El pergamino de Clío
El origen de la declaración de la renta

El origen de la declaración de la renta / El Día
El próximo miércoles comienza la Campaña de la Renta 2024-2o25, por eso no está de más echar la vista atrás para conocer el origen de los impuestos. Una de las fuentes principales de recaudación que tiene los estados es el impuesto sobre la renta. Lo cierto es que, por muy odiada que sea la práctica, el pago de impuestos ha tenido lugar desde la Edad Antigua. También son igual de antiguas las trampas y engaños que se han llevado a cabo durante generaciones para evadir su cumplimiento.
En Egipto, era el rey el encargado de realizar la recaudación. Junto a su corte se embarcaba y recorría el Nilo cada dos años. Los acompañantes del soberano se encargaban de organizar las recaudaciones en cada localidad que se conocían como «recuento del ganado».
El tesoro público de Roma era el Aerarium y se nutría de recaudar impuestos. Tenía su sede en el templo de Saturno en la colina del Capitolio. De su gestión se encargaban los Cuestores. Se crearon tres cajas de impuestos: el Aerarium Militaris, para pagar a los soldados licenciados; el Patrimoniu Caesaris, tesoro del control del emperador sobre sus provincias Imperiales y el Vectigal, un tributo impuesto por Roma a todos los pueblos sometidos por ella.
El impuesto sobre la renta, tal y como lo conocemos hoy, tiene su origen en Inglaterra. En 1798 el Reino Unido guerreaba contra Francia. Es bien sabido que las guerras vacían las arcas de cualquier país, de hecho, es la forma más rápida por la que pierde dinero un estado.
El primer ministro británico William Pitt decidió aumentar los impuestos para poner solución a la falta de capital. Entre sus propuestas estaba gravar bienes de lujo como sirvientes o carruajes. Lejos de aceptarlo sin rechistar, en el Parlamento se levantó un gran descontento contra la propuesta de Pitt. Sin embargo, ante la quiebra total, la Cámara se vio obligado a aprobarla, pero el resultado no fue el esperado. La recaudación no cumplió con las expectativas del primer ministro, así que este decidió gravar todos los ingresos del total de la población.
Así, el 9 de enero de 1799 se aprobó por primera vez el impuesto sobre la renta tal y como lo conocemos hoy. Las voces críticas no callaron hasta el fin de la guerra en 1802, cuando el impuesto fue revocado.
Desafortunadamente para los descontentos, la paz solo duró un año, así que pronto la recaudación se volvió a poner en marcha. El sistema fue adentrándose en el resto de los países. En 1864 llegó a Estados Unidos y en 1914 a Francia, durante el primer año de la Primera Guerra Mundial.
En España lo instauró Manuel Azaña durante la Segunda República en noviembre de 1932 y se conoció como la Contribución general sobre la renta que se caracterizaba por un mínimo exento de 600 € (100.000 pesetas de la época). Era la cantidad mínima que una persona podía ganar sin tener que declarar. También se impusieron tarifas progresivas que iban del 1% al 7,70%. Cuanto más ganaba una persona, mayor porcentaje de impuestos debía pagar.
Durante la década de los años 40 y 50 del siglo pasado no existió un impuesto sobre la renta de las personas físicas, pero tras la dictadura el IRPF resurgió y se reformó el sistema fiscal, creando un IRPF que pretendía ser más equitativo.
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