Entrevista | Kike Pérez Humorista

«Pelarme el culo en los escenarios ha servido para mantener el interés del público»

Kike Pérez

Kike Pérez

Llena teatros, triunfa en redes y en televisión, y el humor que practica enamora en todas las Islas convirtiendo su nombre en un referente dentro del mundo de la comedia pero también dentro de la oferta teatral de Canarias. Kike Pérez (Lanzarote, 1986) participó en 2021, además, en la serie de Disney Channel Campamento Newton, rodada en Tenerife, y el próximo 12 de febrero regresa con el espectáculo ¿Es la mil? al Gran Canaria Arena.

¿Está Kike Pérez a los 37 años en el lugar al que quería llegar con esa edad o es la inconsciencia tan maravillosa como para asegurar que no sabía a dónde aspiraba llegar cuando se inició en el humor y la interpretación?

La inconsciencia es la virtud de los sueños. Sería un poco imbécil y engreído si realmente hoy creyera que, después de 15 años, estoy en el lugar que soñé cuando empecé en esta profesión, así que le doy toda la responsabilidad no solo a mi inconsciencia sino a la del público y a la gente que ha confiado en mí. Me considero un tipo muy afortunado, y aunque el empuje ha sido mi trabajo y mi empeño por conseguir una meta, todo lo demás lo ha hecho algo invisible que no sé determinar si es suerte o la consecución de casualidades.

¿Cuáles cree que son las claves para generar ese interés para el público que acude a sus espectáculos?

Desconozco totalmente que me separa o me diferencia de compañeros y compañeras que son buenísimas, a las que admiro y de las que aprendo y que, a pesar de eso, no han captado la atención del gran público. Yo parto siempre de la honestidad en su más amplia esencia, para lo bueno y lo malo. Ese factor, junto con evidenciar aquello que ocurre sin ponerle demasiado filtro ni adorno, me ayuda bastante a conectar con gran parte de la gente. Pero la clave exacta es etérea, y creo que nadie puede reconocerla a ciencia cierta.

¿Cómo llega usted al mundo del espectáculo?

Llego de broma, como casi todo en mi vida, con un «¿a que no te atreves?» universitario, y tirando de la misma necesidad que te da la juventud. Un local rancio del hermano de un compañero, unas cuántas copas y la promesa de 50 euros si la cosa salía bien hicieron el resto.

Mucho se le conoce a usted profesionalmente y en sus redes, con miles de seguidores, da cuenta de su periplo artístico, pero ¿cómo es el Kike Pérez de la intimidad?

Soy un chico bastante normal, con muchas ganas puestas en forzar la desconexión; un padre aprovechando todos los minutos que la vida le deja para su hija; buscador de planes tranquilos, de un sofá rodeado de amigos o de una terraza, una cerveza y unas risas. Intento buscar la simpleza y huir del ruido. Soy un abrazador compulsivo de la gente que quiero y un trasnochador por defecto.

¿Marca su identidad el hecho de haber nacido en Lanzarote? ¿Qué relación mantiene con su isla y cómo ven desde allí su carrera?

Marca mucho nacer en un pueblo con la energía de mi isla. Ser de un sitio pequeño da un tipo de vida que te conecta obligatoriamente a vivir en comunidad y a no despegarte de tus vivencias más familiares. Es imposible evadirse de aquello que tu lugar te hizo vivir si conoces cada rincón, a cada persona. Todo está entrelazado. Mi relación con Lanzarote es prácticamente la misma de cuando era un chinijo; los míos son los grandes impulsores de que yo continuara hacia adelante y no hay nada que me alegre más escuchar, entre tantas cosas bonitas, que eso de «sigue siendo el mismo; Kikillo es el de siempre».

¿Y cómo fue su infancia en tierras conejeras?

Fui un niño de infancia feliz. Me manejé bastante bien entre la picardía y la mala idea sana de un barrio como Valterra, en Arrecife, con la libertad, el viento y el salitre de los veranos de Caleta de Famara. Esa fue una mezcla perfecta de aprendizaje y disfrute. Estar a dos tiempos entre dos lugares que aportaban cosas tan diferentes me hizo tener una virtud que aún conservo y considero importante en mi vida: saber dirigirme y tratar con cualquier tipo de persona.

¿Quiénes han sido sus referentes en el humor?

Mi gran referente lo he tenido en casa: Manolo Vieira. He visto ser fan a mi padre, luego lo fui yo y más tarde sería él quien me diera una oportunidad. Tengo la suerte de considerarlo compañero y, ahora, un amigo, mi tío, mi jefe... Él nos enseñó el camino tanto a mí como a otras y otros humoristas. No tuvimos que buscar fuera para tener un referente de primer nivel nacional. Asimismo, además del jefe, tengo influencias externas como Pedro Reyes, Chiquito de la Calzada o Faemino y Cansado, y si miramos internacionalmente pues Eddy Murphy o Monty Python marcaron también mis comienzos.

Las redes sociales han sido grandes aliadas para profesionales de su generación, permitiéndoles llegar a mucho más público no solo de Canarias o el resto de España sino también de fuera de nuestro país. ¿Habría sido posible su éxito sin la existencia de esa herramienta?

