilómetros cuadrados, de playas de blanca arena, aguas turquesas y todo el encanto de los archipiélagos salvajes del Atlántico. Desde hace un año, Binter une estos dos tesoros con vuelos de tan solo 15 minutos, con rutas diarias, que permiten realizar visitas rápidas pero completas a la coqueta Porto Santo, con salida desde el aeropuerto de Funchal.

En tan solo una jornada, el visitante puede descubrir todos los secretos que guarda la isla habitada más pequeña del archipiélago de Madeira. Porto Santo puede presumir de contar con una playa de hasta nueve kilómetros de largo que ostenta la Bandera Azul desde hace tres décadas, que además está catalogada entre las 15 mejores de toda Europa. Tanto familias con niños pequeños, como parejas jóvenes o de ancianos disfrutan de este litoral inolvidable.

Junto a esta impresionante playa, las calles empedradas de su capital, Vila Baleira, son el soporte de cientos de terrazas que completan la oferta de descanso de la Isla y que aprovechan el buen tiempo que parece que acompaña siempre a Porto Santo para mostrar su sabrosa gastronomía. Y es que esta pequeña zona en mitad del Atlántico puede presumir de producir la tercera mejor miel del mundo.

Las infraestructuras más modernas de la oficina de turismo o el Palacio Municipal se combinan con la iglesia matriz de Vila Baleira, que es uno de los monumentos principales de la Isla. Tras las blancas paredes de este templo se encuentra la casa museo de Cristóbal Colón. Y es que el descubridor de América posee una fuerte vinculación con esta Isla, puesto que fue aquí donde vivió el navegante de origen italiano entre 1479 y 1481 y se casó con una lugareña de la clase alta portuguesa. Fue en esta isla donde amplió sus conocimientos sobre cartografía y navegación. Ahora, el turista puede visitar un conjunto de edificios que datan de comienzos del siglo XVI y donde se realiza un recorrido por la historia de la expansión marítima portuguesa, así como por la vida y las hazañas de Cristóbal Colón.

Con algo más de 5.000 habitantes, el punto más alto de la Isla es el Pico de Facho, con 516 metros. Junto a este lugar, el Pico de Ana Ferreira es otro de los atractivos naturales más impresionantes, con sus columnas prismáticas originadas por el lento enfriamiento del magma, por lo que se la conoce comúnmente como El Piano. El islote de Cal o las piscinas naturales de Salemas son otros de los lugares imprescindibles de Porto Santo.

Al norte de la Isla, la paciencia y la constancia de José Cardina ha dado lugar a un modesto pero curioso museo en el que se puede realizar un recorrido por la historia de Porto Santo. Cardina ha reunido cientos de utensilios que han sido empleados a lo largo de los siglos por los habitantes de la zona para realizar sus tareas diarias. Además, el creador de este museo se ha asegurado de preservar la historia de la Isla a través de una serie de maquetas de las principales fuentes naturales de Porto Santo.

Un molino a tamaño real preside este museo, cuya pieza más antigua tiene más de 300 años. La hija del propio Cardina se encarga de mostrar todos los secretos que su padre ha ido recopilando a lo largo de los años. Y regala a los visitantes un copa de vino de la finca de la familia que supone un final perfecto para la visita al norte de la Isla.

Porto Santo sabe combinar a la perfección la naturaleza y el urbanismo, lo nuevo y lo viejo. Esta isla, la que cuenta con más caracoles por metro cuadrado del mundo, es además autosuficiente desde hace ya siete años gracias al trabajo de una central termoeléctrica y la energía solar y eólica. Un paraíso en el Atlántico a menos de dos horas en avión desde Canarias.

Un lugar para cada turista

En las imágenes de la página, de arriba a abajo, una playa de Porto Santo, un circuito de talasoterapia (otro de los grandes reclamos de la Isla), un mirador, y el campo de golf, otra de las atracciones. /binter