Medioambiente

Cuenta atrás para salvar al mundo del caos climático

Todos los países deben presentar este año sus ambiciosas hojas de ruta para reducir las emisiones. Los expertos ven un halo de esperanza, pero exigen medidas viables para frenar el calentamiento

El cambio climático propicia inundaciones como la de Valencia

El cambio climático propicia inundaciones como la de Valencia / Efe

Gemma Casadevall

Gemma Casadevall

2025 es un año clave para el planeta y, según advierten los expertos, lo que ocurra en los próximos meses tendrá un impacto decisivo en el futuro de nuestra especie y del mundo en el que vivimos. Y es que este es el año en el que, tal y como se estipula en el Acuerdo de París, los países deben presentar nuevos planes de reducción de emisiones que permitan limitar de una vez por todas el aumento global de las temperaturas y contener el caos climático. ¿El objetivo? Diseñar medidas «más ambiciosas» y, sobre todo, «más viables» para frenar la crisis climática.

Son muchos los análisis que demuestran que las medidas propuestas hasta ahora son «claramente insuficientes» para esquivar un calentamiento global extremo y todos sus efectos adversos asociados como, por ejemplo, el aumento de desastres naturales en el mundo. Según un análisis de la Agencia Internacional de la Energía, de seguir así, la actual senda de emisiones expone al mundo a un aumento de la temperatura media de entre dos y tres grados de media para finales de siglo. En lugares como España, esto se traduciría a un incremento de los termómetros de más de cuatro grados de media así como más sequías, más tormentas torrenciales y, en general, más extremos climáticos.

Una era de récords

Los registros del Servicio Copernicus (CS3), la institución encargada de monitorizar el avance del cambio climático en el planeta, constatan que llevamos dos años consecutivos batiendo récords anuales de temperatura. El 2024, por ejemplo, no solo fue el año más cálido sino que, además, fue el primero en superar la línea roja de los 1,5 grados de calentamiento respecto a la era preindustrial. Algo que, según afirma Carlo Buontempo, director de esta institución, es «una señal de alarma» pero no una derrota definitiva en la lucha climática.

El estudio más grande realizado hasta la fecha sobre el presente y el futuro del planeta señala el 2025 como uno de los años clave para la lucha climática global. Según argumenta el último informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), este es el año en que las emisiones de gases de efecto invernadero deben tocar techo y, a partir de ahí, deben caer en picado hasta reducirse a la mitad para 2030 y llegar a un cero neto para 2050.

Esta hoja de ruta que plantea la comunidad científica para salvar el planeta no se está viendo, por ahora, reflejada en la práctica. Los últimos análisis de la plataforma Global Carbon Budget constatan que las emisiones globales, sobre todo las derivadas de la quema de combustibles fósiles, siguen creciendo año tras año. Aunque en los últimos años empiezan a entreverse señales mínimas de mejora.

Común pero desigual

¿Pero quién debería liderar los esfuerzos? «El esfuerzo debe ser común pero no igual para todos. Por una cuestión de justicia, los países que históricamente han emitido más son los que deben hacer más esfuerzos de reducción», afirma Olga Alcaraz Sendra, directora del grupo de investigación sobre gobernanza del cambio climático de la Universidad Politécnica de Cataluña. Según apuntan los análisis realizados por esta experta, basados en criterios de equidad, países como EEUU deberían ser los primeros en aplicar recortes drásticos y alcanzar la neutralidad climática. Europa, por su parte, debería reducir sus emisiones entre un 90 y un 95% para 2035.

Lograr estos números no es una cuestión de matemática pura sino de cooperación internacional. «Ningún país tiene una meta concreta de reducción de emisiones, sino que, tal y como estipula el Acuerdo de París, es cada gobierno quien plantea sus propios objetivos de recorte. El reto es que la suma de todos estos compromisos voluntarios de un resultado ambicioso para todos», afirma Ana Pérez Catalá, investigadora del Instituto para el Desarrollo Sostenible (IDDRI) de París.

Según explica esta investigadora, el contexto actual será decisivo para el diseño de estos objetivos climáticos. Por un lado, porque cuestiones como la convulsa situación geopolítica, las guerras y la victoria de Donald Trump podrían llevar el debate climático a un segundo plano y minimizar su importancia. Pero por otro lado, también es posible que el auge de desastres naturales en el planeta, desde las inundaciones de Valencia hasta los incendios de Los Ángeles, sirvan para diseñar medidas más ambiciosas.

El gran reto de reducir emisiones está en mano de las políticas nacionales y de las medidas a gran escala en sectores económicos e industriales. Pero según destacan los expertos, los ciudadanos también tenemos un papel clave en esta lucha. ¿Pero cómo?

Cambios efectivos

Una encuesta liderada por la plataforma Ipsos demostró hasta qué punto existe una «brecha» entre las medidas que la gente cree que ayudan a reducir emisiones y las que realmente tienen impacto. El 59% de la población cree que reciclar es una medida clave para reducir emisiones pero, en realidad, esta medida tiene un impacto mínimo en cuestión de emisiones. En cambio, una medida como reducir el uso de coche, que tan solo señala el 17% de la población, es la que más dióxido de carbono permitiría ahorrar. De la misma manera, entre las acciones individuales más efectivas para reducir emisiones destaca minimizar los vuelos, así como apostar por una dieta más vegetal y con menos carne.

El 2025 arranca con el ambicioso reto de acelerar la lucha climática global. Al menos sobre el papel los países tendrán que presentar meses sus planes actualizados de recortes de emisiones. La UE presentará su objetivo durante el primer trimestre. Después, en la cumbre de Brasil, en la asamblea de la ONU se discutirá si la suma de todos estos es suficiente para esquivar el calentamiento global extremo.

«Lo que me da más esperanza es que no necesitamos ni recetas mágicas ni inventar herramientas de ciencia ficción. Las soluciones ya existen y ya están aquí», concluye Pérez Català.

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