La casa por la que pasó el siglo XX en Tenerife

En Puerto de la Cruz, en Tenerife, se encuentra Sitio Litre, una casa señorial en la que han desembocado historias que se remontan más de un siglo atrás

Una acuarela de Sitio Litre pintada por Marianne Norte, 1875.

Una acuarela de Sitio Litre pintada por Marianne Norte, 1875. / El Día

Saray Encinoso

Hay casas que conservan recuerdos y hay otras que contienen el pulso de toda una época. La Casa Litre, construida en 1730 y considerada una de las edificaciones más antiguas de Tenerife, ha sido la desembocadura de una red de historias que se remontan más de un siglo atrás. Hasta hace poco, esta memoria estuvo a buen recaudo: la custodió el propietario de la mansión. John Lucas, fallecido recientemente, no fue un inquilino cualquiera: la casualidad y su pasión por la cultura lo convirtieron en testigo de excepción de las conexiones entre las Islas Canarias y Escocia, Lisboa, Vietnam y hasta el MI6 británico.

John Lucas nació en Las Palmas en 1947, hijo y nieto de británicos afincados en las Islas desde finales del siglo XIX. «Mi madre también nació aquí y mi abuelo llegó a trabajar en la carbonera, que dominaba el puerto de Santa Catalina y que, como casi todo en esa época, era inglesa», explicaba.

Durante la Segunda Guerra Mundial, sus padres viajaron a Inglaterra en un convoy atacado por los alemanes. «El único barco que llegó fue el nuestro. Decían que fue porque había una mujer a bordo: mi madre», contaba Lucas entre risas. John estudió en Inglaterra, pero siempre regresaba en verano. En los años 60, cuando el turismo empezaba su andadura en el Archipiélago y ya estaba afincado en Tenerife, fundó una agencia de viajes que luego heredarían sus hijos.

Su vida cambió cuando en 1996 decidió comprar Sitio Litre, una propiedad en ruinas que pertenecía a su amiga Molly Smith. «Estaba todo hecho un desastre», recordaba Lucas. «Los cables colgando, la fontanería sin funcionar, la madera podrida… Nos llevó dos años dejarla habitable». Lo que no sabía entonces era que en esa casa no solo pasaría toda su vida, sino que le llevaría de vuelta hasta sus orígenes.

La historia de Sitio Litre comienza en el siglo XVIII, cuando el comerciante escocés John Paisley, intentando escapar del terremoto de Lisboa, llega en 1756 a Puerto de la Cruz y se instala en una casona que había sido construida en torno a 1730. Paisley se dedicaba a la exportación de vino portugués al mercado británico, una actividad próspera en la Lisboa de mediados del siglo XVIII. Sin embargo, su vida dio un giro radical el 1 de noviembre de 1755, cuando un fuerte seísmo sacudió la capital portuguesa. La tragedia coincidió con el Día de Todos los Santos y muchas víctimas murieron al derrumbarse los techos de las iglesias, abarrotadas durante la misa. Paisley, protestante, no asistió ese día al templo, lo que probablemente le salvó la vida.

Su último propietario, John Lucas, fallecido recientemente, fue más que su morador: fue testigo de la conexión entre Canarias y Escocia, Lisboa, Vietnam y hasta el MI6 británico

Tras el desastre, tomó la decisión de abandonar Lisboa y se estableció en el Puerto de la Cruz, donde adquirió la mansión que acabaría conociéndose como Sitio Litre.

Años después, dos de sus sobrinos, James y Archibald Little, también recalaron en la isla y continuaron su legado, dando origen al nombre con el que se conocería popularmente la mansión (Litre es la forma en que sonaba el extraño vocablo Little a los oídos de los portuenses). La casa pasó en 1856 de los Little a los Smith, quienes la conservaron hasta que Lucas la adquirió.

Décadas después de la compra, una investigación genealógica casual reveló una conexión increíble: Lucas era descendiente directo de John Little, un hermano de Archibald y James. «Compré la casa de mis ancestros sin saberlo».

El origen del plátano

Pero Sitio Litre no solo guarda secretos de familia. Su jardín fue uno de los primeros lugares de Europa donde se cultivó el plátano que conocemos hoy, explicaba Lucas. Gracias a Helen Little, hija de Archibald, y a Alfred Diston, que regentaba la finca de Sitio Litre y el jardín botánico de Puerto de la Cruz, «esta fruta viajó hasta Tenerife y se convirtió en una de las industrias más importantes del archipiélago».

El viaje del plátano está hecho, también, de casualidades. A principios del siglo XIX, un botánico irlandés afincado en la isla Mauricio recibió —se cree que procedentes de Vietnam— «plantones de una platanera bajita que resistía al viento». En 1829 decidió enviar dos de estas plantas a un contacto que tenía en Reino Unido. «El duque de Devonshire recibió los plantones y, como era muy amigo de Hepburn, que vivía en Escocia y que tenía también invernaderos, decidió enviarle algunos ejemplares».

