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Un canario en la guerra secreta de franco

El cerebro de la represión que se echó a un lado

Laureano de Armas Gourié fue el arquitecto de la política del miedo franquista desde la jefatura de la Oficina de Investigación y Propaganda Anticomunista | La carrera fulgurante del ingeniero canario acabó con una dimisión «por no conseguir servir a España como se merece»

Laureano De Armas (con gabardina), presidente del Cabildo de Gran Canaria, y Antonio Marín Acuña, gobernador civil de Las Palmas, en 1928, en una visita a Lanzarote y Fuerteventura . (L) | TEODORO MAISCH/MUSEO CANARIO

El grancanario Laureano de Armas Gourié va a ser uno de los hombres clave de Franco para engrasar y poner en marcha el rodillo de la represión desde el minuto uno de la Guerra Civil. La capacidad de sus tentáculos queda reflejada en la orden de 1937, firmada en Salamanca, que lo convierte en el primer jefe de la Oficina de Investigación y Propaganda Anticomunista (OIPA). «Cuidara de recoger, tanto en la zona ocupada, como en las que se vayan ocupando, la mayor cantidad de pruebas de las actividades marxistas en España, y en particular la documentación de la actividades masónicas (...) con el fin de organizar la correspondiente contra-propaganda tanto en España como en el extranjero, en colaboración con las instituciones anti-comunistas existentes (...)», destaca la norma que da cuerpo a una persecución que se prolongaría durante décadas. Ingeniero y arquitecto, pertenece a una familia de terratenientes agrícolas, copropietario de la Fábrica de Azúcar de Arucas y primer presidente del Cabildo de Gran Canaria (1927-1929) tras la División Provincial, entre una inabarcable lista de cargos que dan fe de su condición de cacique local. A partir de 1936, con el golpe de Estado, se convierte en un elemento indispensable en la otra guerra: captación de información relevante y fulminante para derrotar a los republicanos.

Políglota, formado desde niño entre Francia y Múnich, titulado por el prestigioso Politécnico de Zúrich, Laureano de Armas Gourié está en los balbuceos y extremos de la conspiración golpista que desencadenaría la Guerra Civil. Como acaudalado oligarca y dirigente de los empresarios agrícolas del Norte de la Isla, cada vez se radicaliza más en defensa de sus intereses de clase para transitar por la Unión Patriótica, el Partido Popular Agrario y Acción Popular, el conglomerado ideológico que nutrirá el espécimen fascista español, subraya Agustín Millares Cantero, investigador de la mutación de la derecha a la ultraderecha de los hijos de las grandes sagas isleñas. El profesor aruquense de la ULPGC Ramón Díaz sitúa al personaje, «como no podía ser de otra manera dado su origen», en la trastienda del movimiento contra la huelguistas en el 36, a los que veía como un eslabón más de una imparable colectivización. «Los Gourié, originarios de Francia, eran los más capitalistas, se habían enriquecido con los prestamos y no eran partidarios de pagar el jornal a los trabajadores de sus tierras, sino del régimen de medianería, algo semifeudal», añade.

¿Por qué tan cerca de Franco? Ángel Viñas destaca en La otra cara del caudillo que Laureano de Armas Gourié «estuvo al frente, durante algún tiempo, de un servicio en el Cuartel General, y muy próximo a Franco, donde se manejaba mucho dinero, una parte del cual iba a dotar la cuentas corrientes de su excelencia. Extraigo la conclusión, por tanto, de que Franco se fiaba totalmente de él. Y de esta conclusión se desprende otra, Franco se rodeó de canarios para puestos de absoluta confianza». El historiador se refiere a los vínculos que estableció el dictador con los que desde la sociedad civil, aparte del estamento militar, le apoyaron para salir desde Canarias a Marruecos —la llamada operación Dragon Rapide— y así unirse a los otros golpistas.

Dado su perfil sobresaliente, De Armas formaría parte de la red de incondicionales que desde un primer momento tejió los contactos para poner a Franco en órbita: un dato, el muñidor en Inglaterra con Juan de la Cierva del contrato para el avión y el piloto que trasladaría a Franco, el periodista y abogado Luis Bolín, y el futuro responsable de la Oficina Anticomunista se habían conocido en 1929 en la Exposición Iberoamericana, en Sevilla, donde el primero ejercía como responsable del Patronato Nacional de Turismo y el segundo como presidente del Cabildo y máximo responsable del Pabellón Canario. Como veremos más adelante, el nexo entre los dos se mantuvo en el tiempo. De hecho, resultó determinante para un episodio que truncó la carrera meteórica del preboste isleño.

