La niña republicana que se convirtió en una actriz inolvidable

‘Lola Gaos, la firmeza de una actriz’ recompone la trayectoria biográfica de una notable activista política y feminista que mantuvo toda su vida una posición ideológica de izquierdas, enfrentada al franquismo, que heredó de su familia

Lola Gaos, a la derecha, con Buñuel y Catherine Deneuve en el rodaje de ‘Tristana’.

Lola Gaos, a la derecha, con Buñuel y Catherine Deneuve en el rodaje de ‘Tristana’. / ED

Á. Ánder

Es posible que, al pensar en películas emblemáticas de la Transición, rápidamente venga a la mente la extraordinaria Furtivos (1975), de José Luis Borau. El director comentó en su día que, cuando empezó a proyectar el filme, antes incluso de tener hecho el guion, tuvo muy claras dos cosas. La primera, que quería hacer un largometraje con un bosque. La segunda, que deseaba volver a trabajar con Lola Gaos. «Ella me ha gustado siempre mucho como actriz», explicó, «porque tiene un físico impresionante, porque estaba convencido de que estaba muy mal aprovechada por el cine español, solo Buñuel la había empleado en Viridiana y en Tristana y Berlanga en Esa pareja feliz. Entonces nos preguntamos qué podría ocurrir con Lola Gaos en un bosque. Recordamos entonces que Lola en Tristana se llamaba Saturna, de Saturna pasamos a Saturno devorando a sus hijos, el cuadro de Goya. Bueno, pues Lola Gaos devora a su hijo en el bosque. ¿Cómo lo devora? En un sentido sexual. ¿Y por qué están en el bosque? Están solos, etc. Entonces vino toda la historia y su desarrollo. El bosque es como una madriguera, un último escondite donde viven más libremente su vida de furtivos».

Aquella película cosechó un éxito rotundo de crítica y de público, e incluso obtuvo el máximo galardón en San Sebastián en 1975. Y además sirvió para que, por primera vez, se le reconociera a Lola Gaos su interpretación en un papel protagonista. Sin embargo, la valenciana no encontró luego muchas más ocasiones de lucir su gran talento. «Aquí jugó en contra su físico y su edad, pero los cineastas no estuvieron a la altura de la intérprete y lo mucho que podía aportar. Aunque todavía cuesta que las mujeres que no encajan en los cánones de belleza o que se les notan los años encuentren un hueco o un papel protagonista o destacado, es más fácil que en los tiempos de Lola Gaos. Así que quiero pensar que los y las cineastas actuales contarían hoy con ella y con su rostro, su cuerpo y su voz inconfundibles para dar brillo y entidad a sus filmes», comenta la profesora de historia del cine Áurea Ortiz Villeta en el prólogo de Lola Gaos, la firmeza de una actriz, un libro de Margarita Ibáñez que pone en valor a una mujer que fue mucho más que una intérprete.

Un niña bien republicana

Nacida en 1921 en Valencia, Gaos pertenecía a una familia refinada, culta y burguesa. Desde pequeña sobresalió en actividades literarias y artísticas al igual que sus hermanos, que llegaron a tener un protagonismo político e intelectual en los años de la II República y la Guerra Civil. Sin embargo, como explica Ibáñez en su ensayo, la victoria franquista truncó sus carreras profesionales en nuestro país: «Los Gaos eran una familia de intelectuales republicanos que después de la Guerra Civil quedó totalmente fracturada y olvidada. Todos los hermanos escribieron poesía, incluida la actriz, y algunos, ensayo, teatro y novela, si bien no todos publicaron y alcanzaron fama literaria. Además, vivieron siempre rodeados de escritores y a menudo ellos mismos se convirtieron en personajes de las obras de sus amigos. La música fue con la literatura —en especial la poesía— y junto a la política, una de las más nobles señas de identidad de la familia».

Cuando terminó la contienda, la situación económica del clan sufrió un descalabro considerable. Varios hermanos de Lola Gaos se exiliaron en México, mientras que ella se instaló en Madrid en 1943. Entonces estaba decidida a convertirse en una mujer moderna, o lo que para ella era lo mismo, a trabajar y ser independiente económicamente. «Empecé [en la profesión de actriz] forzada por las circunstancias», explicaría en una entrevista aparecida en Fotogramas. «Yo quería ser médico. Después de la guerra, vino la imposibilidad de seguir los estudios porque la casa se había venido abajo y decidí dedicarme a la profesión de actriz, que era mi segunda vocación y donde no hacían falta estudios previos. Entonces fue cuando me vine a Madrid y entré en figuración». No lo tuvo fácil, pues además de carecer de antecedentes familiares en la profesión arrastraba el peso de un apellido tan políticamente marcado. De hecho, Gaos consiguió el imprescindible carné que otorgaba el Sindicato Nacional del Espectáculo (SNE) vía meritoriaje, después de trabajar en pequeños papeles durante mucho tiempo.

En el libro se cuenta que desde el minuto uno vivió sola «por su propia voluntad», lo que «no dejaba de ser una situación bastante insólita para la época». Aunque en 1945, «cuando Gonçal Castelló —al que conocía porque había compartido celda con su hermano Ángel en la cárcel modelo de Valencia y había sido compañero suyo en el Partido Comunista— salió de la prisión y fue desterrado a Madrid, empezaron una relación sentimental que los condujo a contraer matrimonio poco después y a instalarse en un pequeño piso de una corrala de la calle Ventosa, cerca del puente de Segovia». Castelló, perteneciente a una familia de la burguesía tradicional de Gandía, aportó al matrimonio una hija, Mari Luz, que había tenido con una antigua compañera del PCE. Y en 1952 amplió su familia con la llegada de Inés, una niña con la que Gaos mantuvo siempre una relación bastante estrecha, según recordaban sus allegados.

