Canarias patina: del sancheski al ‘skate’
La práctica en el Archipiélago del ‘skate’ arranca en la década de 1970 cuando surfistas americanos que se instalan en Tenerife usaban monopatines como alternativa de entrenamiento y diversión a la falta de olas

Skates. / ED
Pocos deportes pueden presumir de haber trascendido tanto como el skate, disciplina que ha sido el germen de una de las más reconocidas e inspiradoras tribus urbanas cuyos tentáculos llevan casi sesenta años extendiéndose al arte, la moda, el ocio o la música. Originario de California (EEUU), donde nace a la sombra del surf a finales de la década de 1960 para suplir entre los aficionados la falta de olas, actualmente se estima que alrededor de 85 millones de personas practican de forma profesional en todo el mundo este deporte que a Canarias llega a mediados de 1970 de la mano de cuatro surfistas americanos instalados en Punta del Hidalgo y Bajamar, en Tenerife, para saltar luego a Gran Canaria y extenderse después, principalmente, a Lanzarote y Fuerteventura donde los raiders locales descubren al comienzo de los años 80 del pasado siglo XX el monopatín a través de los deportistas extranjeros desplazados al Archipiélago atraídos por la calidad que durante todo el año ofrece el espectacular maretazo isleño.
Una muestra sobre la evolución del diseño de las tablas de skate que se expone en el centro comercial Las Arenas, en Las Palmas de Gran Canaria, y la celebración de un curso el viernes pasado en la Universidad de Verano de Maspalomas acerca de los orígenes de este deporte constatan la importancia que tiene a día de hoy una actividad transmutada en estilo de vida; en una manera de consumir y relacionarse, incluso de vestir, de la cual se nutren distintas generaciones, otra de las características de una actividad ajena al edadismo o los estereotipos de género, detalle ese último cuyo ejemplo más evidente es la cada vez mayor proliferación de patinadoras, una tendencia que no es ajena a Canarias.
«Dedicar más dinero a deportes libres de patrones machistas como es el caso del skateboarding es invertir en calidad de vida, diversidad y bienestar social», responde la patinadora grancanaria Aida Sosa Castellano [ver entrevista en páginas siguientes] cuando se le pregunta si el desembarco de las mujeres en las pistas ha sido bien recibido por el mayoritariamente target masculino que domina el universo skater.
Aunque Canarias cuenta con grandes campeones como Orlando Acosta, Alexis Samper, Octavio Barrera; figuras míticas como los hermanos tinerfeños Pablo y Francis Arnay, o las patinadoras Teresa Havlikova o Abbie Burns, residentes en las Islas y con muchas posibilidades de participar en las pruebas femeninas de skate durante los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028, hay quien aún recuerda cómo los jóvenes de las Islas que entonces descubrieron aquel deporte se buscaban la vida fabricándose con un tablón de madera y cuatro ruedines lo que se podría calificar de rudimentarios monopatines, a pesar de que su conducción era casi ingobernable, bien porque durante esa época la situación económica de esos pioneros les impedía comprarse un patín o porque al Archipiélago no llegaban skates made in USA.
En ese sentido, los patinadores canarios y del resto de España no se quedaron del todo desabastecidos gracias a la firma guipuzcoana Sancheski, nombre surgido de la fusión del apellido Sánchez y el anglicismo ski. La familia Sánchez, originaria de Irún, aprovechando su experiencia en la fabricación de material de esquí se adentraron en el mundo del skateboarding con tal éxito que las calles y plazas del país se llenaron de patines de plástico en color butano con ruedas de poliuretano en tono caramelo, conocidos como Top Naranja, convertidos hoy los originales producidos entre las décadas de 1970 y 1980 en piezas de coleccionistas aunque, fruto de la fiebre actual por los artículos vintage, se continúan produciendo. Eso sí, bastante mejorados con respecto a los modelos iniciales.
Luego llegarían, entre otros, el Macizo nº3 para cuya fabricación la firma vasca empleaba madera de haya y ruedas de caucho sintético o aluminio.
De juego para niños a disciplina olímpica
Con la cada vez mayor presencia de artículos relacionados con el patín en tiendas de todo el país que hasta ese momento estaban centradas en el mundo del surf y, en especial, a raíz de la apertura en la década de 1990 de tiendas especializadas en ese deporte, la escena skater comienza a escribir su propia historia dentro del territorio nacional, un relato al cual se suman nombres como Santa Cruz, una de las firmas de referencia internacional, o el de Tony Hawk, legendario patinador cuya fama le llevó a protagonizar una exitosa colección de juegos para Play Station que fue bautizado con el nombre de este californiano.
La franquicia de videojuegos Tony Hawk’s Pro Skater ha vendido de hecho más de mil millones de copias en total y según Guinness World Récords Tony Hawk’s Pro Skater 1 + 2 fue el título que más rápido alcanzó el millón de unidades vendidas sólo en Estados Unidos.
A ese universo jugón y la corta edad de quienes en los albores de dicho deporte practicaban skate se le puede achacar que hasta hace relativamente poco se lo continuara viendo como un juego de niños más que como una disciplina deportiva.
