Entrevista | Carolina Iglesias Guionista, cómica y presentadora
Carolina Iglesias: «Ser un juguete roto me fascinaría»
«De adolescente quería ser guionista o correctora ortográfica. En el instituto me leía libros de guion y empecé a formarme en casa», indica

Carolina Iglesias / Efe
ANA R. PIÑEIRO
Hace once años se dio a conocer en YouTube como Percebes y Grelos; durante la pandemia arrancó junto a su compañera Victoria Martín el pódcast ‘Estirando el chicle’, uno de los más seguidos de España. Guionista, cómica, creadora de contenido y presentadora, Carolina Iglesias (La Coruña, 1993) acaba de publicar su primera novela, ‘Para siempre es mucho tiempo’, una comedia romántica sobre las preocupaciones de las treintañeras ‘millenials’
Es una de las cómicas de moda. ¿Cómo a llegado hasta aquí con 31 años: suerte o constancia?
Desde que soy adolescente escribo, empecé a hacer vídeos en internet con 18 años y a subirme a escenarios en bares para hacer monólogos; todo lo que he querido hacer lo he ido haciendo por mí misma, así que cuando empecé a tener oportunidades ya estaba más preparada que si alguien me hubiera llamado con alguna oferta. Yo no tenía ningún tipo de contactos, no tenía padrinos ni cononocía a nadie que se dedicase a esto, no tenía más objetivo que dedicarme a esto. El factor suerte es importante, pero también la constancia, mantenerte y no venirte abajo.
¿Considera que le ha costado más que si fuera hombre o las cosas han cambiado y hay igualdad de oportunidades en el campo de la comedia?
No hay igualdad de oportunidades. Vivo de un programa que he creado en internet con una compañera, el camino nos lo hemos tenido que hacer nosotras. Las oportunidades que he tenido con Estirando el chicle han venido después de ser número uno, con lo cual evidentemente todavía queda mucho por avanzar. Cuando no tengamos que hablar de esto ahí estará la verdadera evolución. Que hay más mujeres en la comedia que antes es una realidad, pero no hay más que hacer un recuento del equilibrio de hombres y mujeres en los programas.
En generaciones anteriores se decía que las mujeres no llegaban por falta de referentes femeninos, pero para las millenials no ha sido del todo así. ¿Quiénes han sido sus referentes?
Mis referentes más claros han sido Ana Morgade, Silvia Abril y Yolanda Ramos, que eran las cómicas que más me entretenían. Las tres fueron muy importantes , sobre todo para la gente de mi generación, porque estaban ahí, se han mantenido y creo que tienen un momento muy bueno ahora. Después he mirado y me he fijado más en las que venían de antes, por poner un ejemplo de presentadoras, en mujeres como Mayra Gómez Kemp, a la que no tenía como referente porque no fui coetánea de los programas que presentó.
Y de repente se ha visto haciendo giras con las que eran sus principales referentes. ¿Qué sensación tiene al compartir escenario con ellas?
Es bastante fuerte. Yo hago como que es lo normal, pero no lo es y además me gusta valorarlo. Actuar con Eva Hache, por ejemplo, que es la única que ha presentado un late night en los últimos veinte años, es como surrealista, como chocar las cinco con mi yo pequeño: me quería dedicar a esto por ellas, y ahora no solo trabajo con ellas y aprendo de ellas, sino que además son amigas. Me siento muy afortunada y es superguay la mezcla que hemos hecho con el show.
¿Y cómo lleva sentirse referente ahora para las generaciones que vienen?
Intento no pensarlo mucho. Igual que yo cuando era pequeña tenía menos referentes de mujeres en prácticamente todos los ámbitos (en el fútbol no tenía, a mí me encantaba y me costaba explicarles a los niños en mi colegio que yo también podía jugar porque no conocía a jugadoras), me alegro de que cada vez haya sobre la mesa más nombres de cómicas. Al final yo soy una persona, no puedo educar a otra ni tengo la verdad absoluta de nada, pero si por existir le hago más fácil el camino a las que vengan atrás, estoy muy orgullosa.
¿Cuándo se dio cuenta de que lo suyo era la farándula y cómo lo contó en casa?
Desde los catorce años sabía que quería ser guionista o correctora ortográfica. Mientras estaba en el instituto me leía libros de guion y empecé a formarme en casa. Los monólogos me gustaban y empecé a hacerlos en bares, pero eso de estar en el foco no era algo que me llamase la atención ni pensaba que sería mi mundo por como soy yo. Mi madre me enseñó a vivir con mucha libertad la pasión que tenía y, cuando me tuve que venir a Madrid a estudiar, mis padres siempre me apoyaron porque veían que esto es lo que quería hacer. A los 22 años empecé a trabajar de guionista y luego no he dejado de trabajar, es como que la confianza que depositaron en mí mis padres yo se la devolví esforzándome al máximo por conseguir mis objetivos.
