Canarias en las grandes guerras

Ni la neutralidad de España en la 1ª contienda mundial ni la pasividad que de manera oficial enarboló el país para no entrar en el 2º conflicto bélico global impidieron el hambre, la llegada de submarinos o el hundimiento de buques en unas Islas plagadas entonces de espías de ambos bandos

Una falúa se acerca a un destructor alemán en la bahía de Santa Cruz de Tenerife en la primera mitad del siglo XX.

Una falúa se acerca a un destructor alemán en la bahía de Santa Cruz de Tenerife en la primera mitad del siglo XX. / FEDAC

Aunque España tuvo en la I Guerra Mundial (1914-1918) un, presuntamente, papel neutral y tampoco participó entre 1939 y 1945 en la segunda Gran Guerra debido a que nuestro país se recuperaba aún de los estragos de la por entonces recién concluida guerra civil a pesar de que la postura del gobierno golpista de Francisco Franco osciló de la neutralidad a la no beligerancia a favor de la alianza del Eje —formado por el nazismo de Alemania, el fascismo italiano y el imperialismo dictatorial japonés— para, de nuevo, abrazar oficialmente una más que cuestionable imparcialidad, el Archipiélago no sólo se vio afectado económica y socialmente por aquel primer conflicto global sino que el asunto Canarias estuvo sobre la mesa tanto en la decisión de Franco para no involucrarse en la guerra como en los planes de los bandos en conflicto que estudiaron invadir las Islas debido a su privilegiada situación geográfica entre Europa, América y África.

"¡Guerra! ¡La guerra!" Los gritos de Basilio Hernández, pastor del municipio herreño de El Pinar, paralizaron el 8 de septiembre de 1917 el baile que en la calle del Mentidero de la localidad de Taibique habían organizado con motivo de las fiestas del pueblo los miembros de la sociedad La Igualada quienes, junto al cabrero y el resto de vecinos, presenciaron cómo en las inmediaciones de la punta del Lajial un crucero inglés lanzaba bombas hacia la costa, en dirección a la punta de los Frailes, donde un submarino alemán trataba de protegerse semiescondido entre las rocas de los proyectiles de la embarcación británica.

Es fácil imaginar el impacto que la escena generó en aquel recóndito rincón del Atlántico donde en el año 1917 residían alrededor de 8.000 habitantes pero más sencillo resulta evocar la perplejidad de la población de El Hierro a lo largo de los seis días que duró el presunto secuestro de Juan Ayala, alcalde de Valverde, por parte de la tripulación del submarino alemán U-63 capitaneado por el comandante Heinrich Metzger.

Los herreños ya habían visto sumergibles navegando en sus costas o incluso atracando en los puertos de la remota Isla pero lo del secuestro de uno de sus vecinos era una novedad.

El crucero ‘Cataluña’ abarloado a un submarino en una imagen tomada en aguas de Canarias en torno a 1915.

El crucero ‘Cataluña’ abarloado a un submarino en una imagen tomada en aguas de Canarias en torno a 1915. / FEDAC

Y es que las vicisitudes canarias durante la I y II Guerra Mundial pivotan entre leyendas surrealistas como la de Juan Ayala —cuya veracidad enfrenta a los historiadores—; hambrunas a raíz del bloqueo sufrido en los puertos del Archipiélago que se tradujo en el desabastecimiento de alimentos y productos básicos; la migración a América de cientos de miles de canarios; la proliferación en las Islas de espías británicos y nazis; el hundimiento en aguas próximas a Canarias de numerosos buques o los planes del Ejército británico para, en el marco de la operación Pilgrim —también denominada por motivos de seguridad y para despistar al Gobierno de España y las fuerzas nazis como Puma o Chutney— invadir durante la II Guerra Mundial las Islas en una maniobra que comenzaría ocupando Gran Canaria y seguiría por el resto de Islas.

