Entrevista | Zebensui Rodríguez Álvarez Investigador y autor de ‘Arrecife: historias del viejo Puerto’

Zebensui Rodríguez: «El poder absolutista de Teguise trató de impedir la capitalidad de Arrecife»

«Arrecife se erigió en parroquia en 1798 y por ello tuvo su propio ayuntamiento», asegura el investigador

Zebensui Rodríguez Álvarez

Zebensui Rodríguez Álvarez / Juan Cordero

¿La designación de Arrecife como municipio fue una medida consecuente con la situación que por entonces vivía la Isla?

Lo primero, un matiz: en 1798, en verdad Arrecife se erigió en parroquia y, eso sí, como consecuencia de ello tuvo su propio ayuntamiento, lo que le permitió independizarse administrativamente de Teguise, de quien dependía hasta entonces. Hay que hacer esa aclaración porque, siendo rigurosos, el concepto municipio es posterior, más moderno.

Tal vez se podría decir que, al ser declarado parroquia, alcanzó la municipalidad en tanto que tuvo ayuntamiento propio. De todos modos, está claro que lo que primero fue una parroquia luego se terminó llamando y administrando como municipio. ¿Y por qué pasó esto? Pues porque Arrecife fue creciendo, poco a poco, gracias a la importancia que iba cobrando su puerto —que no deja de ser el origen de la ciudad— y, lógicamente, sus habitantes comenzaron a demandar una autonomía que no tenían al pertenecer a Teguise, la vieja capital de Lanzarote.

¿Qué factores jugaron a favor de dicha decisión?

Varios, pero hay tres fundamentales. El primero fue la relativa pacificación de los mares que se produjo en la segunda mitad del siglo XVIII a medida que la piratería se fue alejando de nuestras costas. Tenemos que darnos cuenta de que si hasta ese entonces Arrecife no había crecido más poblacionalmente fue porque había estado continuamente sometida al ataque de los piratas, tanto africanos como europeos. El segundo, tal vez favorecido por el anterior, es que aumentaron las exportaciones no solo de productos tradicionales como la sandía, la cebolla o los granos —no nos olvidemos de que Lanzarote, junto con Fuerteventura, fue el granero de Tenerife y Gran Canaria—, sino sobre todo de la barrilla, una planta de cuyas cenizas se obtenía un álcali con el que fabricar jabones e, incluso, cierto tipo de cristales. Y la tercera razón, resultado de las otras dos, fue el surgimiento de una nueva clase social, la burguesía comercial, que, obviamente, necesitaba emanciparse de Teguise y distanciarse de los esquemas del Antiguo Régimen que allí perduraban.

En su libro Arrecife: historias del viejo Puerto habla de cómo al abrigo de la actividad portuaria comenzó a destacar dicha localidad por encima del resto de enclaves de Lanzarote pero, sin embargo, la Villa de Teguise, hasta entonces ciudad de referencia en la administración y gestión de la Isla, queda relegada a segundo plano pese a tener también zona de costa. ¿Qué jugó a favor de Arrecife?

Destacó tanto que, años después de erigirse en parroquia, es decir, de alcanzar la municipalidad, en 1847 terminó convirtiéndose en la capital de Lanzarote. ¿Por qué? Pues porque por ese entonces, en Canarias, en toda España, y en general en Europa existía una pugna entre el absolutismo, es decir, el Antiguo Régimen, y el liberalismo. ¿Y quién ganó? El liberalismo. ¿Y qué municipio representaba a cada cual? Pues en Teguise, que era la cuna del señorío, estaban los resortes del absolutismo —esa rancia estructura de poder enlazada con la oligarquía propietaria de las tierras—. Mientras, en Arrecife, como dije antes, estaba la burguesía comercial y las nuevas sociedades recreativas y de ocio, y la masonería, el comercio, la actividad portuaria... Es decir, que en Arrecife estaba el germen del liberalismo. Es lógico que en este tránsito del Antiguo Régimen a la contemporaneidad, por así decirlo, la capital pasara del escenario absolutista de Teguise, al escenario liberal de Arrecife.

En ese sentido, habiendo en la Villa familias adineradas y con poder, ¿fue sencillo descartar la localidad y apostar por el nuevo enclave?

¡Para nada! La pugna fue tremenda. Es que hay que darse cuenta de que no hablamos de una peleíta entre municipios para ver quién acapara una infraestructura, una inversión en carreteras o, sencillamente, más protagonismo. No era una ni siquiera una cuestión de orgullo patrio. Era una cuestión de poder y de modelo de sociedad. En absoluto los defensores de las viejas estructuras iban a darse por vencidos e invirtieron todos sus esfuerzos en impedir que la capital se trasladara a Arrecife, porque, sencillamente, eso era el síntoma evidente de su decadencia.

