La dieta de Sancho I

Sancho I, rey de León en el siglo X, fue derrocado por su tío. Había perdido el respeto de sus súbditos por su sobrepeso. Llegó a pesar unos 240 kg, lo que le valió el apodo de «el Gordo». Pidió ayuda a Abderramán III, pero no para que le prestase soldados para recuperar su trono, no. Le pidió consejo para bajar de peso.

Abderramán no le dio una solución fácil. Puso a Sancho en manos de uno de sus médicos quien, según aseguran las crónicas, le cosió al rey la boca, impidiéndole comer durante 40 días. Sólo le suministraba infusiones mediante una pajita.  

Cuando Sancho era pequeño, la Península estaba formada por el reino Astur-Leonés, el reino de Navarra, el condado de Castilla, el reino de Aragón, Cataluña y el Califato de Córdoba. La época de esplendor que vivió de niño poco tuvo que ver con la que se le presentó de adulto. Fue una etapa de crisis y conflictos entre los condes leoneses. Sin embargo, el reino musulmán vivía una de sus mejores etapas. Se formó durante este periodo el Califato de Córdoba, los ejércitos de Abderramán III crecieron y llegaron hasta Nájera (La Rioja).

Sancho, criado en cuna de oro, vivió entre banquetes toda su juventud, algo que le pasó factura más pronto que tarde. Según los cronistas de la época, se alimentaba al menos siete veces al día y solía hacerlo con unos 17 platos de media, la mayoría contenían carne de caza. Su obesidad le había invalidado físicamente: no podía cabalgar ni empuñar su espada.

Al morir su padre en 951, vio cómo su hermano Ordoño se hacía con el trono. Sin embargo, éste moriría tras solo cinco años de mandato. Así, dio comienzo el reinado de Sancho, muy al pesar de la población y los políticos que, por su estado físico, no veían en él la figura del rey poderoso y fuerte que su hermano sí había poseído. Por si fuera poco, tomó decisiones políticas poco acertadas que hicieron decrecer su ya dañada popularidad. En la corte se empezó a pensar que, debido a su peso, no podría engendrar descendencia, perdiéndose así su linaje.

Poco a poco, las críticas y las burlas animaron a su tío Ferrán González a luchar contra él para hacerse con el trono, lo que terminaría consiguiendo en el 958. Su primo, Ordoño Adefonsiz, sería coronado el 2 de marzo de 958 y se le nombraría rey Ordoño IV «el Malo».  

Sancho se refugió en los brazos de su abuela octogenaria Toda, en Navarra. A ella se le ocurrió que a los musulmanes les agradaría la idea de destronar a un rey cristiano, por lo que propuso a Sancho acudir a ellos en busca de ayuda. El médico elegido por Abderramán fue el judío Hasday Ben Shaprut que se llevó a Sancho a Córdoba para tratarle. Además de coserle la boca le pusieron a hacer ejercicio. Los sirvientes le ayudaban para que pudiera pasear por los jardines tirando de él mediante unas cuerdas con las que le obligaban a dar pequeños pasos.

Para completar la operación bikini se le daban largas sesiones de baños de vapor. Según los cronistas que atestiguaron el procedimiento, los métodos utilizados eran inhumanos. Al perder peso tan rápidamente tuvo que someterse a masajes tremendamente dolorosos para evitar que su piel se quedara flácida, algo que, al parecer, sucedió de igual modo.

El método, aunque doloroso, fue efectivo ya que Sancho consiguió perder 120 kg en 40 días. Siendo capaz de blandir su espada, montado a caballo y recién yacido con su esposa, partió hacia León acompañado del ejército de Abderramán III.  El rey Ordoño IV salió corriendo de León hacia Asturias y Sancho recuperó su trono.

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