Un futuro redondo

Balones de oxígeno

La exposición ‘Fútbol para la esperanza’ destaca el papel integrador del balompié en países en desarrollo y colectivos desfavorecidos | Ofelia de Pablo y Javier Zurita firman este proyecto que financian Casa África y Casa Árabe

PROYECTO ‘FÚTBOL PARA LA ESPERANZA’ DE OFELIA DE PABLO Y JAVIER ZURITA

PROYECTO ‘FÚTBOL PARA LA ESPERANZA’ DE OFELIA DE PABLO Y JAVIER ZURITA / miguel ayala

En distintos puntos del planeta se juegan cada día partidos de fútbol que sin ser tan importantes, deportivamente hablando, como los celebrados en las grandes ligas o los campeonatos continentales y mundiales sí tienen un destacado papel en el plano social, especialmente entre colectivos desfavorecidos o regiones poco desarrolladas, donde esta disciplina deportiva se ha convertido en una herramienta integradora llegando incluso a ser, en algunos casos, un medio con el cual ganarse la vida tanto en sus países de origen como en los de acogida.

Los fotógrafos, documentalistas y periodistas Ofelia de Pablo y Javier Zurita, apoyándose en esa realidad y por encargo de Casa África y Casa Árabe, han puesto su mirada, tan sensible como certera, en un proyecto fotográfico al que han bautizado con el nombre Fútbol para la esperanza y que hasta el 15 de junio se exhibe en la sede de Casa África, en Las Palmas de Gran Canaria.

De Pablo y Zurita descubrieron ese poder del balompié como instrumento de cambio en Sudáfrica, donde realizaron un proyecto llamado Football for Hope, en el marco del primer mundial de la historia celebrado en el continente africano, en 2010. Con esta propuesta actual, que nace al abrigo de la Copa del Mundial de Fútbol de Qatar 2022, pretende ir más allá de este primer impacto y visibilizar cómo, gracias al balón, se transforman las comunidades.

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balones de oxígeno / miguel ayala

La exposición permite navegar por las historias de sus protagonistas a través de imágenes donde los retratos conviven con instantáneas de partidos y entrenamientos realizadas en Europa y África con los clubes Alacranas de Hortaleza, Darna de Barcelona, Dragones y Dragonas de Lavapiés, Jugones o Football for Hope, este último en Sudáfrica.

Y de hacerle un regate a la vida sabe mucho Zanele Menwale, entrenadora precisamente, del proyecto Play Soccer en el suburbio de Ethafeni, en Johannesburgo, uno de los tres escenarios donde trabajaron Ofelia de Pablo y Javier Zurita para este proyecto.

En los campos de tierra roja de Sudáfrica niños y niñas luchan por defender sus derechos y a veces su vida armados tan sólo de un balón de fútbol. Es el otro mundial que se juega en los campos de esperanza de la llamada nación del Arco Iris. «La higiene, la salud o el control de la natalidad son herramientas tan importantes como la educación para darles una oportunidad a estas niñas que vienen atraídas por el fútbol», dice Zanele en uno de los textos que acompaña esta muestra. «El fútbol es la llave para cambiar las cosas», añade Menwale.

Una realidad similar, cambiando el rojo de la tierra por el verde de las moquetas de fieltro, se vive en otros puntos del planeta donde al ritmo del balón de fútbol se lucha por la igualdad de género, contra la exclusión social, por la integración, en definitiva, para aprender a construir sociedades mejores, más justas.

«Niñas y niños de cada rincón del mundo marcarán goles que no serán iluminados por los grandes focos. Millones de seguidores no gritarán al unísono al verles regatear pero su partido será el más importante de sus vidas. Muchos», explican desde Casa África, «llegan al terreno de juego cargados de desigualdad, con infancias difíciles o con problemas familiares y aquí encuentran su otro hogar y sus herramientas para luchar gracias al esférico. Armados tan solo con un balón luchan cada día por cambiar realidades, por construir proyectos migratorios, por labrar nuevas identidades que les hagan crecer. Cuando los focos de los grandes estadios se hayan apagado y el eco de las victorias abandonen las portadas de los medios del planeta, el otro mundial, el que se escribe con minúscula seguirá jugándose cada día, en cada rincón del mundo, esta vez en campos llenos de esperanza».

