LSD: la nueva vida de una droga víctima de la guerra fría
‘Un viaje alucinógeno’ repasa la historia de esa sustancia y las circunstancias por las que fue prohibida en todo el mundo. En los últimos años se le van reconociendo propiedades para tratar casos de alzhéimer o depresión
Juanjo Villalba
El 6 de octubre de 1966, el LSD fue declarado ilegal en Estados Unidos por orden del presidente Richard Nixon. Tras esto, en una demostración más del poder que los estadounidenses siempre han detentado en las Naciones Unidas, fue añadido a la lista de la Convención Única sobre Estupefacientes de esta institución, lo que, de facto, supuso su prohibición a nivel global.
A partir de entonces, la sustancia pasó a formar parte, junto con la heroína, de la categoría 1 de ese documento, que implicaba que no tenía uso médico de ningún tipo, que no había nada bueno en ella y que, por tanto, tenía que ser sometida al nivel más estricto de regulación.
De ser la droga de moda entre la intelectualidad neoyorquina pasó a ser algo calificado de tan peligroso que toda investigación a nivel académico que se estuviera realizando, y se estaban realizando cientos en múltiples universidades, laboratorios y centros de estudios, tuvo que detenerse inmediatamente.
La historia de la guerra contra las drogas, en la que Estados Unidos y sus intereses políticos y económicos han tenido siempre una importancia capital, está plagada de este tipo de prohibiciones. De hecho, tras décadas de miedo y restricciones, hoy en día, las ideas sobre sustancias como el LSD o la MDMA están cambiando poco a poco.
Cada vez son más habituales las noticias sobre los buenos resultados que se están obteniendo para tratar determinadas enfermedades, como la depresión o el estrés postraumático, o como potenciadoras de la concentración y la creatividad administradas en forma de microdosis popularizadas por los gurús de Silicon Valley.
La única forma de comprender bien el tortuoso camino de estas sustancias es investigarlas desde sus orígenes y este es precisamente el objetivo de Un viaje alucinógeno (Crítica, 2024), el libro que acaba de publicar en España el periodista y escritor alemán Norman Ohler, conocido en España por otra investigación, publicada en 2021, sobre la relación de los nazis, y de Hitler en particular, con las drogas: El gran delirio: Hitler, drogas y el III Reich editado por la misma editorial.
En su nuevo trabajo, Ohler se adentra en la historia de esta compleja sustancia derivada del hongo cornezuelo, el LSD, y en su compleja relación con la investigación científica, los gobiernos y la cultura, desde su primera síntesis el 16 de noviembre de 1938 en los laboratorios de Sandoz en Basilea.
Misión secreta
Según cuenta Ohler en su libro, cuando las potencias ganadoras de la segunda guerra mundial se hicieron cargo de Berlín, uno de sus principales problemas no fue el resurgir del fascismo, sino un consumo de drogas que se había disparado tras el conflicto armado. Según puede leerse en documentos de la época que cita Ohler, por las calles de la capital alemana circulaban «gigantescas cantidades de estupefacientes» sustraídas en su mayor parte de las reservas de la desaparecida Wehrmacht, que las suministraba a sus soldados, o «retiradas de las ruinas de los edificios bombardeados» y puestas en circulación por avispados ciudadanos.
Tras la invasión estadounidense de Italia en septiembre de 1943, se creó una misión secreta para rastrear los éxitos de los nazis en el campo de la investigación de armas nucleares, así como en el desarrollo de armas biológicas y químicas. Esta fue bautizada como Alsos, que en griego significa arboleda.
Un equipo de agentes de inteligencia se presentaba sistemáticamente allí donde los alemanes se acababan de retirar y se dedicaban a localizar a los científicos que habían quedado en las zonas liberadas para interrogarlos sobre su trabajo. Así, tras una serie de circunstancias que Ohler desgrana en su libro, fue como los estadounidenses descubrieron los usos de sustancias químicas por parte de los nazis, entre ellas el LSD, y su potencial como arma contra sus enemigos.
Los norteamericanos no tardaron en darse cuenta de que el LSD podía ayudarles de dos formas fundamentales: como medio beneficioso en una situación de interrogatorio y como herramienta para confundir a un soldado enemigo hasta el punto de dejarlo fuera de combate sin necesidad de matarlo.
Casi en paralelo a este proceso, el LSD fue comercializado por Sandoz a principios de los 50 para su uso en investigación psiquiátrica. Un hecho que inquietó mucho al gobierno estadounidense por el temor de que acabara en manos de los rusos. Pronto, la Casa Blanca se propuso, primero controlar su producción y, años más tarde, conseguir su prohibición. Algo que consiguieron a mediados de los años 60. «Los políticos de la guerra fría no pensaron en la salud mental ni en la creatividad de sus ciudadanos, y prohibieron sustancias muy beneficiosas. El mayor error fue ilegalizar el LSD en 1966», comenta el autor. Pero para entonces el LSD ya había entrado a formar parte de la historia de la humanidad, llegando a las manos de personajes como Tim Leary o Ken Kesey, que lo popularizaron entre los más jóvenes.
Sus investigaciones llevaron a Ohler a un estudio en el que se afirmaba que la toma de LSD podría tener efectos beneficiosos sobre las personas que padecen alzhéimer. Daba la casualidad de que su madre se encontraba en esa situación y el periodista comentó un día lo que había leído a su padre.
Este le mostró interés, pero también hizo una pregunta capital: «Si tan bueno es, ¿por qué no lo puedo comprar en la farmacia?». Para responder a esa complicadísima pregunta, Ohler ha escrito este libro. Además, gracias al LSD, su madre, que toma microdosis desde hace un tiempo, está más activa, habla y ríe como no lo había hecho en mucho tiempo. «El LSD ya es legal en Australia para terapia, pronto lo será en todo el mundo», asegura el autor.
Suscríbete para seguir leyendo
- Los paseos de la Princesa Leonor por el centro de Santa Cruz de Tenerife: de Méndez Núñez y el Museo de Almeyda a Teobaldo Power
- Alerta por el nuevo virus que puede llegar a Canarias descubierto en el sur de España
- La Princesa Leonor prueba las papas arrugadas y el queso asado canario en un restaurante de Tenerife
- Cambio de tiempo: La borrasca Garoé dejará lluvias en Canarias
- Una guagua con 27 pasajeros se sale de la vía en La Laguna y daña un inmueble
- El Juan Sebastián Elcano abre sus puertas en Tenerife: estos son los horarios para visitar la 'nueva casa' de la princesa Leonor
- El buque de carga estadounidense cruza Europa y pasa de Canarias a un punto estratégico para Rusia
- La Laguna Tenerife se apunta un triunfo con un doble motivo para sonreír