Corre 1936, el arranque de la Guerra Civil. La trama político-militar para la sublevación da paso a la contienda sin pausa. El Cuartel General de los golpistas administra los recursos económicos que, en su mayoría, llegan vía donativos o con productos que escasean, como el deseado café. Una partida enviada por el dictador brasileño Getúlio Vargas, sostiene Ángel Viñas, engorda la cuenta corriente de Franco mientras los soldados caen en el frente. El otro reto: trabajar duramente para potenciar el miedo, acelerar los chivatazos y buscar fieles para demoler la oposición subterránea de los republicanos. Es la guerra secreta, una retaguardia infectada de dolor a cambio de la victoria.

El ‘gran ojo’

El aparato represivo de la justicia militar es una de las piezas, pero para que funcione a pleno gas necesita una represión policial minuciosa, y eso sólo es posible a través de una permanente destilación de la información. La resistencia alarga la guerra y la jerarquía del ejército nacional tiene claro que para ganarla necesita dar donde más duele. Y en esa labor de refinamiento de los archivos y bibliotecas privadas, aparte de la ordenación de un enorme caudal de delaciones, está Laureano de Armas. Una misión inconmensurable que alcanza, según la orden de creación de la OIPA, a masones y marxistas, pero también a «la Liga de Derechos del Hombre, Socorro Rojo Internacional, Amigos de Rusia, Cine-Clubs (material cinematográfico), Ligas-anti-fascistas, Ateneos Libertarios, Instituciones Naturistas, Ligas contra la guerra y el imperialismo, asociaciones pacifistas, Federación de los Trabajadores de Enseñanza...» Todo bajo el gran ojo que todo lo observa sin desmayo.

Jesús Espinosa Romero, uno de los pocos expertos que ha indagado en la mecánica a través de la que el futuro generalísimo pretende perpetuarse, resume en qué consistía el trabajo. «Serrano Suñer [ministro de la Gobernación] destacó una oficina en Madrid donde centralizaba toda la documentación incautada a las personas y organizaciones que habían sido derrotadas. Tras la primera clasificación, las incautaciones se remitían al archivo de Salamanca, sede de los servicios centrales. Los documentos eran procesados y achivados para suministrar información tanto a los organismos judiciales del nuevo Estado como a sus servicios policiales fundamentalmente. No en vano, la documentación clasificada como política fue gestionada por la Brigada Político-Social de la Dirección General de Seguridad. Por todo ello, el papel jugado por este departamento de Gobernación resulta imprescindible para comprender la represión y el miedo que se extendió».

Prosigue: «La OIPA, dirigida por el arquitecto canario Laureano de Armas Gourié desde Salamanca, tuvo su bautismo en Vizcaya bajo la batuta de Manuel Maestro Maestro y Eduardo Galán Ruiz. Esta seguirá la metodología de incautación diseñada por el capitán de la Armada adscrito al Cuartel General de Salamanca, Juan Fontán Lobé, que en sus aspectos fundamentales, apenas varió durante el conflicto. Su esencia consistía en señalar dónde y cuándo se habían encontrado todos los documentos de interés, y conservar un número máximo de folletos, revistas o libros, destruyéndose el resto. A continuación deberían separarse los documentos relativos al personal, como eran las listas de afiliados que servían para elaborar fichas directamente, de aquellos otros que necesitaban un análisis más detenido, como la correspondencia o los libros de actas. De todos ellos, se elaborarían tres fichas de referencias por cada persona encontrada en la documentación y, por último, se comunicaría de oficio a los departamentos del Cuartel General cualquier datos de interés que apareciese en el material incautado».

Laureano de Armas Gourié estrenó el poder cabildicio en la Isla, en 1927. Su retrato, pintado por Cirilo Suárez Moreno en 1950, cuelga en la sede de la Casa-Palacio de Bravo Murillo. Accede al cargo con 38 años y promueve un ambicioso plan de obras que va desde la construcción, entre una larga nómina, del Psiquiátrico y Dermatológico hasta el Parador de Tejeda, pasando por la reconstrucción del teatro Pérez Galdós tras el incendio de 1918, que encarga —al igual que las anteriores— a Miguel Martín y los murales a su hermano Néstor. Previo a su cargo en la OIPA, es cónsul de Estados Unidos y cónsul de la Confederación Helvética. En 1934, dos años antes de estallar la guerra, es nombrado por el Ministerio de Industria y Comercio como asesor de la Misión Oficial designada para negociar con Alemania, en representación de los productores y exportadores de plátanos y tomates de Canarias.

Pero ahora este personaje poliédrico está en la trastienda del Cuartel General de Franco y allí va a recibir otro encargo. Luis Bolín, el conspirador del Dragón Rapide, al que conoció en 1929 en la Feria Iberoamericana de Sevilla, lo requiere para una misión: en abril de 1938 el Servicio Nacional de Turismo, que dirige el periodista y abogado, le encarga que contacte con empresas turísticas extranjeras interesadas en las denominadas Rutas de la Guerra, que los sublevados pretenden utilizar como medio de propaganda. El alto cometido, paradójicamente, supone la caída en desgracia de Laureano de Armas Gourié con los sublevados, o eso es al menos lo que se desprende de dos cartas de su archivo personal. En aquella etapa de lealtades y deslealtades, también de estómagos agradecidos, se perdía el prestigio, la categoría o el galón por razones muy corrientes, pero muy mezquinas y odiosas.