Pues a ciencia cierta no lo sé. Pero realmente sí creo que fueron un trampolín vital. De hecho, a día de hoy siguen siendo una herramienta de trabajo indispensable. Lo que tengo claro es que cuando las redes me empujaron y me trajeron más público yo ya me había ocupado de estar preparado para no decepcionarles, y la única manera de conseguir eso es pelándote el culo en muchos escenarios.

Esa inmediatez y cercanía que aportan las redes sociales le ponen casi desnudo en la palestra ante sus seguidores en un universo tan amplio como cruel. Usted, que ha bromeado mucho de su aspecto físico, ¿no se ha visto machacado por los haters?

Más que machacado, juzgado y, aun sabiendo que parte de culpa es mía, también puedo entender que el mensaje es tan profundo y contiene tantos matices que a través de mi humor no lo he sabido trasladar del todo. Siempre quise hablar del amor por uno mismo y tratar los complejos con sentido del humor pero soy consciente de que son temas tan delicados que es muy difícil, una vez se ponen en manos del público, que no se banalicen.

Pues, actualmente, está hecho un pincel. ¿Qué ha hecho?

Me he puesto en manos de médicos, un ejército de profesionales tirándome de las orejas porque había problemas graves de salud que se debían solucionar. La consecuencia, a primera vista, es la pérdida de peso pero realmente la mejora es muy profunda. Estoy muy contento.

Oiga, ¿y eso de estudiar Educación Física?

Pues porque había que estudiar algo. En el sistema familiar de una estructura patriarcal, humilde y trabajadora como la mía, era imposible que se entendiera el arte como una manera seria de ganarse la vida así que había que seguir un camino normativo. Lo que más se acercaba a mis gustos en mi época juvenil era el deporte y la docencia, pues allá que fui. No me arrepiento de ello; estudiar una carrera relacionada con la enseñanza me dio muchas herramientas que hoy utilizo.

¿Qué echó usted en falta en el desarrollo de su carrera y que cree que podría favorecer a quienes en las Islas quieren dedicarse al humor o la interpretación?

Lo principal es desterrar esa idea de que las artes escénicas son un lujo prescindible y equipararlo a un bien de primera necesidad. La interpretación, el humor o la música, entre otras disciplinas artísticas, son regeneradoras del alma, el espíritu y la cabeza, y ahora que hablamos tanto de salud mental va siendo el momento de acompañar todas esas recetas dotando a las y los artistas canarios de recursos con los cuales puedan transmitir al público, a modo de terapia, su pequeña pero a la vez importante aportación, un trabajo cuyo noble objetivo no es otro que proporcionarles bienestar a través de la emoción; permitir desconectar a la gente de realidades complicadas y, sobre todo, hacerlos sentir.

Ya cuenta con una legión de fieles que le adoran pero es curioso que también hablen bien de usted casi todos sus compañeros de profesión. Dicen que es cercano y le gusta arrimar el hombro. ¿Cómo es su relación con ellos? ¿Con cuál se casaría y a quién se llevaría de copas?

Tengo la suerte de ser contemporáneo de una camada de artistas que hemos descubierto el oro que significa ser conscientes de que hay público para todos. Esto hace que tengamos una competencia sanísima y enriquecedora; que juntemos fuerzas en muchas ocasiones sin olvidar nuestras carreras individuales. Podemos presumir de tener en Canarias una relación saludable entre compañeras y compañeros. Yo me casaría con Arístides Moreno, porque tendríamos una relación libre y preciosa. Y me iría de copas con Omayra Cazorla, que con dos chupitos es la tía más divertida del mundo.

¿Hay alguien sin la cual habría sido imposible llegar adónde ha llegado?

Sí. Habría sido imposible todo esto sin la figura de mi exmujer y madre de mi hija, Alejandra. Quizás ella es la persona que apareció en el momento en el que era todo o nada, y quien sufrió todo ese proceso, me acompañó y animó a seguir, incluso sabiendo que nuestra relación podría ser la perjudicada. Hoy mantengo una relación genial con ella precisamente porque somos conscientes de lo que fuimos y el momento que ocupamos. Nos hemos sabido convertir en otra cosa para seguir adelante con nuestras vidas junto a las personas que ahora se suman.

Su cita anual en el Gran Canaria Arena se ha convertido casi en un tradicional encuentro con el humor. ¿Qué se van a encontrar este año quienes acudan al espectáculo ¿Es la mil? el próximo 12 de febrero?

Voy a tratar de darle otra vuelta de tuerca y seguir retorciéndome en la honestidad y la verdad para intentar explicar el miedo que produce festejar que en 2023 cumplimos 1.000 actuaciones. Digamos que en mi vida las celebraciones nunca me han salido del todo bien así que quizás acabemos conmemorando la vida en general, dejando a un lado efemérides personales, que siempre suelen acabar mal.

Por último, si dentro de diez años volviera a entrevistarle ¿dónde le gustaría estar?

Me encantaría estar con la tranquilidad de ahora, siendo feliz porque usted sigue entrevistándome. Eso querrá decir que a los dos nos sigue tratando bien la vida; contándole que mi hija anda orgullosa de su papá a pesar de que ya sea una adolescente y teniendo la inmensa suerte que tengo ahora mismo de seguir haciendo lo que me gusta. Aunque, a lo mejor, dentro de diez años lo que me apetece es jugar a la petanca...

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