El asunto Canarias

Franco esgrimió de forma oficial para no entrar en la II Guerra Mundial que España acababa de salir de una contienda en su territorio y la población no soportaría otro escenario bélico pero aunque ese argumento era cierto también es verdad que el militar golpista temía perder tanto el Archipiélago como los territorios españoles en el noroeste de África ante la imposibilidad de defenderlos militarmente debido al estado raquítico en el cual se encontraba su Ejército tras la Guerra Civil española.

Veinticinco años antes, el 7 de agosto de 1914, la Gaceta de Madrid anunciaba la neutralidad de España en la I Guerra Mundial porque el rey Alfonso XIII consideraba que el país no estaba preparado para una guerra ni a nivel militar, ni político, ni económico. Esa abstención ni la posterior postura presuntamente pasiva del régimen franquista impidieron, sin embargo, que ambas contiendas globales se cebaran con el Archipiélago y su población a raíz, sobre todo, del desabastecimiento al cual sumió entre 1914 y 1918 a las Islas el bloqueo marítimo en aguas atlánticas donde se libraban cruentas batallas entre las flotas de las potencias de la Entente, lideradas por Gran Bretaña, Francia, Serbia y la Rusia Imperial, y las naciones agrupadas en el bando Central liderado por Alemania y Austria.

Walter Jablonowski y su esposa en el aeropuerto de Gran Canaria ante un avión con la esvástica nazi.

Walter Jablonowski y su esposa en el aeropuerto de Gran Canaria ante un avión con la esvástica nazi. / FEDAC

Mientras en la Península aumentaban durante ese periodo las exportaciones con los países beligerantes, en Canarias el comercio quedó durante esos cuatro años paralizado. Ante la presencia en las Islas, en especial en Gran Canaria aunque también en Tenerife, de empresas y navieras británicas, cuyos buques exportaban a Reino Unido carbón y otros productos imprescindibles para la maquinaria bélica de los Aliados, el bando austro-alemán convirtió las aguas próximas al Archipiélago en un cementerio: sólo con bandera española se hundieron durante dicha contienda 72 barcos.

Su objetivo no era castigar a la población isleña pero tampoco iban a permitir el tráfico de suministros que en cierto modo beneficiaba la continuidad comercial de Reino Unido en las Islas. Los Puertos de Las Palmas pasaron de recibir en 1913 más de 6.700 barcos a los 1.786 de 1918 mientras que en Santa Cruz de Tenerife cayó en ese mismo periodo de 4.248 a 1.036. "Las repercusiones de la guerra siguen agravando la situación de Canarias, a la hora actual bastante crítica", resumía en enero de 1918 Diario de Las Palmas en su editorial aquella situación que la prensa de Tenerife tildaba de "tremenda" .

Sin trabajo y ante unas cifras escalofriantes de muertes en el Archipiélago por inanición, es compresible que entre 1914 y 1919 más de 100.000 canarios emigraran a distintos países de América en una huida que tuvo también consecuencias dramáticas como, por ejemplo, la muerte de 457 personas, muchas de ellas canarias, en el hundimiento en septiembre de 1919 en aguas de Florida (EEUU) del buque Valbanera debido a un huracán.

Con la derrota de las fuerzas afines a Alemania, la I Guerra Mundial concluye el 11 de noviembre de 1918 dejando una riada de víctimas que, entre militares y civiles de ambos bandos, superó los 14 millones.

Llover sobre mojado

Acabada aquella contienda, tanto en Canarias como en el resto del planeta se trataba de recuperar la normalidad prebélica además de reorganizar el nuevo marco internacional.

Tras la guerra y al amparo del recién estrenado escenario mundial, el aumento en el Archipiélago de la población alemana conllevaría asimismo la proliferación de negocios de capital alemán. Tanto, que incluso los integrantes de dicha comunidad comienzan a restarle protagonismo e influencia a la numerosa colonia británica asentada en territorio canario. De hecho, Canarias en la práctica era una especie de colonia británica con bandera española e ingresos de otras potencias centroeuropeas, principalmente Alemania, de ahí que a priori tampoco resultase sorprendente que las autoridades decidieran potenciar ya acabada la gran guerra a la compañía naval Wooerman en detrimento de las británicas Fyffes y la Miller. Además, se crea en Las Palmas de Gran Canaria la Compañía Insular Colonial de Electricidad y Riegos (CICER) en 1928, con Primo de Rivera aliándose al capital belga y alemán, para desplazar a la británica Sociedad Eléctrica de Las Palmas en el abastecimiento de aguas y electricidad.

