No resulta sencillo de pronunciar, pero es posible que terminemos por familiarizarnos con la palabra. Flygskam, un término sueco que puede traducirse por vergüenza de volar, define el creciente rechazo a usar el transporte aéreo por sus elevados niveles de emisiones de CO2 y su consiguiente impacto en el cambio climático. Canarias está tan amenazada por el calentamiento global como otras regiones del planeta, pero, al mismo tiempo, se enfrenta a otro reto: el de proteger su economía, estrechamente dependiente del turismo, de los efectos de un movimiento que, de extenderse, podría hacer tambalear sus cimientos.

A cuatro horas y media en avión de sus principales mercados emisores, el Archipiélago ya ha empezado a notar las primeras consecuencias de este incipiente fenómeno social, cuya cara más visible es, precisamente, una sueca, la adolescente Greta Thunberg. Las llegadas de turistas nórdicos descendieron de forma significativa el año pasado. Las de noruegos lo hicieron un 5,5%, las de daneses un 7,4% y las de suecos un 8% -la única excepción fueron los finlandeses, que crecieron un 0,9%-, unas cifras que el presidente de la patronal hotelera y extrahotelera de la provincia de Santa Cruz de Tenerife (Ashotel), Jorge Marichal, relaciona, entre otros factores, con la preocupación con el cambio climático. No es una ocurrencia particular, sino que así se lo han transmitido representantes de turoperadores.

"Mientras no aparezca el avión eléctrico, no podremos luchar contra eso. Pero sí podemos hacer cosas ya", sostiene Marichal. La receta consiste en tener "una preocupación absoluta por el medio ambiente" y tenerlo en cuenta "en todas y cada una de las partes del negocio turístico". La organización empresarial ha dado ya los primeros pasos con la presentación al Gobierno de Canarias del proyecto de instalar una planta fotovoltaica sindicada para abastecer a todos los hoteles y, además, generar un excedente con el que contribuir a compensar las emisiones de las aerolíneas.

Ashotel ya ha hecho su trabajo, aunque falta "localizar" el suelo para instalar la planta, una tarea en la que están surgiendo algunas dificultades. "Algunos compran terrenos, piden los puntos de acceso a la red y luego especulan con ello", lamenta Marichal. Para superar estos obstáculos, la patronal pide respaldo al Ejecutivo. "Si los políticos tienen dos dedos de frente, deben apoyarlo, porque el turismo es la pata fundamental de nuestra economía".

No se trata de hacerlo; también hay que venderlo. El propósito último es generar una imagen de marca que funcione como un atractivo para los visitantes más concienciados. Según el presidente de los empresarios turísticos, "ser el primer destino que pueda certificar que sus hoteles solo consumen energía limpia tendría mucha más penetración que cualquier campaña de marketing". En esta labor promocional, destaca Marichal, será esencial la coordinación con las administraciones y los turoperadores.

Lo que en principio se presenta como una mala noticia, en realidad puede ser una oportunidad. Así lo cree el director de la Cátedra de Turismo de la Universidad de La Laguna, Raúl Hernández, para quien el surgimiento de este movimiento puede suponer que Canarias y su sector turístico "se tomen en serio la sostenibilidad". "Este año he visto más preocupación por ella que nunca", constata el profesor e investigador de la ULL. Y no es para menos, porque el rechazo a volar por razones medioambientales constituye, a su juicio, "una amenaza real". "Si dejan de venir, no podemos hacer nada. Es algo contra lo que no podemos defendernos".

Las medidas adoptadas por las compañías aéreas para paliar los efectos de las emisiones del sector -pagos por los pasajeros de pluses que se invierten en actuaciones medioambientales o absorción de C02- no parecen suficientes como para hacer desaparecer el estigma, por lo que la forma de afrontar este desafío, advierte, es tomar decisiones colectivas como destino turístico que permitan progresar hacia un archipiélago más sostenible.

En esa necesidad de actuar de manera conjunta y coordinada ve Hernández algunas dificultades. "Los turoperadores no están tan preocupados, porque se plantean que esto solo afecta a un segmento del mercado, al que le ofrecerá productos adaptados, más sensibles a lo medioambiental, mientras que al resto le darán lo de siempre", reflexiona.

Es Canarias en su conjunto la que debe "hacer la tarea y cambiar de imagen", sostiene el director de la Cátedra. Eso se hace "poniendo el medio ambiente en el centro del debate", y no solo en materia turística, porque "no se puede tener turismo sostenible en unas islas que no son sostenibles". La generalización de las energías renovables o la apuesta por los productos de proximidad o productos kilómetro cero son algunos de los pasos necesarios, como también lo es avanzar en una de las asignaturas pendientes de la región, la depuración de aguas, que aunque no está directamente relacionada con el cambio climático, sí puede mejorar la percepción del cliente más implicado con la preservación del entorno.

La preocupación por el medio ambiente ha llegado para quedarse y condicionará cada vez más las decisiones de los ciudadanos, entre ellas las que tienen que ver con su ocio. La industria vacacional -que en Canarias supone más de una tercera parte de su producto interior bruto- tiene mucho trabajo por delante.

La fiscalidad de las aerolíneas, en cuestión

¿Disfruta el sector del transporte aéreo de privilegios fiscales? Así lo piensan organizaciones ecologistas y también algunos países. Uno de ellos, Holanda, ha promovido una cumbre interministerial de la Unión Europea, prevista para el próximo jueves, en la que planteará gravar los billetes de avión o el queroseno de las aeronaves. El Gobierno neerlandés comparte esta propuesta con Bélgica, y ha anunciado que, si los socios comunitarios no la asumen, la aplicará en su territorio a partir de 2021 con un impuesto de siete euros por pasajero.

Holanda argumenta que, a diferencia de otras modalidades de transporte, el aéreo no está sometido a ningún gravamen, algo que sí ocurre en otras naciones de su entorno. La prioridad del Ejecutivo -que no descarta aplicar también una tasa al combustible- es promover un tributo en el ámbito europeo, de manera que si este resultara aprobado retiraría su proyecto.

En la vecina Alemania se han difundido propuestas más drásticas, si bien no desde su gobierno. Los Verdes han sugerido la posibilidad de limitar a tres el número de vuelos que sus ciudadanos pueden realizar en un año. Puede parecer una ocurrencia, pero lo cierto es que la cada vez mayor presencia de los Verdes en el Europarlamento hace presagiar más activismo político para limitar las emisiones del transporte aéreo.