La isla deseada

El deshielo pone en el mapa a Groenlandia

El deshielo acelerado favorece las nuevas rutas marítimas comerciales por el Ártico y la extracción de las tierras raras en el subsuelo de la gélida isla

La explotación de sus riquezas conlleva riesgos medioambientales y la decisión compete ahora solo a Dinamarca, de la que depende el régimen de autonomía

Una imatge panoràmica captada des de Tasiilaq, la comunitat més poblada de la Groenlàndia sud-oriental.

Una imatge panoràmica captada des de Tasiilaq, la comunitat més poblada de la Groenlàndia sud-oriental.

Gemma Casadevall

Gemma Casadevall

Que el deshielo acelerado de Groenlandia beneficie a negacionistas climáticos confesos como Donald Trump es una de las paradojas que rodean a esa inmensa, gélida y remota isla. «Geográfica y geológicamente, Groenlandia pertenece al continente americano», recuerda Michael Paul, experto de la Stiftung Wissenchaft und Politik, Fundación de Ciencia y Política (SWP), un think tank de Berlín que asesora al Gobierno y al Parlamento alemán. Desde que Trump reactivó su obsesión por hacerse con el control de Groenlandia y del canal de Panamá, Paul es el experto de referencia entre los algo despistados medios, alemanes o corresponsales, sorprendidos por lo que parecía una ocurrencia más del presidente de EEUU. No es una idea nueva surgida para incordiar a Europa, y especialmente a Dinamarca, a cuya soberanía pertenece este territorio autónomo. Tampoco es una obsesión exclusiva de Trump. La isla más grande del mundo y con una mínima densidad de población es pieza codiciada tanto por EEUU como por otros depredadores medioambientales, como China y Rusia. El calentamiento del Ártico es cuatro veces mayor que la media global, recuerda Paul. El deshielo groenlandés es un punto de inflexión por sus efectos globales para todo el planeta, añade este experto, que se remite a su informe difundido en octubre de 2024 por la SWP, bajo el título Groenlandia y el camino del ártico a la independencia.

«El descenso del hielo eterno abre nuevas rutas marítimas entre Asia y Europa y facilita el acceso y explotación de las llamadas tierras raras de su subsuelo», resume. No es una apuesta fácil. Requiere fuertes inversiones e implica riesgos. Frente a quienes sostienen que esas nuevas rutas marítimas «acortarán» trayectos y contribuirán a reducir las emisiones de efecto invernadero respecto a las equivalentes por el canal de Suez o Panamá, está el argumento de la destrucción acelerada del ecosistema ártico.

El deshielo de Groenlandia tomó formato de alarma viralizada a raíz de la publicación en 2019 de una fotografía del danés Steffen Olsen. Iba más allá de las imágenes de icebergs resquebrajándose y presentaba a unos perros tirando de un trineo con las patas sumergidas en el agua. Olsen, científico del Instituto Meteorológico de Dinamarca, alertaba así de la desaparición del hielo marino. Sacudía consciencias con la pregunta de hasta cuándo resistirá la capa de hielo existente en esa zona del noroeste de Groenlandia, Inglefield Bredning.

Bajo el derecho internacional, actual, no cabe la compra de un territorio como la que propone Donald Trump aunque sí ocurrió en el pasado

Olsen sigue adelante con su monitoreo científico de la acelerada desaparición del hielo. Las tres grandes potencias que son Rusia, China y Estados Unidos se disputan el control de las rutas marítimas árticas, dos de las cuales son ya practicables en verano y que coinciden en el estrecho de Bering. Una de ellas, la del noreste y en dirección a Europa, es de dominio principalmente ruso. La otra, hacia el noroeste, cruza aguas estadounidenses por Alaska, baja por Canadá y vuelve a Estados Unidos. Es objetivo prioritario de Washington, ya que reduce distancias con Asia y será navegable previsiblemente durante seis meses al año en 2050.

La apertura de una ruta central transpolar no es realidad presente, pero sí palpable también a efectos jurídicos. Los países implicados, incluida Dinamarca, reclaman para sí la extensión de las llamadas zonas de exclusividad económica, ZEE, a las 200 millas náuticas. Es decir, que el tránsito por ellas beneficie a sus economías.

100 millones de dólares

Conviene recordar que esos anhelos ocuparon ya a Washington mucho antes de que el calentamiento del planeta se plasmara en realidades indiscutibles y fenómenos extremos devastadores, sean sequías, danas o incendios. En 1946, el presidente Harry Truman ofreció 100 millones de dólares en oro al Reino de Dinamarca por la isla. El propósito actual es contrarrestar el ímpetu no solo de Rusia, sino también de China, que ha aplicado a la región ártica una voracidad comercial parecida a la que desarrolla en África. Los antiguos poderes coloniales europeos siguen perdiendo peso en lo que fueron sus territorios, mientras el gigante asiático gana la partida con su política de no preguntar por derechos humanos o medio ambiente.

El otro tesoro son las llamadas tierras raras, imprescindibles para el desarrollo de los autos electrónicos, las baterías de mayor capacidad, la tecnología óptica, militar, informática o nuclear, de uso civil o militar. Es decir, todo aquello actualmente identificable con industrias punteras. Groenlandia es riquísima en yacimientos inexplorados, que se mueven en terreno de la estimación virtual por las dificultados derivadas del hielo dicho eterno que cubre aún un 80 % de sus 2,1 millones de kilómetros cuadrados. Son 17 las tierras raras que codician las potencias industriales, incluidas la europeas. La decisión compete solo en teoría a Dinamarca, ya que de su legislación depende del régimen de autonomía de Groenlandia.

El caso más relevante fue el de las minas de uranio de Kuannersuit, que tenía entre sus pretendientes a una sociedad minera australiana. El dilema entre prohibir o no su explotación centró la campaña electoral que llevó al poder, en 2021, al actual primer ministro, Múte Bourup Egede. Su partido, el independentista Inuit Ataquatigiit, vetó unas explotaciones que implican riesgos medioambientales. Se comprometió a ampliar la prohibición a toda explotación de materiales radioactivos. Sin embargo, dejó abierta la puerta a otros minerales. El mantenimiento o no del veto, así como otras posibles moratorias, será de nuevo caballo de batalla electoral ante los comicios legislativos groenlandeses de abril.

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