El estallido en 1936 de la Guerra Civil española después del Alzamiento militar del golpista Francisco Franco no sólo frenó la recuperación social y económica de Canarias sino que durante los tres años siguientes agravó hasta límites insospechados aquella situación propiciando, asimismo, la llegada de más alemanes y británicos a las Islas, empresarios y viajeros quienes cuando en abril de 1939 se da por finalizada la contienda con la victoria de las tropas franquistas ya gozaban en el Archipiélago de una privilegiada posición que durante la posguerra y la dictadura sólo aumentaría.

Pese a la postura neutral de España, fueron los súbditos alemanes los más beneficiados del nuevo orden dictatorial que trajo consigo el nacionalcatolicismo cuyos postulados estaban más próximos a las ideologías nazis y fascistas defendidas por Adolf Hitler y Benito Mussolini aunque Franco y sus acólitos tampoco le dieron la espalda a quienes ya iniciada la II Guerra Mundial integraban el bloque de los Aliados con el Reino Unido a la cabeza.

Que el bisne es el bisne fue algo que el dictador Francisco Franco siempre tuvo muy en cuenta así que mientras enarbolaba la posición neutral española practicando el bienquedismo con los dos bandos en conflicto, por lo bajini se decantó por apoyar a los líderes totalitaristas. Cumpliendo esa máxima de que favor con favor se paga, el sátrapa tenía una deuda con Hitler, quien le había echado una mano durante la Guerra Civil.

Así, el Archipiélago recibió las huellas del nazismo desde muy temprano a través de la actuación desplegada tanto por el Partido Nazi como por sus organizaciones económicas y socioculturales. El nacionalsocialismo penetró en la creciente colonia germana de Canarias cuando sus representantes y agentes movilizaron campañas políticas, propagandísticas y persuasorias, así como movimientos de inteligencia y actividades de vigilancia e intimidación.

Los Aliados recibían por parte de algunos integrantes de la colonia británica en las Islas información detallada de la permisividad que existía hacia el nazismo no sólo con la utilización de los puertos canarios por parte de la flota alemana, donde se les ofrecía avituallamiento e incluso se les facilitaba acceso a distintos servicios de reparación sino que también se hacía por parte del gobierno golpista la vista gorda a la exaltación nazi permitiendo la celebración en las calles de desfiles con símbolos del nacionalsocialismo de Hitler; creando colegios en el territorio canario dirigidos por alemanes; colocando banderas con esvásticas en las fachadas de comercios o, entre otras, engalanando plazas y calles del Archipiélago a base de banderas nazis y pancartas con saludos al dictador alemán, sin olvidar la libre circulación de submarinos y buques de guerra por nuestras aguas.

A todo eso hay que añadir la presencia en Canarias de espías de ambos bandos, algunos súmamente profesionales, como es el caso del matrimonio alemán Jablonowski, Walter Óscar y Else Margaret, quienes se integraron magistralmente en la sociedad de las Islas y eran habituales de todos los saraos celebrados en el Archipiélago: desde la presentación en el teatro Pérez Galdós del traje típico canario diseñado por Néstor a la participación activa en las fiestas de Carnaval o ejerciendo de entregados turistas mientras recorrían la región haciendo fotos y recabando información que luego filtraban al Ejército alemán. La pareja acabaría siendo detenida en África por agentes del servicio secreto de Estados Unidos.

Como sucedió con el presunto secuestro en El Hierro de Juan Ayala, alcalde de Valverde, la leyenda nutrió también el imaginario colectivo con la supuesta base secreta de submarinos que fue diseñada en Cofete (Fuerteventura) por el ingeniero alemán Gustav Winter que tiene de real lo mismo que la cacareada neutralidad de Franco en la II Guerra Mundial.

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