A los 18 se fue a Madrid a probar en el mundo de los monólogos y a estudiar Filología, ¿cuál era su plan B?
El plan era escribir, me apasiona la corrección ortográfica y la gramática, por eso me matriculé en esa carrera. Trabajé un tiempo de correctora y quería ser guionista del programa Sé lo que hicisteis, que era lo que había en ese momento.
Dicen que los gallegos son buenos contadores de historias. ¿Se siente heredera de una tradición?
Creo que cuando creces en un sitio tranquilo como es Galicia hay algo en la manera en cómo observas el mundo; al final contar historias es observar el mundo y narrarlo desde tu prisma. Creo que esa calma, que sigo conservando aquí en Madrid, viene de haber vivido en Galicia los 18 primeros años de mi vida, de mi infancia; por mucho que la vida en Madrid me estrese, mi origen es tranquilo y yo estoy calmada hasta en momentos de mucho descontrol.
¿Su humor tiene denominación de origen?
Creo que hay mucho de Galicia en mí: la ironía, la seriedad. Luego cada uno hace un humor diferente, pero la retranca sí viene de mi origen. Es algo que no valoré hasta que salí de mi tierra y vi que la gente se reía cuando contaba las cosas seria; vi que lo que para mí era mi normalidad —en mi casa siempre fuimos muy irónicos— en otros círculos hacía gracia y me di cuenta de que no era lo normal.
Hace un tipo de humor feminista y de defensa LGTBI sin tapujos. ¿Eso le ha costado muchos haters?
Después de haber pasado por el instituto no voy a dejar de ser como soy para que me quieran, ya he pasado a un punto en que he creado un círculo firme de gente que me quiere y ya no tengo energía para fingir ser una persona que no soy, ni para decir cosas en las que no creo. Te puedes proteger porque a veces no tienes energía para enfrentarte al odio que supone decir lo que piensas, pero compensa, si no no le veo sentido al trabajo.
Habla del instituto, ¿fue especialmente duro?
Creo que para todos, el instituto no es precisamente la mejor etapa del mundo. Es un momento en el que estás en formación como persona, en el que no eres todavía adulto y tienes que tomar decisiones, adaptarte a un mundo que piensas que es el único que existe, es como que te tiran a la guerra con un palo y a hacerte mayor.
¿Cómo gestiona los haters una persona que vive en redes sociales?
Realmente no vivo en redes, subo cosas de mi trabajo pero no puedo estar todo el día en ellas. El contacto lo tengo por WhatsApp, videollamadas o quedando en persona con mis amigos. Confío en que si algún día me equivoco, mis amigos y mi gente me lo van a decir, pero lo que diga Manolo 63 me da igual; no le puedo dar valor a una persona que ni siquiera sé cómo se llama, ni dónde vive, ni qué cara tiene.
¿Qué opina de la deriva ultraderechista también en gente de su generación?
Es que vivo en una burbuja en la que mi entorno no es así, con lo cual cuando me llegan cosas de este tipo me quedo fascinada, la verdad, sobre todo por entender los motivos de la gente; no los entiendo.
Ha dicho que le gustaría ser un juguete roto y que ha superado con creces sus objetivos. ¿Cuál es ahora su propósito?
Estoy en una posición en la que ser un juguete roto me fascina porque eso significaría que me ha ido muy bien y de repente no, ese concepto me hace mucha gracia, siempre me ha fascinado. Supongo que si me pasa lo entenderé con deportividad. Y respecto a lo de superar objetivos, los he superado también a nivel mental, sobre todo yo que soy una persona que le da muchas vueltas a las cosas y le gusta tener todo organizado. Hace cuatro años, cuando empecé a conseguir objetivos que no me planteaba, me localicé otros; a nivel creativo tengo miles, si me va todo bien me voy planteando otros más grandes y sigo proyectando cosas que me gustaría hacer.
¿Escribir una novela es algo que tenía previsto?
Sí, era otro objetivo que tenía, saqué un libro de poesía en 2018 y la novela me llevó dos años escribirla, es una comedia romántica que habla de lo que te marca la infancia a lo largo de tu vida, del cambio generacional, de la maternidad en mi generación, de cómo ser buena madre, de si ser madre o no, de lo volátil que es todo, de si las cosas son para siempre o no.
¿Puede hacer humor de todo o se pone límites?
Supongo que me pongo límites porque el humor blanco es más mi línea, mi humor no es provocador, es más de hacer reír con cosas del día a día; quizás por algo de protección a mí misma, el límite que le pongo es donde me haga daño a mí. A veces llevo la empatía hasta unos puntos donde no me veo cómoda haciendo determinados chistes. Por otro lado, nunca le pondría límites al humor que hace otra persona.
¿Qué queda de la Carolina que se dio a conocer como Percebes y Grelos?
Es la misma persona, pero ha ganado en seguridad, que le hacía falta: se quiere y se valora más, y tiene la misma ilusión y las mismas ganas de hacer cosas.
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