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La monja capaz de teletransportarse

La monja capaz de teletransportarse lara de armas moreno

La confesora de Felipe IV María Coronel y Arana, más conocida como María de Jesús de Ágreda (1602-1665), fue abadesa del convento de las Madres Concepcionistas de Ágreda, Soria. Hoy es considerada por los católicos una de las más importantes místicas de la historia. Es importante, para comprender esta historia, destacar que María fue una monja de clausura, es decir, desde que entró en el convento nunca volvió a salir de él.

Lo que hizo famosa a sor María fueron sus bilocaciones (persona u objeto que puede estar ubicado en dos lugares distintos al mismo tiempo). En abril de 1631, fray Alonso de Benavides, un franciscano portugués, se presentó en el convento de sor María para confirmar sus sospechas. Algunos meses atrás había vuelto de una misión en América en la que los jesuitas se enfrentaron a la indiferencia y hostilidad de los nativos. Mientras, Benavides y sus compañeros consiguieron convertir al cristianismo a muchas tribus del Río Grande. Algunos nativos explicaron al fraile que una mujer de piel clara que portaba un manto azul se les había aparecido como un fantasma y les había enseñado las bondades de la fe cristiana. Además, les había avisado de la llegada de los misioneros.

Benavides mostró a los nativos una fotografía de sor Luisa de la Ascensión, famosa en España por haber obrado milagros, pero negaron que fuese ella pues la suya era más joven y bella. La pista final la dio el manto azul celeste que las monjas concepcionistas vestían. Además, ya existían rumores entre la comunidad eclesiástica de las bilocaciones de sor María. Por ello, el fraile interrogó a la monja durante 15 días y esta le contó con todo lujo de detalles las tierras de los indios jumanos, sus costumbres, sus rituales, sus características físicas… describió detalladamente incluso a un cacique tuerto con el que Benavides había tenido contacto.

Como no podía ser de otro modo, la Inquisición investigó a sor María, concluyendo finalmente que no era bruja ni estaba poseída por el diablo, sino que, en efecto, poseía cualidades místicas. El rumor no tardó en llegar a oídos del entonces rey, Felipe IV, además sorprendido por la inteligencia de la monja que había escrito la vida de la Virgen en una obra que tituló Mística Ciudad de Dios en la que mostraba una notable altura intelectual para una persona autodidacta.

En 1643 Felipe IV hizo una parada durante su viaje hacia Cataluña en el convento de sor María. Quedó impresionado por la conversación con la mística, tanto que la convirtió desde ese momento en su confesora. Llegaron a compartir 618 misivas durante 22 años las cuales suponen una fuente histórica importantísima para comprender el gobierno y la personalidad del Rey Planeta. Desde la muerte de la reina consorte, Isabel de Borbón, en 1644 la monja se dedicó a transmitir al rey los mensajes que su esposa le enviaba desde el purgatorio. Más tarde haría lo mismo con el heredero al trono, Baltasar Carlos, que también falleció. Pero sor María no se limitó a transmitir mensajes de ultratumba, también aconsejó al rey sobre asuntos sociales y económicos que afectaban a una España sumida en una crisis militar y financiera.

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