En esos años, en concreto en 1835, Lord Hepburn se había casado con Helen Little. «Creo que Helen Little le dijo al marido: ¿para qué tenemos esto aquí si no da plátanos? Y que convenció a su marido para que mandaran un plantón al Sitio Litre, porque esto era suyo», sostenía Lucas.

Los plátanos Cavendish llegaron a Tenerife y resultaron ser todo un éxito, especialmente después del declive del mercado del vino y la cochinilla, años más tarde. «A finales de 1859 Canarias se dedicaba a la cochinilla, pero se descubrió una alternativa sintética y esta industria se hundió en cuestión de meses. Antes de morir, Diston había cultivado el plátano en Sitio Litre y distribuyó plantones entre sus amigos», detallaba.

Churchill, Onassis y ‘El Ambicioso’

Sitio Litre fue también testigo indirecto de la presencia en Tenerife de figuras célebres. En 1959, Winston Churchill visitó la isla con Aristóteles Onassis. Fue gracias a la madre de John Lucas, que acompañó a Lady Clementine, esposa de Churchill, que el político británico visitó la ciudad turística. «Se tomó dos whiskys en San Telmo. Hay foto», decía John con orgullo.

El padre de Lucas y Churchill se habían conocido porque el primero pertenecía al MI6 británico y viajaron juntos en el Queen Mary. «Mi padre volvió en el Queen Mary en el año 44. Había pasado la guerra en el Caribe, en las colonias inglesas. Resulta que Churchill estaba en el mismo barco, y se conocieron durante ese viaje».

El jardín de Sitio Litre, abierto al público por John Lucas, fue uno de los primeros lugares de Europa donde se cultivó el plátano Cavendish

Pero quizás la anécdota más surrealista que contaba Lucas es la del yate El Ambicioso, propiedad de Molly Smith. En 1972, John acompañó a Molly y su marido, Ian, en un viaje desde Canarias a Málaga. La travesía de estos amigos culminó, tras días sin cambiarse de ropa, en el puerto de Málaga. Pero la verdadera historia del yate comenzó después. Según Lucas, el escritor y excorresponsal de guerra Frederick Forsyth, residente en Málaga, se interesó por El Ambicioso para llevar a cabo un plan digno de una novela: organizar un golpe de estado en Guinea Ecuatorial para derrocar al dictador Macías Nguema y establecer un refugio para los biafreños, pueblo con el que simpatizaba desde su cobertura del conflicto en Nigeria. El plan del escritor, según contaba Lucas, era cargar mercenarios blancos en España, armarse en el sur de Portugal, recoger más efectivos negros en Togo y desembarcar en la isla de Fernando Poo (hoy Bioko). Y, para ello, le alquiló la embarcación al marido de Molly.

El recientemente fallecido propietario de Sitio Litre aseguraba que el operativo fue abortado por la Guardia Civil en el puerto de Arrecife gracias a una filtración desde el Ministerio de Defensa. Nadie fue condenado y el barco fue devuelto a Ian. Forsyth, sin embargo, convertiría el fallido golpe en ficción: su novela Los perros de la guerra (1974) recoge una historia muy similar. «Así, El Ambicioso sería el germen de una de las novelas más conocidas del autor británico, que mezcló hechos reales con literatura para relatar una historia que casi fue cierta».

Frederick Forsyth recreó en la novela ‘Los perros de la guerra’ su plan de golpe de Estado en Guinea Ecuatorial a bordo del yate ‘El Ambicioso’, de la anterior propietaria de la casa

Lucas estaba obsesionado con la historia, también la que no se enseña. Contaba que, durante la guerra hispano-estadounidense de 1898, Estados Unidos planeó invadir Gran Canaria para tener la isla como base de operaciones. «El cónsul británico, miembro de la influyente familia Miller, alertó a Londres. El Foreign Office intervino y detuvo la operación».

John Lucas era el ejemplo vivo de ese mestizaje cultural sobre el que se ha conformado la sociedad canaria. Británico, canario, empresario, apasionado de la historia, anfitrión. Mantuvo el jardín de Sitio Litre abierto al público, conservando un legado que abarca siglos y continentes. Su vida fue como su jardín: frondosa, diversa, sembrada de historias imposibles como las orquídeas que cultivaba. Porque, además de los recuerdos que evocaba John, la historia de Sitio Litre va más allá: también atrajo a visitantes ilustres, como la pintora Marianne North, la escritora Agatha Christie o el botánico Alexander von Humboldt.

Con la muerte de John no solo se pierde una voz, sino un archivo humano de historias, anécdotas, rumores, leyendas. El Sitio Litre sigue en pie, pero sin su cronista principal la casa se vuelve un poco más silenciosa.

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