eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

30 años de los jjoo de barcelona 92

Luis Doreste: «Barcelona 92 me lo ha dado todo»

(L) | VALENTÍ ENRICH

El apellido Doreste significa vela. Cuatro hermanos compitiendo y uno de ellos, Luis, oro olímpico por partida doble. En Barcelona, junto a Domingo Manrique.

Luce el sol y apenas se nota el viento en el Puerto Olímpico de Barcelona, el escenario de las gestas de la vela española en Barcelona 92. Quizá como aquel 2 de agosto, el día de la última regata.

«Al doblar la última boya, el viento se paró completamente. Se volvió a juntar toda la flota como si partiéramos de cero...». Y mientras lo explica, se le iluminan sus ojos, como si reviviera aquel momento que precedió a su éxito.Luis Doreste Blanco (Las Palmas de Gran Canaria, 7 de marzo de 1961) hizo historia en Barcelona. Si en Los Ángeles 84 ya hizo sonar el himno español junto a Roberto Molina con el oro en 470, ocho años después fue leyenda: ¡el primer deportista olímpico español en repetir oro! Esta vez, con su paisano canario Domingo Manrique y en una especialidad que ya había dado un oro a España en 1980 gracias al tándem Abascal-Noguer: Flying Dutchman.

Presión

«En Barcelona teníamos la obligación de hacerlo bien. Todo eso te pesa. Tenía más edad, un currículum, muchas cosas que defender… realmente la medalla de Barcelona costó mucho», rememora Doreste.

Había un nivel de exigencia alto porque la vela ya había dado alegrías al deporte español. Una especialidad en la que su familia es referencia. José Luis —oro en Seúl—, Gustavo, Noluco y el propio Luis. Cuatro de los seis hermanos Doreste, en una familia que no tenía ascendencia navegante por parte paterna: «Fue mi tío Joaquín Blanco, presidente de la Federación Provincial, quien nos inició».

Luis Doreste vivía en Barcelona desde 1979, cuando se trasladó a la Residencia Blume y empezó a estudiar informática en la Universidad de Barcelona. «Fui uno de los alumnos de la primera promoción. Mi padre me decía que lo primero era estudiar y después navegar», recuerda el canario, quien también ha ejercido como docente en esta especialidad.

Barco ‘prestado’

«Tras ganar la medalla de oro en Los Ángeles y haber sido campeón de Europa en 1985, se me presentó la oportunidad de navegar en un barco mucho más técnico». Así evoca Doreste su paso a Flying Dutchman y su encuentro con Domingo Manrique: «Físicamente se ajustaba mucho a las condiciones de esta clase. Después de Barcelona, seguimos navegando juntos en Soling y en la clase Crucero. El año pasado ganamos la Copa del Rey».

La preparación fue dura y en ella se produjo una de las curiosidades que rodean a su medalla: no navegaron en la embarcación de la Federación Española... sino en la de unos amigos italianos: «Entrenábamos con ellos y veíamos que, yendo al 200 por ciento, casi íbamos a la misma velocidad que ellos. No pudieron clasificarse para representar a Italia y les propusimos que nos dejaran su barco para competir. Lo que pasa es que ellos ya lo habían vendido y al final llegamos a un acuerdo con la persona que lo había adquirido para hacer un cambio. Su barco era más antiguo que el nuestro, pero yo estaba seguro de que sería más rápido».

A Luis no le falló la intuición. El Flying Dutchman español se metió en la lucha por las medallas, con sus grandes rivales, los norteamericanos Foerster y Bourdow: «En la última regata nos jugábamos el oro con ellos. Los americanos tenían que quedar por detrás del quinto puesto para que tuviéramos opciones. Y nuestro marcaje fue bien, porque aunque íbamos con ellos en las dos últimas posiciones, eso nos aseguraba el oro».

Pero en los últimos momentos todo cambió. «Un barco tailandés nos cerró el paso. Los americanos se escaparon y en los últimos metros llegaron a ir sextos. Fueron los peores momentos de mi vida, porque nosotros estábamos atrás, sin poder hacer nada», señala Doreste.

Incertidumbre total resuelta cuando comenzaron a felicitarlos en alta mar. ¡Los estadounidenses acabaron séptimos! ¡Luis y Domingo eran oro!

«A la primera persona que le dediqué el éxito era a la que entonces era mi novia y luego mi mujer. Se echó al agua y volvimos tres tripulantes a puerto. Tampoco puedo olvidarme de nuestro entrenador, Manuel Pazos, que falleció el año pasado y fue como un segundo padre para mí. Sin él no hubiéramos conseguido la medalla».

Experiencia total

Luis Doreste mira a su alrededor y recuerda algo que hizo especial para él aquella cita: «En otros Juegos, estábamos lejos de la sede y, en cambio, aquí teníamos la Villa Olímpica a un paso del puerto. Era una experiencia inolvidable. Para los deportistas de vela, no hubo unos Juegos como los de Barcelona y difícilmente los volverá a haber».

Para él aún hubo algo más especial: «No solo fue la medalla, sino que también tuve el honor de realizar el juramento olímpico en nombre de los atletas». Y eso que se enteró «el día antes de la inauguración, porque lo mantuvieron en secreto. Me lo aprendí de memoria, pero al llegar al estadio me quedé totalmente en blanco. Suerte que llevaba un papelito por si se me olvidaba», confiesa sonriente.

Luis Doreste tiene claro que ninguna otra edición de los Juegos Olímpicos ha logrado superar a la de Barcelona: «Para mí, sin duda. He participado en cuatro Juegos Olímpicos, he visto otros por televisión, he hablado con otras personas que han vivido estas competiciones y por supuesto que los de Barcelona han sido los mejores. Quienes participamos en vela, por ejemplo, teníamos el puerto junto a la Villa Olímpica. Sí, han sido los mejores y lo firmo donde sea».

Han pasado 30 años, pero este eterno navegante sigue teniendo aquí su corazón. «Barcelona 92 me lo ha dado todo», rubrica. Luis Doreste, sinónimo de vela... y de oro.

Compartir el artículo

stats