Las primeras maestras de San Bartolomé

Margarita Martín Betancort y sus hijas. / ED
Cuando aún no existía el magisterio oficial, Eugenia Betancort Camejo, la bisabuela de Antonio Lorenzo Martín, ya tuvo una academia privada, que continuo su hija Margarita Martín Betancort, y a esta primera Margarita le sucedería como maestra su hija Margarita Martín Martín, que permaneció dando clases, primero en San Bartolomé y después en Arrecife hasta los años sesenta.
En la vida de Eugenia Betancort hay una pincelada de romanticismo, propia de una novela de amor, una novela de esas por entregas que hubiera tenido gran éxito. A principios del siglo XIX las comunicaciones entre los pueblos en Lanzarote eran muy precarias, el matrimonio entre Eugenia Betancort, natural de Haría y Baltasar Martín Monfort, de San Bartolomé, resultó curioso y hasta rocambolesco. Ella trabajaba en el hospital de Teguise, a donde llegó enfermo Baltasar Martín. Y de ahí surgió el matrimonio.
Cuando su hija, Margarita Martín Betancort, la sucede en la academia privada, se crea el Magisterio oficial. A este grupo de profesores que procedían de la enseñanza privada se les recicla para darle cabida en la nueva institución. Lorenzo recuerda que su abuela le contó que en año 1872, cuando ella tendría unos 17 años, se marchó sola a Tenerife, para realizar los correspondientes exámenes, a bordo de un barco de vela. Lorenzo supone que ese velero podría ser La Beatriz o El Gaspar, los únicos barcos que realizaban las funciones de correo y pasajeros en aquella época. Y contaba su abuela, como anécdota que, en el viaje de vuelta los cogió una calma chicha en La Bocaína y estuvieron varios días entre Lanzarote y Fuerteventura, sin poder arribar a puerto.
El día 16 de abril 1925, Margarita Martín Betancort cumple 70 años y se jubila, siendo maestra de la escuela de San Bartolomé. Su hija Margarita Martín Martín es nombrada maestra interina transitoria de la misma escuela el 18 de abril de 1925 y toma posesión el 21 del mismo mes.
Primero en San Bartolomé y después en Arrecife, la maestra Margarita Martín Martín se mantuvo fiel a su vocación hasta casi el final de sus días. El legado de estas mujeres merece formar parte de la historia en mayúsculas, sobre todo en un tiempo tan complicado para todos los canarios, y en especial para las niñas de aquellos años ruines.
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