No ha sido posible. Naufraga el intento de crear en Europa el tercer gran grupo del automóvil mundial. Fiat decidió en la madrugada de ayer dar marcha atrás en su propuesta de fusión con Renault. ¿La causa?: en Francia no se dan las condiciones políticas que permitan que la operación sea exitosa, asegura la firma italiana.

El Estado galo es el primer accionista del fabricante del icónico dos caballos con el 15% de su capital y en su interés por "velar" por esos intereses había puesto sobre la mesa de negociación la exigencia de que se conservaran los centros industriales y los empleos en Francia (donde Renault tiene 48.600 trabajadores) y que París mantuviera su representación en el consejo que resultaría de la fusión. Sin embargo, el principal escollo surgió de su socio nipón, Nissan.

La decisión sobre una fusión al 50% con Fiat Chrysler Automobiles (FCA) se esperaba este martes. No fue así, y además el consejo de administración Renault había pedido ya un primer aplazamiento.

El pasado 30 de mayo, Renault avanzaba su decisión de estudiar "con interés" la posibilidad de esa fusión, que según sus primeras impresiones lo reforzaría industrialmente y sería "generador de valor adicional para la alianza" que tiene con Nissan y Mitsubishi hace una veintena de años. "Faltaba por obtener un apoyo explícito de Nissan", que no acababa de llegar. Es más los dos miembros de Nissan del consejo de administración -hay 19 en total- se habían abstenido en la reunión, postura que no era de oposición a la operación, sino advertencia de que había que examinar más a fondo las consecuencias que podría tener para la alianza. La respuesta de Estado francés fue pedir a Renault que se diera un plazo suplementario de cinco días más.

París marea así la perdiz y FCA pierde la paciencia. Opta por retirar, al menos de momento, una oferta que hubiera supuesto una facturación anual superior a los 5.000 millones de euros de un conjunto cuya capitalización bursátil debería superar los 30.000 millones y vender 8,7 millones de vehículos.

Con todo, pese al frenazo, el paso dado por FCA a finales de mayo pone de manifiesto el juego de tronos que tiene lugar en la industria automovilística entre reyes europeos, americanos y asiáticos ante los cambios que se avecinan y que cambiarán las reglas del mercado.

Con la alianza entre FCA-Renault se pretendía plantar cara a la alemana Volkswagen -que avanza en su alianza con Ford Motor Company para compartir instalaciones y fabricar conjuntamente algunos modelos -, y desestabilizar, por otro lado, a otro buque insignia del viejo continente, Peugeot Citroën (PSA), que en 2018 compró Opel a General Motors.

¿Por qué este juego? Demasiadas fábricas de automóviles en todo el mundo, los nuevos planes de movilidad y la apuesta la electrificación explican, entre otros factores, los movimientos en esta industria clave para el desarrollo económico. De hecho, en España, la automoción es básica en la generación de riqueza y empleo o el impulso de las exportaciones.

Sumando todas las factorías, en España se producen casi tres millones de vehículos anualmente; la mayoría de combustión, de los cuales más del 80% se exportan a más de 150 países, en su mayor parte dentro de la Unión Europea, sobre todo a Francia, Alemania y Reino Unido. La industria del automóvil representa un 10% del Producto Interior Bruto (PIB), lo que supone el 9% del empleo y algo más del 17% de las exportaciones.

Durante 2018 se vendieron más de 1,3 millones de turismos, con la marca Seat liderando la tabla. El fabricante español desbancó a Renault como la marca de coches más vendida en España, después de dos años con la francesa a la cabeza, que además pasa a la cuarta posición con 96.200 unidades matriculadas.