«La inclusión del skateboarding entre las disciplinas olímpicas tras ser aprobado en la asamblea del Comité Olímpico Internacional del 3 de agosto de 2016 para ser incluido en los JJOO de Tokio 2020 ha sido clave para cambiar esa percepción», cuenta el patinador y monitor tinerfeño Jorge Salazar quien, junto al también skater grancanario Benjamín Bermejo, impartió este viernes el curso Introducción al skate en la Universidad de Verano de Maspalomas (Gran Canaria) donde abordaron, asimismo, el origen y la evolución en el Archipiélago canario de ese deporte.
Pese a la vinculación del skate con el surf y aquellos americanos que, según algunas versiones, lo introducen en Tenerife, Salazar relaciona con «la llegada a la Isla de los peninsulares sancheskis» el inicio en Canarias de esta actividad física.
«Luego, ya con el tema del desembarco de las marcas especializadas y la popularidad que alcanza el skate con los videojuegos de Tony Hawk, un patinador a quien todo el mundo conocía», explica, «fue cuando empezaron a surgir en barrios como Geneto, en Santa Cruz de Tenerife, o los laguneros Punta del Hidalgo, Bajamar o Tejina, grupitos de pibes que patinaban».
«Sin instalaciones donde practicar y, también, sin internet ni redes sociales, surgen en la Isla microcomunidades de skaters que», prosigue Jorge Salazar, «para practicar robaban maderas en las obras y se construían sus propias rampas. Con la apertura en Tenerife de los primeros y muy básicos skateparks comienzan a aparecer los primeros núcleos skaters, algo que generó un aumento del número de patinadores propiciando de paso que, por así decirlo, empezaran a juntarse entre ellos».
Algo similar ocurrió en Gran Canaria, donde el patín comienza a rodar a principios de la década de 1980 en Las Palmas de Gran Canaria, Santa Lucía de Tirajana, Telde y San Bartolomé de Tirajana, municipio turístico con una importante población de residentes extranjeros que llegan también con el skate a cuestas integrándose con rapidez a la aún reducida comunidad de raiders locales.
En Pozo Izquierdo, en el sureste de la Isla; la localidad teldense de Melenara y el entorno de La Cícer o los barrios del Puerto y La Isleta, en la capital grancanaria, el traqueteo en sus calles y parques de los patines se convierte en un sonido cada vez más habitual cuyo eco se extendería casi al mismo tiempo a Corralejo, en Fuerteventura, y las lanzaroteñas Costa Teguise o Famara.
Antes de que el término skatepark se colase en el argot de esa comunidad urbana, bajo la estructura metálica que en Las Palmas de Gran Canaria sostenía una antigua nave de empaquetado conocida como El Refugio, próxima al parque de Santa Catalina, se convierte en meeting point de los patinadores de la ciudad y el resto de la Isla.
Tanto es así que a lo largo de las décadas, hasta su demolición hace apenas dos años, las autoridades municipales impulsaron diferentes acciones destinadas a modernizar aquellas instalaciones de las cuales surgen algunas de las y los más destacados skaters del Archipiélago.
Es a partir de los 2000 cuando los skateparks comienzan a proliferar a lo largo y ancho de Canarias al mismo tiempo que empiezan a abrirse tiendas especializadas donde ya no sólo se podían adquirir desde tablas a ruedas, cojinetes o decorativas serigrafías adherentes sino también camisetas, mochilas, pantalones overside, gorras, zapatillas deportivas, sudaderas...
Tanto aditivo, ni tampoco los éxitos nacionales e internaciones logrados por los patinadores de las Islas, sirvieron para que las instituciones canarias pusiesen en marcha políticas eficientes destinadas a favorecer y promocionar la práctica de este deporte.
El patinador grancanario Benjamín Bermejo, exitoso competidor y monitor que se inició a los doce años en esa disciplina, quien además se encargó junto a Jorge Salazar de impartir el pasado viernes en la Universidad de Verano de Maspalomas el curso Introducción al skate, reconoce por su parte que «fue gracias a conseguir un sponsor cuando pude empezar a viajar a lugares como Noruega, Finlandia, Estados Unidos y, entre otros países, Alemania para competir o participar en eventos».
El canario, sin embargo, dice que «durante los últimos diez años, a raíz del cierre en Canarias de numerosas tiendas dedicadas al skate y la falta de compromiso de los patrocinadores, se frenaron las competiciones y las aspiraciones de crecimiento» entre los patinadores del Archipiélago. A Bermejo le llama la atención que eso suceda «cuando como monitor percibo cada vez un mayor número de chiquillos practicando» ese deporte, «sobre todo desde su designación como disciplina olímpica», añade.
Jorge Salazar y Benjamín Bermejo piden «instalaciones profesionales de skate para su práctica y activar o desarrollar competiciones que permitan avanzar, mejorar y crecer» a unos deportistas «que necesitan motivación además de apoyo económico», concluye el tándem deportivo.
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