Ibáñez asegura que los comienzos del matrimonio fueron complicados, ya que Castelló no pudo ejercer su profesión de abogado hasta que le dieron el certificado de penales en 1957. «Al principio, durante un largo tiempo, trabajó como pasante en el despacho de un famoso abogado del régimen franquista, Antonio Pedrol Rius. Muchos años después, con la inauguración del Tribunal de Orden Público (TOP) en 1963 pasó a ser procurador de este tribunal y a llevar las causas de conocidos disidentes antifranquistas». En aquella época, añade la autora, Lola se dedicaba a las labores de ama de casa y procuraba sin demasiado éxito contribuir a la economía familiar con pequeños papeles de extra en algunos largometrajes. Aunque la situación financiera de la pareja fue mejorando luego y, como el matrimonio empezó a relacionarse en ambientes literarios y artísticos, «los contactos que mantenían con algunas personas relacionadas con el incipiente mundo del cine de la posguerra le proporcionaron a Lola pequeños papeles en películas».

La primera cinta en la que participó fue El sótano, dirigida por Jaime de Mayora y realizada en 1949. Al año siguiente se embarcó en la aventura de crear su propia compañía teatral, y en 1951 apareció en Esa pareja feliz, la primera película dirigida conjuntamente por Luis García Berlanga y Juan Antonio Bardem. Gaos entabló una buena amistad con ambos. No en vano, los tres fueron socios de la productora cinematográfica UNINCI, que produjo títulos disidentes con el insustancial y políticamente correcto cine del régimen franquista —tan emblemáticos como Bienvenido Mister Marshall o Viridiana—. «Lola Gaos mantuvo toda su vida —pese a que no militó en ningún partido— una firme posición ideológica de izquierdas, enfrentada al franquismo, que heredó de su familia», cuenta su biógrafa. «Los Gaos se identificaban con el ideario antifascista vigente con gran fuerza en la Europa de los años treinta. Pertenecían a una clase media moderna e ilustrada que se mostraba totalmente contraria a la España de ‘cerrado y sacristía’, que tan bien describió el poeta Antonio Machado (del que eran grandes admiradores). Los Gaos soñaban, como Machado, con un país moderno, laico, culto y democrático».

A la hora de preparar su proyecto literario, Ibáñez tuvo ocasión de hablar con algunas personalidades de la farándula que en él dan fe del fuerte compromiso social y político de la valenciana. Piero Falla y Abel Vitón, por ejemplo, trabajaron con ella en el Teatro Independiente de los años de la Transición. Y Tina Sainz, que coincidió con ella en las producciones dramáticas de RTVE, fue detenida durante la huelga de los actores de 1975. Huelga en la que Gaos tuvo mucho protagonismo al formar parte del Comité de los once, el órgano de representación que los mismos actores eligieron para que les sirviera de interlocutor con la Administración. Según la autora, la valenciana continuó en los años siguientes siendo un personaje fundamental en todas las luchas políticas y sociales de la Transición a la hora de reivindicar libertades y denunciar injusticias: «Firmó manifiestos en favor de la amnistía de los presos políticos y participó en coloquios y tertulias radiofónicos y televisivos. Se convirtió en una actriz irremplazable en cualquier acto reivindicativo que se preciara en esa época».

A la biógrafa también le sirvieron de gran ayuda las conversaciones mantenidas con la abogada Francisca Sahuquillo, militante de la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), con quien Gaos coincidió en muchos actos reivindicativos y colaboró en iniciativas políticas y feministas. «Por los papeles que hacía en el cine se podía pensar que tenía un carácter duro, hosco y fuerte, pero en la vida real era muy tierna y siempre estaba dispuesta a ayudar», dice al respecto Sahuquillo. «No era nada arrogante. Eso sí, era una mujer con unos principios muy consolidados, que no cedía nunca en sus planteamientos ideológicos porque estaba plenamente convencida y creía firmemente en las ideas que defendía». Dicho de otra forma, Gaos era un caramelo para los periodistas que valoraban positivamente el hecho de que siempre dijera lo que pensaba, y resultaba incómoda para los sectores más conservadores de la mojigata sociedad de la época, escandalizados con declaraciones del tipo: «Si mi hija estuviera embarazada le daría dinero para un aborto». Es posible que esta personalidad tan marcada fuese demasiado, incluso, para su marido, un tipo infiel del que se separó a principios de los ochenta —durante el divorcio, él intentó dejarla sin pensión acusándola de maltratar a su hija Mari Luz, quien, sin embargo, declaró a favor de la actriz—.

Volviendo a su trabajo, es evidente que Furtivos fue un título clave en su carrera. También lo es que este proyecto no se tradujo en abundancia de ofertas interesantes para Gaos. Por un lado, algunos la rehuían porque la consideraban demasiado contestataria. Por otro, la actriz estaba demasiado condicionada por su apariencia física. La delgadez y la angulosidad de sus rasgos la llevaron a verse encasillada en determinados papeles de criada, bruja y mendiga. Hasta ella misma lamentó de forma pública no haber conseguido tener más oportunidades de demostrar que realmente poseía un amplio registro dramático. «Hay que diferenciar mi trabajo en el cine y en el teatro», dijo en una entrevista de 1988. «En él he hecho papeles importantes. En el cine he interpretado muy bien mis papeles de antipática. Y pienso que, si los papeles los he hecho muy bien, debería suponerse que soy también buena para hacer otras cosas. Al menos deberían haberme dejado intentarlo. A veces, los directores y los productores son cortos de vista, y por ello el problema del encasillamiento del actor continúa existiendo hoy día».

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