¿Cómo fue la evolución de la ciudad? ¿Cuándo despunta realmente Arrecife como núcleo poblacional?

Costó bastante seguir creciendo después de ser parroquia y de ser capital… El principal problema residía en que el Puerto del Arrecife no estaba habilitado para el comercio con el exterior, de manera que toda su mercancía tenía que pasar por Tenerife, lo cual venía muy bien para los intereses de esta isla, pero era un horror para la de Lanzarote. Esa situación no cambió hasta 1852, con la Ley de Puertos Francos.

El otro gran problema fue la falta de financiación pública, pues la mayoría de las obras que se hicieron en el puerto tuvieron que ser costeadas por los propios usuarios. Y, cómo no, el problema mayor y de más difícil remedio fue siempre la sequía, pues que no hubiera agua era sinónimo de sed, de hambre, de pobreza, de emigración… Aún así, en 1899, la reina regente María Cristina le concedió a Arrecife el título de ciudad a cuenta de su gran crecimiento… ¡Eso sí es resiliencia, y no la que venden los libros de autoayuda!

Bromas al margen, no fue hasta el siglo XX cuando la cosa cambió de verdad, primero con el desarrollo de la industria de salazones y, décadas después, con el auge de las conserveras. La importancia fue tal que en los años cincuenta empezaron a surgir nuevos barrios en Arrecife para acoger a toda la mano de obra que venía de los otros pueblos y de otras islas para trabajar en la pesca y en las conserveras. Quién diría ahora mismo que, en su día, Arrecife fue la sede de una de las mayores flotas de sardinas de Europa.

¿Qué hitos considera usted importantes en estos 225 años de la creación como municipio de Arrecife?

Para el puerto en sí, tal vez un gran hito fue la inauguración en 1957 del Puerto de Los Mármoles cuando, por fin, llegó dinero público a Lanzarote. Otro gran acontecimiento fue el levantamiento en 1964 de la planta dual Termolansa, que garantizó el suministro de agua con esa primera gran desalinizadora de Europa, y todo gracias el empeño de Manuel Díaz Rijo, un lanzaroteño de pro. Siempre decimos que Lanzarote —y Canarias en general— se transformó gracias al desarrollo de la industria turística, pero… ¿hubiese sido eso posible sin la desalinizadora? Claro que no. Y en materia educativa, no puedo dejar de mencionar la creación de la llamada Escuela de Pesca de Arrecife, una de las cuatro primeras que se crearon en España a finales de los años 30 y principios de los 40, o la inauguración de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos en 1913.

Y volviendo a este aniversario, ¿cree que se han cometido errores en el planteamiento de la actual ciudad?

Más de los que se deberían: se crearon barrios en zonas dispersas, sin cohesionarlos entre sí; se licitaron obras para, en poco tiempo, crear nuevas calles y no se las dotó ni de alcantarillado previamente; se han tirado abajo las casas más nobles de la ciudad hasta borrar el recuerdo de nuestra historia… Pero más que los errores del pasado, que para conocerlos solo hay que pasear por la ciudad, lo que me parece inasumible es que el último Plan General de Arrecife sea de 1991. Ese año la población de la ciudad era de unas 33000 personas. Ahora, en 2024 se acerca a los 65000. ¿Hace falta que diga que una ciudad con el doble de habitantes no puede estar haciendo las cosas bien si a penas ha sido capaz de aprobar un plan supletorio en 32 años?

Usted habla de que Arrecife fue primero Puerto que Ciudad. Sin embargo, también reflexiona sobre cómo la actual capital le ha dado la espalda a ese mar que le ha dado todo. ¿Se puede revertir esa situación?

Sí, Arrecife fue primero puerto y solo después ciudad. Entre una entidad y otra no hay una relación de casualidad, sino de causalidad: la ciudad es causa de la existencia previa de su puerto. ¿Y qué hemos hecho como pueblo? Pues permitirle a la Autoridad Portuaria de Las Palmas que plante un gran muro, ¡horroroso!, delante del frente marítimo de Puerto de Naos y esconderlo, como quien esconde a su padre delante de la gente. No se me ocurre mayor despropósito ni mayor catetada. Ojalá lo tiren pronto, nos permitan ver el mar, ver el origen de nuestra ciudad y mirar de frente a nuestra historia. Es una vergüenza que lo hayan puesto, pero peor me parece que continúe y que nadie haga nada.

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