«El fútbol cambia la vida de la gente, los hace mejores», dice por su parte Fátima Boubkri, del Marruecos Equipo Madres Dragonas de Lavapiés. Juegan tres veces a la semana en el modesto espacio de la calle Embajadores, en Madrid, bajo el muro que reza Libres totalmente. Socialmente iguales compartiendo espacio con sus hijos cada día.

«Ellos ahora nos animan en los partidos», afirman las madres. Las Dragonas de Lavapiés participaron en 2019 en el evento Diversity House organizado en París por FARE (Football Against Racism in Europe) con motivo del Mundial de Fútbol Femenino y formaron parte del encuentro internacional Inspire organizado por FARE en Varsovia, sobre la integración de las mujeres refugiadas a través del fútbol. Ese mismo año crearon el evento Mujeres cambiando las reglas del juego, junto a la Red de ONGD Madrid, para celebrar el empoderamiento femenino a través del fútbol.

De la labor que el deporte realiza como instrumento de integración saben también los jóvenes migrantes. De hecho, en el caso de FC Darna, en Barcelona, fueron los propios chicos que se benefician de los programas de la asociación Darna —un centro cultural y de iniciativas ciudadanas de la capital condal que ayuda a migrados sin referentes familiares que llegan con la esperanza de construir un futuro—, quienes proponen crear un equipo de fútbol.

Sergi Llamas, entrenador del equipo, recuerda que «los chicos de la asociación pidieron a Ángela, la presidenta, crear un equipo de fútbol. Empezó como un simple torneo. Ángela hizo caso a las demandas de los muchachos y se lanzó a una piscina con poca agua: en agosto de 2019 fundó el F. C. Darna, un equipo de fútbol 11 sin dinero, con pocas posibilidades de futuro pero cargado de ilusión.

Hoy están federados y aunque con pocos recursos la pasión se respira en el campo. Luchan por hacer su sueño realidad, «ser campeones de liga, dice Llamas». Mientras aprenden a reconstruir gracias al fútbol, para ellos este club se ha convertido en «su segunda casa».

A nadie se le escapa, por tanto, la capacidad del deporte para promover emociones, ilusiones, imaginación y adhesión social ya que actúa como ninguna otra actividad humana en la relación pacífica entre países, en el mutuo conocimiento y colaboración entre los pueblos y en proporcionar importantes dosis de emociones compartidas y de ilusión entre la población más pobre. Si a esto se le suma el crecimiento de espectadores y aficionados al deporte y las televisiones que retransmiten los grandes y medianos eventos deportivos, así como la prensa en papel y digitales, aún se entiende mejor que los y las futbolistas se hayan convertido en un ejemplo a seguir.

Además, las distintas figuras deportivas que han triunfado en el ámbito del deporte profesional o amateur y cuya procedencia socio económica es paupérrima son auténticos referentes socioculturales para millones de niños y niñas de baja extracción social de todo el mundo.

Respeto y crecimiento

«No hay victoria si no es desde el respeto a los valores del deporte», señala Ángel Bellón, fundador y entrenador del equipo Jugones, otra de las formaciones incluidas en el proyecto Fútbol para la esperanza.

En Equipo somos Mejores reza el lema de este grupo de Villanueva del Pardillo (Madrid). «Y es el ADN de esta formación, un club que se creó hace cuatro años basado en la solidaridad, el compromiso, el esfuerzo, el compañerismo y sobre todo en el respeto», señalan en uno de los textos los autores del proyecto, Ofelia de Pablo y Javier Zurita.

«Su objetivo es acompañar, con la cooperación de sus familias, a los jóvenes jugadores en la etapa más importante de sus vidas, siendo una guía que les ayude a desarrollar todas sus capacidades. El fútbol es su guía para construir unas vidas basadas en el respeto», afirma este prestigioso tándem profesional.

Trabajan con herramientas como la inteligencia emocional o los juegos condicionados para fomentar la igualdad de género, la integración cultural de las comunidades migrantes y luchan contra la exclusión social con sus becas «para que ningún niño se quede sin jugar a su deporte favorito».

Canarias no se escapa tampoco de este idilio entre el fútbol y la juventud, sean migrantes o no; pero lo cierto es que de un tiempo a esta parte es habitual encontrar en muchos de los equipos de tercera regional o ligas insulares inferiores a chicos de Marruecos, Mali o Senegal que se entregan a la pelota como si no hubiera un mañana y han convertido el fútbol en un vehículo con el que aprender la lengua, hacer amigos y soñar con un futuro próspero.

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