¿Qué incidente acabó con su carrera fulgurante? El conocimiento de su figura en Canarias ha estado mediatizado por su actividad como arquitecto, dueño de un estilo peculiar, integrado en el paisaje usando materiales del lugar, cuyo ejemplo más exquisito y representativo es el Convento de las Dominicas de Teror o la mansión Davies en Ciudad Jardín, entre otros proyectos realizadas para amigos y allegados en Tafira, Santa Brigida y Arucas. El catedrático Agustín Juárez Rodríguez publicó una monografía sobre el particular. Pero el enfoque arquitectónico no es, ni mucho menos, una digresión. Otro arquitecto grancanario, Francisco Javier Cabrera Cabrera, que hizo su tesis doctoral sobre Laureano de Armas, accedió a su archivo personal y expurgo cartas sobre el parón en su carrera política.

El antiguo jefe de la OIPA se mueve como pez en el agua en el extranjero, donde pasó su niñez y adolescencia como estudiante. Es cosmopolita, tiene charme, es culto, posee una gran biblioteca heterodoxa, es un gran jinete [como su esposa suiza Emmy Schmidt, con la que iba a caballo hasta Teror para seguir las obras del Convento de las Dominicas], utilizó antes de la guerra monóculo, iba cada dos por tres a a Londres a encargarse un frac, sus amistades eran británicas... En fin, todo lo que chirriaba en el nacimiento de un régimen chusquero y rancio a más no poder que sospechaba de cualquier refinamiento. Para el invento propagandístico de la Rutas de la Guerra, dirigidas a periodistas y personajes influyentes y amigos, el inestable Bolín, dueño de un carácter despótico, le encomienda contactos con Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania, Suiza, Italia y Portugal a partir de la orden suprema del todopoderoso Serrano Suñer. Esta labor la realiza en compañía de Francisco Vidal Sureda, que era director de la oficina de Turismo Español en París.

El ‘incidente’ que acabó con su carrera

¿Qué ocurrió? Cabrera Cabrera aporta una carta en su investigación: el 24 de mayo de 1938 escribe a Luis Bolín para dar cuenta de sus viajes a estos países. A los dos días, el 26 de mayo, le amplia detalles para: «...facilitar la labor de V.I. en la depuración de responsabilidades que, a juicio de V.I. se derivan de las gestiones realizadas por el Teniente Coronel Sr, Vidal Sureda y por el que suscribe...» En esa misma carta termina: «Agradeceré a V.I. tenga a bien aceptar mis excusas por la brusquedad de mi despedida ayer tarde, error de mi parte únicamente explicable por mi falta de costumbre en olvidar al amigo cuando hablo con el Jefe. Y por último tenga a bien decretar mi separación de este honroso cargo en el que, a pesar de mi mejor deseo, no he conseguido, según juicio de V.I., servir a España como España se merece, permitiéndome subrayar el hecho que al solicitar mi separación no trato de eludir las responsabilidades en que pueda haber incurrido».

En estas misivas está contenida la razón o razones de su salida del aparato franquista. ¿Hipótesis? Cabrera Cabrera entiende que Laureano de Armas, en su viaje a Alemania, donde tiene amistades de su época como estudiante, conoce la situación que empiezan a vivir los judíos bajo la bota de Hitler. Al respecto, hace un comentario en Londres que llega a oídos de Bolín. El investigador sostiene en su tesis, no obstante, que el arrinconamiento es similar al que padecen todos los anglofilos en la Isla, incorporados a una lista negra por la política germanofila de Franco en la II Guerra Mundial. El hombre de confianza del Cuartel General se retira a su casa de Santa Brigida, vende sus intereses en la Fábrica de Azúcar de Arucas y lo dejan tranquilo, probablemente por los servicios prestados en los días gloriosos y trascendentales. Sus reapariciones serán contadas. Entabla amistad con el arquitecto Secundino Zuazo, depurado y desterrado por republicano en 1942 a Gran Canaria; diseña el Parque Municipal y el Matadero del municipio del que era vecino, y en agosto de 1944 el capitán general García Escámez le pide que presida el jurado del Monumento a los Caídos en Tenerife. Intenta zafarse alegando que no tiene el título académico de arquitecto. Al alto mando le importa un pito, lo requiere. Muere de un cáncer de pulmón a los 57 años en Zúrich, donde desde hace años residían su esposa e hijas.

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