Georgina Amorós & Franco Masini, protagonistas de la nueva serie de Netflix

"Los actores tenemos inseguridades y son buenas"

La actriz que se dio a conocer con el papel de Cayetana en ‘Élite’

y el intérprete argentino que dio vida a Luka en ‘Rebelde’ viven

una intensa relación cargada de idas y venidas P Detrás de la

nueva serie de Netflix está uno de los creadores de ‘Élite’

todas las veces que nos enamoramos

todas las veces que nos enamoramos / marisa de dios

Marisa de Dios

Carlos Montero, el creador de Élite, se ha puesto romántico para su nueva serie para Netflix, Todas las veces que nos enamoramos. En ella ha querido darle una vuelta de tuerca a las comedias románticas a través de la historia de encuentros y desencuentros de Irene (Georgina Amorós) y Julio (Franco Masini) y, de paso, recordar sus años como estudiante de Comunicación Audiovisual. La protagonista quiere ser directora de cine y, al llegar a Madrid, empieza a compartir piso con otros compañeros, como le pasó a él con Alejandro Amenábar (que hace un cameo) y Mateo Gil, que dirige varios episodios.

¿Han disfrutado rodando una serie sobre gente que quiere rodar cine, un mundo que conocen bien?

Georgina Amorós (G. A.): Ha supuesto recuperar el juego de esta profesión y hemos podido ser muy cómplices del equipo técnico. Hay un capítulo entero que es todo un rodaje y en el que se ven los entresijos de esta industria.

Carlos Montero ha tirado de recuerdos de juventud para la serie. ¿A ustedes también les vino a la memoria los inicios en la profesión?

G. A.: Completamente. Yo me mudé a Madrid con 18 años a un piso de estudiantes, enano, interior, con tres amigas, pero tenía ganas de hacer lo que me apasionaba, que era estudiar interpretación. Me resultó muy fácil conectar con ese descaro que tiene Irene, porque lo viví en mis carnes. Mucha gente se puede identificar con eso, con empezar la universidad, estudiar lo que te apasiona y encontrar tu lugar en el mundo.

Franco Masini (F. M.): A mí también me recordó a mis primeros años de acercamiento a la profesión, a esa adrenalina que te genera cuando alguien te llama para un casting. Uno con los años se va acostumbrando a manejar ese tira y afloja, pero al principio es todo desenfrenado, y es muy lindo.

Sus personajes muestran mucho sus inseguridades en la serie. ¿Eso también lo han vivido?

G. A.: Al cien por cien. En el caso de Irene, que ella quiera ser directora en 2003, cuando había muy pocos referentes femeninos, también influye en que se sienta una impostora todo el rato. Y que piense que no tiene talento para hacer una película, cuando igual un hombre no se lo plantearía, se lanzaría y la haría sin más. Para mí fue muy bonito encontrarme con este personaje porque estábamos en puntos muy parecidos de tener mucha determinación sobre lo que quieres en tu vida pero, a la vez, mucha inseguridad y vértigo. Transitar por ese pensamiento del sí puedo y del no puedo, por ese caos mental, me atrajo mucho del personaje, porque yo también lo tengo.

F. M.: Todos los actores tenemos inseguridades, y son buenas, porque hacen que uno constantemente se vaya replanteando las cosas y no sienta que lo hace todo bien. Julio siente esas inseguridades y yo también me identifico con eso. La serie refleja muy bien todas esas emociones que uno va atravesando como actor.

¿Qué es lo que más les gustó de sus personajes?

G. A.: A mí me gustó todo lo que cuenta de esta profesión y esta industria: que no triunfa más el que más talento tiene, sino a veces el que está en el sitio adecuado en el momento justo. Hay mucho componente de suerte, hay muchas cosas que se nos escapan y que no podemos controlar, porque no todo es tan idílico como puede parecer. Hay gente que, como Irene, está 15 años para levantar un proyecto y a veces ni eso, porque alguien tiene que confiar en ti. Lo que más me atrajo fue poder contar todas las vertientes del éxito y del fracaso. Y en el caso de Irene, muchas veces no es cómo siente ella el éxito y el fracaso, sino cómo lo siente la gente que la rodea.

F. M.: En mi caso me gustó el arco que tiene el personaje, todas las cosas por las que va atravesando. Arranca como muy angelical, muy dulce, pero por dentro en realidad hay una oscuridad que lo está carcomiendo, que va creciendo dentro de él. Pero lo disimula todo el tiempo. Esa sutileza de todo lo que le está pasando por dentro era interesante a la hora de componer el personaje. Y con respecto a la relación con Irene, también me gustó que pasaran por todos los estados: hay partes de mucha luz, otras oscuras...

El público los identifica con otras dos series sobre jóvenes de Netflix, Élite y Rebelde. Pero Todas las veces que nos enamoramos tiene un tono más realista.

G. A.: Completamente. Siendo personajes que tienen más o menos la misma edad, se mueven por cosas muy diferentes. Aquí les mueve la pasión por el cine, por lo que hacen, por el amor, la amistad, que no sé si estaban tan presentes en las otras series. El querer darle un tono de verdad, natural, de que te creas que son compañeros, es lo que realmente acaba haciendo que te apetezca estar en ese piso. Una de las cosas más bonitas de la serie es que te dan ganas de vivir en ella.

F. M.: Te dan ganas de vivir la vida de esos chicos, entrar en ese piso... Todo tiene muy buena vibra y es muy positivo lo que va pasando entre ellos. Más allá de los conflictos que puedan tener, los vínculos son muy lindos.

¿Cómo ha sido vivir los años 2000 en esta serie? Porque en 2003 ustedes eran unos niños.

G. A.: Tiene sus cosas. Había un componente de libertad por no estar anclado a la imagen, porque hoy en día tenemos las redes sociales, que muchas veces parece que sean lo más importante. Hemos estado con Nokias de los 2000, sin cámaras, y me he dado cuenta de que tenías más tiempo para ser productivo, en el caso de Irene, para escribir un guion en vez de pasarte cinco horas mirando Instagram. Fue divertido investigar un poco sobre esa época, buscar referentes de mujeres directoras, como Iciar Bollain e Isabel Coixet, para meter cosas de improvisación en las escenas. Estuvimos viendo cosas de mucho salseo de OT, de Gran hermano, de gente que estuvo de actualidad entonces, para poder empaparnos de esos años al máximo posible.

F. M.: Es una época difícil porque no es tan lejana pero han pasado 20 años, y hay cosas que uno ha incorporado con naturalidad que en ese momento no estaban. Hay cosas bastante sutiles, no solo en la tecnología, sino también en las relaciones.

¿Vivirán Irene y Julio más vaivenes en su relación en una hipotética segunda temporada?

G. A.: ¡Nunca se sabe!

F. M.: De momento tenemos esta primera temporada y ha sido genial. La posibilidad de rodar más siempre está.

Suscríbete para seguir leyendo